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Podemos tiene la misión de echar a Rajoy

Redacción




Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, en la encrucijada. /Foto: 20minutos.es
Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, en la encrucijada. /Foto: 20minutos.es

Luis Bru

Sin conseguir dar explicación a ese terremoto de la evasión abstencionista de 1,1 millones de sus votantes, sin haber reclamado recuento y cotejo, a Podemos le queda, para justificar, su existencia la misión de echar a Rajoy. Al menos, eso.

El término casta ha ido desapareciendo de su lenguaje, las veleidades revolucionarias de Monedero son una quimera arrumbada, el sorpasso no se ha producido, y el heroísmo de la lucha partisana, con las proezas conseguidas, que es de justicia reconocer, no puede mantenerse por más tiempo, porque son muchas las energías gastadas.

Por supuesto, todas estas informaciones interesadas de los lacayos peperos, sobreactuando siempre y haciendo méritos ante Génova y Moncloa, de conflictos entre pablistas y errejonistas no tienen recorrido. Iñigo Errejón no es nadie sin Pablo Iglesias. Hay cierto cesarismo justificado en Podemos porque fue Pablo Iglesias el que rompió, en solitario, en las elecciones europeas, él ha sido el que ha creado la estructura y la referencia de las bases.

Pájara y miedos escénicos de Pablo Iglesias

Ahora, tiene, claramente, una pájara, de cansancio personal. Como si se tratara de una pandilla de amigos jugando a la política, se sincera, huyendo de su soledad, de la soledad del poder, exhibiendo sus miedos a la nueva etapa de ejércitos regulares e institucionalización. Cuando dice que la gente ha tenido miedo a votarles como opción de Gobierno, indica que él tiene miedo escénico a ese reto, a ser vieja política, a convertirse en lo mismo que ha criticado, a caer en el cretinismo parlamentario, a deteriorar su pequeña pureza revolucionaria –esa ligera estupidez semántica de ser sexy- en los vericuetos de la componenda.

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Unidos Podemos, que ya no es sólo la transversalidad de Podemos, que eso se ha perdido, ciertamente, y ya resulta irrecuperable, detecta que los desencuentros con el PSOE, el no formar Gobierno, le ha perjudicado; que cierto clima estético de aventurerismo en las instituciones tampoco les ha beneficiado. Y aunque el perjuicio, según todos los indicios, se llama INDRA, Podemos ha asumido el resultado y ha de entrar en el terreno de juego sin aspavientos ni atenazantes miedos escénicos.

Si Podemos quiere transmitir esa seriedad institucional, esa capacidad constructiva dentro del sistema, ha de entrar en el Gobierno para echar a Rajoy. Esa es hoy, aquí y ahora, su misión histórica; reducida respecto a los objetivos primigenios, pero suficiente para justificar el esfuerzo de tanta gente decente y digna.

¿Podrá Pablo Iglesias, en cualesquiera de los escenarios, mantener la cohesión mínima en toda esa amalgama de partidos que ha ido sumando, en estricta yuxtaposición? Esa es una pregunta inquietante y decisiva, en una formación que ha vivido dos años al día, con un ritmo de vértigo, y esa es una de las dudas que dejó caer Pablo Iglesias en el Consejo Ciudadano del sábado.