
Enrique de Diego
Podemos ha dejado de usar el ajustado término casta –que acuñé en “Casta parasitaria” (2008)- porque es la nueva casta. Las críticas a la monarquía han desaparecido, aunque nunca pasaron –en plan niñato- de regalar “Juego de tronos”.
No es que Podemos se hayan acomodado es que ya lo estaba ab initio; vinieron para colocarse en nombre de una ‘gente’, abstracta, que no es más que la coartada de estos trepas de las ineficientes y absurdas facultades de las inexistentes ciencias sociales.
La nueva casta ha adquirido pronto todos los vicios de la vieja, con un fuerte aroma caciquil y neoperonista. Las puertas giratorias han dado paso a las camas giratorias del fauno con coleta; de forma que Podemos parece más salido de una teleserie que de la indignación ciudadana. Es lógico que hayan afeado a Macri, puesto que son una copia cutre de la pareja Juan Domingo Perón y Eva Duarte en Pablo Iglesias e Irene Montero, a la que –Ana Pardo de Vera dixit- no se la puede criticar por ser mujer cuando su oratoria es insufrible, deleznable y garbancera. Perón quiso hacer vicepresidenta a Evita como Pablete quiere hacer vicepresidenta e Irenita.
Dos sueldos a casa del contribuyente, de la gente pagana, ha sido el ideal y la norma de la casta.
Ni Pablo Iglesias es Perón ni Irene es Evita, aunque quieran parecérseles.