Enrique de Diego
Miguel Bernad no sólo ha sufrido la “pena del telediario”, no sólo se le mantiene en una prisión preventiva que es una forma moderna de tortura en gran escala, también se le ha pretendido demoler como persona y como figura social lanzando a la jauría mediática lacaya a propiciar su descrédito social, manteniendo, por un lado, el secreto del sumario, y, por otro, filtrando todos los documentos del disco duro de su ordenador.
En esa inmisericorde y bastarda campaña ha destacado el desacreditado y descendente Abc –con pulsión monarquizante de ajuste de cuentas- pero también El Confidencial y Vozpópuli, para descrédito de Jesús Cacho, que un día fue un periodista y hoy es un lacayo más de la casta y una pieza más del sistema.
Con especial escándalo farisaico se filtró que Miguel Bernad había presentado un escrito en Fiscalía sobre un posible asesinato de Emilio Botín y que también envió un burofax a Ana Patricia Botín. Los hechos fueron los siguientes: en la sede de Manos Limpias se presenta Juan Muñoz Bloise, que dice ser consejero del Banco Santander y amigo personal de Botín. Acompañando su visita presenta un Acta de Manifestaciones –una declaración ante Notario- donde se relata que Emilio Botín había sido envenenado.
Según un abogado colaborador de Manos Limpias, por la notoriedad y prestigio alcanzados por el sindicato, “se convirtió en el teléfono de la esperanza judicial y acudía de todo, también gente rara y algún loco”. Según fuentes solventes y contrastadas, Juan Muñoz Bloise tiene varias sentencias condenatorias por estafa.
En cualquier caso, la denuncia es grave: de asesinato. Y Miguel Bernard hace lo correcto: “pone en conocimiento de las Autoridades Judiciales los hechos tal y como se los relataron con el fin de que se investigaran por si fueran constitutivos de delito; la continuidad o no de las investigaciones depende de la Fiscalía no de Manos Limpias”, como señala la defensa de Bernad. “Al igual que comunicó a las autoridades pertinentes, se envía un burofax a Dª Ana Botín, con el fin de informarle de los hechos, dejando claro que no buscaba dinero alguno con su actuación, pero que se ponía a su disposición por si necesitaba cualquier aclaración o colaboración desinteresada al respecto”, como indica la defensa del secretario general de Manos Limpias. Nadie más, en principio, interesada que Ana Patricia Botín en aclarar los hechos o en perseguir al calumniador.
Ni Miguel Bernad ni Manos Limpias hicieron público nada relacionado con todo esto. Ha sido el interés en demoler a Bernad el que ha llevado a filtraciones interesadas desde el poder. Y han sido esas filtraciones toscas las que han removido el sepulcro del magnate Emilio Botín, cuya muerte está rodeada de misterio.
Por de pronto, no se sabe ni dónde murió. Por supuesto, alguien lo sabe pero no, a ciencia cierta, la opinión pública. Sabemos que se lo encontraron muerto en la bañera. Pero, ¿de dónde? Diversas fuentes internas del Banco de Santander señalaron desde el primer momento, y las consultadas por Rambla Libre se reafirman, que el óbito se produjo en el lujoso apartamento que Emilio Botín se había hecho construir en la Ciudad Financiera de Boadilla, más cerca del trabajo, y donde habitualmente vivía, pues su matrimonio –y éste es un dato importante- con Paloma O’shea hace tiempo que había naufragado y era una mera apariencia social, de manera muy similar al de Juan Carlos de Borbón con Sofía de Grecia, que durante décadas fue presentado como ejemplar y que estaba roto desde 1975. Botín y la mecenas de la música no cohabitaban desde hacía décadas, ni tenían relación alguna, fuera de apariciones públicas de cara a la prensa en escasos actos sociales familiares.
Según la crónica de El Confidencial de 12 de septiembre de 2014, Emilio Botín había muerto “en la bañera de su casa de Somosaguas” o esa era “la versión de algunos miembros de la familia en el velatorio” en Santander, en el viejo palacete familiar que alberga la Fundación Marcelino Botín. Lo único que se atrevía a asegurar El Confidencial es que “el féretro salió de la casa de Somosaguas”. La crónica en cuestión apuntaba algunas observaciones inquietantes como que “la familia es muy parca a la hora de facilitar detalles” y que la familia en el velatorio, convertido en un acto social, estaba “tranquila, incluso diría que relajada” y hacía la excepción de Ana Patricia Botín, “destrozada por el cansancio acumulado”.
