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Carta abierta al monstruo de Alberto Garzón, y de paso a Pablo Iglesias y Bergoglio

Redacción




Genocidio comunista en Camboya. /Foto: alamy.com.
Genocidio comunista en Camboya. /Foto: alamy.com.

Enrique de Diego

El 17 de abril de 1974, guerrilleros comunistas de los jemeres rojos entraron en Phnom Penh, capital de Camboya, donde vivían 3 millones de personas. Con grandes altavoces y casa por casa fueron conminando: “Salgan inmediatamente de aquí o los matamos a todos”. La violencia comenzó a las 7 h de la mañana y los primeros destinatarios fueron las tiendas chinas. A las 8,45 h se produjeron las primeras ejecuciones. Quince minutos más tarde, los guerrilleros comunistas obligaron a evacuar los hospitales, incluidos todo el personal, pero también moribundos y recién operados. Un padre llevaba a su hijo a cuestas al que acaban de amputar las dos piernas; otros empujaban cama con enfermos muy graves con botellas de plasma y suero.

Largas filas se adentraron en la selva. A la noche, se cortó el agua y Phnom Penh quedó desierta. El 23 de abril, los guerrilleros comunistas empezaron a vaciar las restantes ciudades, con poblaciones que oscilaban entre 15.000 a 200.000 personas. Todo fue organizado por el Angka Loeu, la “organización superior”, la dirección del partido comunista, formado por doce profesores universitarios e intelectuales que habían estudiado en La Sorbona y se consideraban discípulos de Jean Paul Sartre. Durante un tiempo, los miembros del Angka Loeu no aparecieron en público, lo que dio al genocidio una ambientación kafkiana, luego en 1976, asumió la jefatura del Estado, Khieu Samphan, y más tarde lo sucedió otro intelectual fanático llamado Pol Pot.

Asesinaron de la manera más cruel a quienes consideraron personas con capacidad de liderazgo. Por ejemplo, a quienes sabían otro idioma, pues era el año cero de la era comunista y todo empezaba de nuevo hacia el paraíso en la tierra. Los viejos y los enfermos fueron abandonados. Y se ejecutaba sumariamente obligando a los familiares a asistir. Los cadáveres navegaban por los ríos en una ambientación espectral. Entre abril de 1975 y comienzos de 1977, los ideólogos marxistas-leninistas asesinaron a un millón doscientas mil personas; un quinto de la población total.

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¿Cómo puede haber todavía un comunista como tú, Alberto Garzón, que ose llamar “monstruo” y “loco” a Donald Trump, cuanto perteneces a la secta mayor de monstruos y locos que ha dado la Humanidad? ¿Cómo puede haber todavía gente como tú, planteando soluciones, cuando el comunismo ha sido siempre un fracaso genocida? El comunismo cayó simplemente por consunción interna, porque no funcionaba, después de meter en hospitales psiquiátricos a quienes disentían.

Tú, además, eres un monstruo en sí. Llevas toda la vida siendo político, funcionario del partido, viviendo del cuento, del esfuerzo de los demás. Esta sociedad funcionará cuando tú desaparezcas y te dediques a trabajar en algo decente. Y eso sucederá más pronto que tarde y habrá que ponerte un impuesto especial por inútil y por lo que has depredado a los trabajadores.

¿Cómo puede haber todavía comunistas en el Parlamento? Porque los profesores, los Pablo Iglesias, han ocultado el fracaso del comunismo, su pulsión asesina –más de cien millones de muertos con tiro en la nuca- y todavía se atreve este payaso a cerrar el puño, como si fuera un gesto digno. Tenemos una inmensa filmografía sobre el Holocausto, pero ni una sola sobre el GULAG. Sólo puede citarse, como excepción, Katyn de Andrzej Wajda. Ha habido una inmensa conspiración de silencio sobre las innumerables atrocidades del comunismo.

Había hecho el propósito de no atender a las continuas estupideces de Bergoglio. Ya es suficiente con que hiciera una Encíclica sobre el cambio climático. Al parecer, se ha ido a Suecia a homenajear a Lutero, en el su quinto centenario. Si le tomamos en serio, esto es herejía de irenismo: la indiferencia ante las religiones, la consideración de que todas son verdad y mentira. En el caso de Bergoglio, es simple vanidad, deseos incontrolables de salir en el telediario, jaleado por quienes odian a la Iglesia y se ríen del personaje. De tanto en tanto, concede entrevistas para hablar de política y como ha sido acusado de colaborar con la dictadura argentina, siempre intenta dar la nota. El Papa debería transmitir certeza y Bergoglio sólo transmite confusión y estupidez. Cada vez encuentra más resistencia y va camino de quedarse solo, porque los que van por su línea –si la tiene- no son cristianos y cada vez hay más cristianos –y cardenales- hartos de sus chorradas (no digo argentinas, porque hay argentinos ilustrados). “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”, ha dicho a La Republica y resulta incomprensible qué es lo que ha querido decir. Más vale que hablara de Dios, que es para lo que se le paga, y de la Virgen.