Luis Bru
En una provincia al norte de Lahore, en Pakistán, las mafias ofrecen, por seis mil euros, llevar al adolescente de las prolíficas familias locales al País Vasco donde podrá vivir toda la vida de las ayudas sociales, pues cobrará al mes 866 euros, con los que podrá incluso ayudar a su familia. Todo el mundo percibe a quien hace esa exitosa oferta –los centros de acogida vascos se han llenado de pakistaníes- como el miembro de una mafia, pero no existiría sin el tramo final de la cadena: en este caso, los servicios sociales vascos.
La inmigración es un gran negocio para las mafias interiores, mucho más que para las exteriores, quienes, además, tienen la buena imagen del humanitario.
Rambla Libre ha venido desmontado todos los mitos que se han ido articulando en torno a la inmigración: no tienen ninguna relación con ninguna necesidad económica, puesto que España tiene, y ha tenido aún más en los momentos de mayor flujo migratorio, una alta tasa de paro y está el caso paradigmático de los rumanos, que han ido llegando en número de 30.000 anuales (una pequeña ciudad de provincias), cuando en Rumanía el paro es mucho menor (media del 7,5%). Se vive mejor de las ayudas sociales en España que en Rumanía. Tampoco está relacionado con la caída demográfica, pues podría ser un ajuste coyuntural, y en cualquier caso no resolvería, sino que lo agravaría mediante un proceso de sustitución.
Por supuesto, los inmigrantes no van a pagarnos las pensiones, que están en una situación insostenible por los mismos fallos del sistema, por el lastre del exceso de políticos y funcionarios, pero también por el importante gasto público que representa la inmigración con su elevado consumo de dinero público, tanto en ayudas sociales (cien mil de manera incomprensible cobran pensiones no contributivas) como en servicios públicos muy caros como educación y sanidad. Sí eran necesarios inmigrantes con hijos para mantener los puestos de los funcionarios docentes.
La inmigración ha ido generando un mercado. Por ejemplo, de abogados especializados en extranjería, pero, sobre todo, ha generado un amplio sector burocrático que es una de las mafias interiores que necesitan clientes en grado cada vez más numeroso, para colocar a su clientela política. Vamos a reseñar algunas de las mafias interiores, que es preciso desmantelar:
1.- Los políticos profesionales, que aspiran a tener un voto cautivo, dependiente de las ayudas sociales.
2.- Los servicios sociales que precisan más clientes dependientes para aumentar sus puestos burocráticos, y que sitúan a los inmigrantes como su grupo mascota, dándoles preferencia respecto a los nacionales (el 85% de los que han recibido este año ayudas de la Comunidad de Madrid para alquileres eran inmigrantes, casi todos marroquíes y argelinos).
3.- Las ONG cuyos directivos reciben importantes sueldos y son presentados como la avanzadilla del humanitarismo. Cuentan con importantes medios. Médicos sin fronteras tiene una flotilla en el Mediterráneo que colabora con las mafias en el transporte de inmigrantes hacia Europa.
4.- La Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo en la que están instalados como parásitos 3.000 empleados que cobran entre 7.000 y 15.000 euros mensuales, y todos ellos provienen de ONGs, fundamentalmente adictas a la corrección política, pues el requisito es “tener experiencia en cooperación”, algo que sólo se consigue o través de prácticas en ONG o de un certificado de una de ellas. Esos 3.000 parásitos tienen por el mundo oficinas independientes, al margen de las embajadas, y organizan cursos, financian proyectos, muchas veces delirantes o ridículos pero que justifican su modus vivendi y, al tiempo, difunden propaganda corrosiva. No son funcionarios. No han pasado por ningún concurso de méritos. No han hecho ninguna oposición. Pero sus contratos son indefinidos y dependen de la capacidad de presión de las ONGs, a las que el Gobierno quiere mantener contentas.
4.- La jerarquía católica, que sin fe ni vitalidad evangelizadora, pretende convertir a la Iglesia en una mera ONG dedicada a los inmigrantes.