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Bruselas y Berlín contienen la respiración ante el referéndum de Italia

Redacción




Matteo Renzi. /Foto: euractiv.com.
Matteo Renzi. /Foto: euractiv.com.

Virginia Montes

No es sobre mí”, se ha visto obligado a puntualizar Matteo Renzi ante la personalización del referéndum que el domingo decidirá sobre la reforma constitucional: cambio de 44 de los 137 artículos de la Constitución, aprobada en 1948. La principal reforma es la eliminación del Senado como cámara legislativa, y retardataria, para ser una cámara territorial retórica, que pasaría de los 349 senadores actuales a 100, que no cobrarían si bien tendrían inmunidad parlamentaria y que serían elegidos por los gobiernos. También se suprimirían las diputaciones y la nueva ley electoral primaría mucho al partido más votado, para evitar problemas en la formación de Gobierno.

Pero la reforma ha pasado a un segundo plano ante la ofensiva unitaria de los cinco partidos que componen la derecha, incluida la Liga Norte, el Movimiento Cinco Estrellas y personalidades del propio Partido Democrático –centro-izquierda- de Renzi, contra éste y contra la Unión Europea. Todos coinciden en echar a Renzi, quien dijo «me juego la cara y el puesto» y en salir del euro.

Últimamente, la casta, a la que Renzi representa y más tras el Brexit, cuando forma parte de la troika con Ángela Merkel y François Hollande que trata de sostener una UE desacreditada, que se hunde en el descrédito, pierde los referéndums. Hollande está acabado y Merkel debilitada. Una derrota de Renzi tendría un elevado coste para una Bruselas que se hundió con su gestión de la llamada crisis de refugiados; una islamización inducida, pagada por el contribuyente.

Steffen Seibert, portavoz de la canciller alemana no ha tenido reparo en implicarse en la campaña: “Ángela Merkel apoya a Matteo Renzi en sus diferentes actividades de política interna”. Incluso el embajador estadounidense (de la Administración Obama), John Pillips no ha tenido el mínimo de diplomacia y ha perpetrado una directa injerencia: “votar en contra sería un paso atrás para las inversiones extranjeras”.

Con un empate técnico en las encuestas, y el 20% de indecisos, Renzi se esfuerza en centrar el debate en las virtudes de una reforma de la que se habla menos de lo que a él le gustaría. El referéndum entraña una posibilidad de castigo. Los italianos están, por ejemplo, muy enfadados con la política gubernamental hacia los mal llamados refugiados, que son alojados en hoteles y reciben una paga semanal. Un elevado coste para el contribuyente. Consideran que son mejor tratados que los propios italianos, cuyos jóvenes sin futuro se ven obligados a emigrar. Y crece como un mar de fondo una animadversión hacia Bruselas, esa rebelión de las naciones que produjo el Brexit.