Enrique de Diego
Emmanuel Macron, incoloro, inodoro e insípido, se abismó en la más completa manipulación cuando, en el debate mano a mano de la segunda vuelta, acusó a Marine Le Pen de llevar a Francia a la “guerra civil”. Su tortuoso argumento de falsario se basaba en que daba alas para la radicalización de los integristas, como si estos no se hubieran estado radicalizando desde hace tiempo, y no tuvieran bastante base en El Corán.
Pero, al tiempo, el líquido y, a veces, gaseoso Macron ha introducido un concepto clave, “guerra civil”, que refleja una realidad. Cuando se produjo la masacre de Bataclan un desorientado François Hollande mandó al portaaviones Charles de Gaulle a bombardear al Daesh en Siria, cuando los asesinos estaban en París y Bruselas.
Francia sufre una guerra civil declarada por el islamismo que es llevada a cabo por musulmanes de nacionalidad francesa. Y esa guerra se ha cobrado ya 230 vidas.
Gilles Kepel ha vaticinado guerras civiles por toda Europa con musulmanes de segunda y tercera generación de inmigrantes, que han nacido en naciones de Europa a las que odian. Giovanni Sartori sentenció: «Estamos en guerra con el islam y si no lo reconocemos, la perderemos«. Y la vamos a ganar.
Esa guerra civil la han provocado los François Hollande y Emmanuel Macron, y también en menor medida los Nicolás Sarkozy, con sus políticas de puertas abiertas, inmigración masiva y ayudas sociales a los integristas.
Es Macron el culpable de esa guerra civil con su laxitud y su debilidad frente al integrismo. A él es al que hay que pedir cuentas y se le pedirán.