Enrique de Diego
Ya había vendido las acciones de Libertad Digital, pagadas por Alberto Recarte a su valor nominal, y daba por supuesto que eso era ya pasado y que Losantos no volvería a cruzarse en mi camino. Reconozco que nunca le he escuchado, ni en los tiempos primigenios más benignos, y cuando en un taxi, ocasionalmente, llevaban puesto su programa desconectaba. No es un periodista, nunca ha dado una noticia, ni una primicia ni una exclusiva; ni tan siquiera es eso tan hortera de un comunicador; no es más que el tocapelotas del colegio al que le han dado un micrófono en el recreo y que se ensaña con el cojo y es servil con la sita Esperanza Aguirre.
Escribía, en plan baboso, que Catalina Luca de Tena era la musa de la postmodernidad
Practica la abyecta adulación, de manera babosa, en público. En los tiempos en que fue columnista de Abc le escribía encendidas églogas a Catalina Luca de Tena encomiándola ad nauseam como una musa postmoderna; en realidad, una chica insustancial, que liaba mucho, y que en diferentes etapas, tuvo, al menos, dos amantes en la redacción, uno de ellos, casado. Pero hay que tener estómago y ser lacayo para escribir columnas sobre la jefa.
Hete aquí que el narcisista de Orihuela del Tremedal siempre se ha creído Napoleón pero lo grave fue que una parte considerable de la nación se lo creyó durante un tiempo. Porque llegó la masacre de Atocha, el 11-M, 192 asesinados, con todas sus ilusiones y esperanzas, yendo a trabajar. Y el PP perdió el poder, contra las previsiones. Y un periodista de El Mundo, ya retirado, cogió los apuntes que tenía sobre el 11-S como documentalista para un libro de J.J Benítez y se puso a hacer una novela negra con el manual del perfecto terrorista y el manual del perfecto policía. Y vendió. Y Pedro J forzó a los italianos a comprar el Grupo Recoletos. Y Losantos se puso a dar la matraca. Y ese abuso de poder mediático, con un cúmulo mutante de inmensas estupideces, tuvo éxito.
Y surgió un personaje patibulario, un fabulador cutre, un tal Luis del Pino
Podía haberme callado y es lo que debía haber hecho. Vaya por delante, que no estoy dispuesto a debatir sobre el 11-M, porque no lo hace nadie, porque quedé cansado de ello y porque ese par de falsarios de Pedro J y Losantos nunca investigaron nada, simplemente se dedicaron a mentir y manipular, mentir y manipular, manipular y mentir. Y hasta surgió un personaje patibulario, un fabulador cutre, haciendo negocio de la tragedia, un tal Luis del Pino.
En esta sociedad, no se entienden las motivaciones altruistas, pero lo cierto y verdad es que un heroico geo había muerto en el asalto al piso de Leganés, Francisco Javier Torronteras. Un español de bien que ese día estaba fuera de servicio. Y fue llevado a la muerte por una cadena de mando de inútiles al final de la cual estaban Ángel Acebes y José María Aznar. Y me imaginé a mi padre, capitán de la Guardia Civil, que en gloria esté, al que se ordena que asalte un piso, muere y luego sus mandos no dan la cara y son los aliados de unos amorales que dicen que todo es un montaje y que se llevó al piso de Leganés a los islamistas ya muertos y todas esas inmundicias estúpidas que largaron Losantos y su del Pino.
Pero, bueno, por ver si había algo, me reuní con un dirigente sindical de la CEP, Lorenzo Nebreda. Ese sindicato policial estaba dando pábulo y respaldo a la patraña. Y le pregunté si había algo, y me dijo que nada de nada, pero no se iban a oponer a la histeria porque les iban a poner la cruz y no les volvían a sacar. Así funciona esta España que nos ha tocado sufrir y en la que tenemos que luchar por cambiarla.
En realidad, Ángel Acebes tenía que haber dado muchas explicaciones por su inutilidad, por la incapacidad para abortar la masacre, por cuestiones como que, a pesar de la aznarista intervención en Iraq, un empeño personal que la nación no compartió, no se tomó ninguna medida de prevención del terrorismo islamista y ni una sola vez se habló del tema en la Junta de Seguridad. Así que Losantos estaba muy interesado en proteger a uno de los más destacados miembros de la facción pepera esperancista-aznarista de la que era el vocero a sueldo y se le premiaron los servicios prestados con dinero negro en la compra de acciones y con una piñata de concesiones. Por el camino, se suicidó la frágil esposa de un comisario, que no soportó que Losantos les señalara un día sí y otro también como autores o colaboradores de la masacre.
En esa cuestión, Ariza se portó correctamente y no me impuso la censura. Una vez pretendieron que tuviera un debate en El gato con Luis del Pino, pero huyó del plató.
Me sorprende gratamente que ahora Losantos ya no tenga defensores. Entonces, acudían en manada a hacerme la vida imposible. Y casi lo consiguen. Pero hay una maldición del 11-M de forma que cuantos montaron aquella soberana estupidez, que vejó a las víctimas y desarmó a la sociedad respecto a la grave amenaza islamista, se les va a torcer todo en la vida. Y ya se les está torciendo: el digital de Pedro J es un fiasco, en el que no quiere trabajar ni su hija. Y el chiringuito de Losantos se cae a pedazos: por si alguno tiene la tentación de acudir a esa oscura ampliación de capitales que han puesto en marcha, que tenga en cuenta que los 3 millones de euros que Losantos obtuvo por la venta de la TDT a un grupo empresarial evangelista se los pulió en el mismo año y que según el accionista César Vidal: la acción de Libertad Digital a día de hoy vale cero.