El fútbol «femenino» es una creación artificial del globalismo. Entre las múltiples contradicciones del islamo-izquierdismo, en el fútbol femenino se da una de las mayores. Las selecciones europeas masculinas están pobladas por futbolistas negros, inmigrantes a los que se les concede la nacionalidad o de segunda generación. Mbappé no se parece a Platini y los dos juegan para Francia, Lamine Yamal no es Camacho, Saka y Beckham poco tienen que ver, o Rudiger no es un alemán al uso como Beckenbauer. Sin embargo, en el fútbol femenino apenas hay jugadoras negras en Europa. Los inmigrantes priorizan la llegada de hombres, y aquellas familias que tienen hijas, con su visión contraria a los postulados del feminismo, no permiten que sus hijas jueguen al fútbol.