Emilio Botín murió el martes 9 de septiembre. El viernes anterior estaba en Italia para asistir a la prueba del campeonato del mundo de automovilismo. No sólo tenía pasión por la Fórmula 1 sino que ligado a ella vivía otra pasión sentimental. Cenó con periodistas españoles. Regresó “al parecer” el sábado sin ver la carrera, “porque no se encontraba bien”. El lunes trabajó con normalidad. El martes abandonó el despacho a las 5 de la tarde por estar cansado, pero no anuló la agenda para el día siguiente. “¿Anulamos la agenda de mañana? Ni hablar, mañana estaré como nuevo”, relata El Confidencial. “Con unas decimillas”, se fue a dar un baño caliente, y le encontraron muerto en la bañera, o bien en el apartamento de la Ciudad Financiera o bien en la casa familiar de Somosaguas.
Siendo uno de los hombres más poderosos de España, facedor de presidentes de Gobierno, ni tan siquiera se ha informado del diagnóstico forense de la muerte. El Confidencial hablaba expresamente de “oscurantismo”.
En el todo Madrid, en ese que comparte comidillas y secretos que no llegarán nunca al gran público, era conocido que Emilio Botín estaba enamorado de la Directora de Márketing Corporativo y Marca del Banco de Santander, María Sánchez del Corral, que era quien había negociado el patrocinio de Fernando Alonso. No se trataba de una aventura, de las que quizás Emilio Botín, en una relación abierta, habría tenido en el pasado, sino de un fuerte enamoramiento irreprimible, de esas pasiones seniles que rejuvenecen y trastocan los anclajes.
Ninguna broma, ni nada superficial. Vozpópuli el 30-10-2014 publica que “Botín planeaba casarse antes de Navidad”, que había dado órdenes a sus abogados de iniciar el divorcio de Paloma O´shea; es decir, de terminar con la apariencia. Y que la decisión de ese segundo matrimonio había producido un “cisma familiar”.
No se necesita ser Agatha Christie, en cuyos episodios la herencia es casi siempre la cuestión central, para entender lo inquietante que podía ser esa pretensión para la familia y para el Banco. No se sabe lo que un hombre enamorado de edad puede hacer para proteger a su amada, más joven que él. Quizás donación de las acciones en vida; quizás el nacimiento de un vástago que entraría en la legítima. Todas las apariencias y los equilibrios de los Botín hubieran estallado con esa boda en el invierno vital del patriarca, que no se perdía una carrera de Fórmula 1 con su amada.
La vida, desde luego, es siempre una lección de humildad y esa muerte en soledad, en la bañera, como un viejo patricio romano, y al tiempo como un pobre de solemnidad abandonado de todos, entraña una parábola evangélica de la futilidad de la vida, el poder y el fasto. Emilio Botín, tan metido en la vorágine del mundo, tan preocupado por su salud, siempre viajando acompañado de médicos y con desfribilador, moría solo, sin una mano amiga a la que aferrarse. Pero también era una muerte muy oportuna, que dejaba todo como estaba y permitía el transcurrir normal de las cosas, el traspaso de poderes a Ana Patricia Botín y la conservación intacta del patrimonio familiar. Todo el tramo de las apariencias llegaba a su meta.
¿Cuál fue la primera decisión de Ana Patricia Botín al acceder a la presidencia del Banco Santander? Despedir a la directora de Márketing Institucional y Marca, María Sánchez del Corral, el último amor de Don Emilio, la que alegró su corazón y pudo trastocarlo todo. Despedida a la manera de la casta, para ser recolocada de inmediato en un puesto nuevo, hecho a su medida, como Directora de Márketing Institucional y Marca de Telefónica. ¿Para que no hablara? ¿Para sellar la discreción sobre su idilio con el magnate?
Miguel Bernad hizo muy bien en ir a la Fiscalía y en enviar un burofax a Ana Patricia Botín y lo hizo en un contexto: ni los Botín son los Borgia, ni Ana Patricia es Lucrecia.
Apuntan a Ana Patricia Botín y su “amante” como presuntos asesinos del magnate Emilio Botín