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Rajoy, el inmovilista

Redacción




Mariano Rajoy o el arte de dejar pudrir los problemas. /Foto: YouTube.com.
Mariano Rajoy o el arte de dejar pudrir los problemas. /Foto: YouTube.com.

Enrique de Diego

La pereza de Rajoy no es ninguna leyenda urbana; como tampoco su inoperancia, su tendencia a no tomar decisiones y su estrategia de dejar pudrir los problemas.

Me dicen que hay dieciocho mil niños en orfanatos esperando que Rajoy apruebe un reglamento, que duerme el sueño de los justos.

Esa forma de actuar la ha puesto en práctica en el seno del partido, siempre con buenos resultados para él. Rajoy nunca hizo equipo. Sus íntimos, sus fieles se cuentan con los dedos de la mano: Soraya Saénz de Santamaría, Jorge Fernández Díaz, Miguel Arias Cañete, Francisco Marhuenda y su amigo de “turismo sexual José Manuel García-Margallo, que no es propiamente de su equipo. Eso, sin embargo, jugó a su favor cuando lo digitalizó como su heredero, pues una baza fue, precisamente, que los fontaneros de Aznar consideraron que Rajoy a la fuerza tendría que contar con ellos, con mayor facilidad que Rodrigo Rato o Jaime Mayor Oreja, que contaban con equipos de confianza extensos.

No hacer nada, que es recomendación que ha hecho a muchos de sus colaboradores –esperar a mañana y mañana no hacer nada, les aconseja-, también le ha dado resultados en las pugnas partidarias. Véase la pugna con Esperanza Aguirre, que por parte de ésta ha sido siempre muy activa. Puede comprobarse la existencia en las hemerotecas de una gran cantidad de declaraciones críticas contra Rajoy, casi siempre matizadas o desmentidas al día siguiente. Y también se comprobara que Rajoy nunca ha hecho una sola declaración sobre o contra Esperanza Aguirre. La que se ha desgastado, la que ha cometido errores, la que ha perdido ha sido Esperanza Aguirre. Porque Rajoy es, por lo demás, un personaje muy rencoroso hasta la ruindad, que se come la venganza muy fría. Aunque no diga nada, la guarda.

Rajoy nunca dimitirá, ni dará un paso atrás, no sabe qué hacer fuera de la política

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Nunca dará un paso atrás, nunca dimitirá, para él resistir es vencer. Evitará al máximo su desgaste y de ahí su etapa del plasma o el renunciar al debate de investidura tras el 20 D. No sabría que hacer fuera de la política; la necesita para vivir. No es generoso, ni se le pasa por la cabeza. Y es el hombre que tienen más interiorizada su condición de casta, pero en un sentido positivo; considera que esa casta a la que pertenece es necesaria para que la sociedad funcione, como si fuera una condición de la naturaleza, porque tiene bastante pobre del común de sus compatriotas. Rajoy no le ha hecho ascos a la corrupción personal, porque considera que, por su alta función, hay cuestiones que puede y debe permitirse para que la sociedad no caiga en la anarquía.

Rajoy percibió el problema que afectaba directamente a los intereses de su partido: acorralado por la corrupción, el PP no podía aspirar a obtener la mayoría absoluta y, además, tenía muy poca capacidad de pactos. Entonces, el argumentario pasó a ser insistente respecto a que debía gobernar la lista más votada. El bloqueo nacional actual –ese “día de la marmota”, como lo hemos bautizado, y que ha pasado a hacer fortuna en los medios- es consecuencia del bloqueo personal de Rajoy.

En un sistema parlamentario, de elección indirecta, no gobierna la lista más votada, sino quien consigue más apoyos en el Congreso o en el pleno municipal. Rajoy podía haber planteado una reforma electoral, pues tenía mayoría absoluta y margen de maniobra para actuar, estableciendo la segunda vuelta (o la elección directa del alcalde, como llegó a plantear), pero no hizo nada. Eso perjudicó a su partido, que vio como le salía competencia, algo que no se había producido antes, y se vio desalojado de numerosos ayuntamientos y autonomías. Pero tampoco reaccionó, enquistado y repetitivo en su discurso sobre el respeto a la lista más votada y confundiendo ganar las elecciones (con mayoría absoluta y mandato para gobernar) y ser simplemente el más votado.

Su estrategia de dejar pudrir los problemas está pasando ya una elevada factura a todo el sistema y a la nación, sin que quede fuera la monarquía, que por primera vez se ve exigida a actuar en tal o cual sentido, planteándola salir de su condición de neutralidad.

El principal y casi único culpable del atolladero actual es Mariano Rajoy por su atávico y pertinaz inmovilismo.

España, en el día de la marmota

 

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