
Miguel Sempere
La decisión de Teresa Rodríguez, ganadora de las primarias en Andalucía con el 75,64%, de declarar la independencia de la formación respecto a la central es un efecto perverso del derecho a decidir tan proclamado por Pablo Iglesias, que va dejando a Podemos en un partido madrileño con formaciones confederadas, sin ninguna capacidad para liderar una nación unida.
Podemos va quedando como una marca para que se coloquen egresados de las facultades de ciencias sociales, que no tenían cabido ni futuro en los partidos tradicionales. Un mero corte generacional dentro de la casta.
La sopla de siglas en la que ha ido degenerando Podemos hace que actualmente las formaciones lideradas por Ada Colau, Teresa Rodríguez y Mónica Oltra sumen 32 de los 71 escaños, y el 52,1% en las elecciones generales; 2,7 millones de votos, por 2,4 millones en el resto de autonomías.
En Galicia, el propio Pablo Iglesias desarboló a Podemos, más social, para integrarlo en la marca En Marea, más nacionalista. Su sumamos a En Marea, los diputados confederados son 37 de 71.
Podemos puede darse por proyecto fallido sin transversalidad, incapaz de liderar a una nación unida, con una sopa de siglas disolvente, que en Cataluña y Valencia apuesta por la secesión y el pancatalanismo, y en Andalucía simplemente por la ruptura de toda línea jerárquica.
El retroceso de Unidos Podemos en el periodo que media entre las dos elecciones generales es de 1.052.053 votos, de los cuales 483.053 corresponden a las caídas en las referidas cuatro autonomías y el resto, 569.000 votos, son las pérdidas acumuladas por Unidos Podemos en las demás regiones. Porcentualmente Cataluña retrocedió 0,14 puntos, Galicia bajó 0.19 puntos, mientras que en la Comunidad Valenciana la caída fue de 0,38 puntos y en Andalucía de 0,72 puntos. Sin embargo en el cómputo de las otras trece autonomías españolas Unidos Podemos bajó 4,78 puntos, al pasar del 14.91% de diciembre de 2015 al 10,13% de junio de 2016.
Existe una correlación entre la demanda de autodeterminación de las regiones y el resultado final de Podemos que explica en buena medida la pérdida de más de un millón de votos y 6,21 puntos porcentuales.
En el estudio del CIS número 3.145 de julio de este mismo año y realizado a una amplia muestra de 6.175 españoles, tan solo el 9,2% afirmaba estar de acuerdo con que el Estado reconociese a las comunidades autónomas la posibilidad de convertirse en naciones independientes. Entre los votantes de En Comú Podem el porcentaje subía al 34,4% y en el caso valenciano, el 17,7% de los votantes de Compromís-Podemos también proponían el derecho a la autodeterminación
Podemos no es un partido nacional, ni tan siquiera es un partido español; tampoco es, por ende, populista, pues ese término aún mal definido implica, como característica, un patriotismo que en Podemos brilla por su ausencia. Podemos es un partido madrileño con una confederación de siglas mal avenidas, que puede dar juego en la oposición pero que no es alternativa de Gobierno. No han venido para cambiar nada, solamente para colocarse.