Christine Lagarde, actual presidenta del Banco Central Europeo (BCE) y exdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), ha sido durante años una figura prominente en la política y las finanzas globales. Sin embargo, su trayectoria está plagada de errores, decisiones cuestionables y un escándalo que pone en entredicho su competencia: el caso Adidas, también conocido como el caso Tapie. Lagarde, nacida en París en 1956, se formó en derecho y ciencias políticas, destacándose como abogada en Baker & McKenzie, donde llegó a ser la primera mujer presidenta de la firma. Su entrada en la política francesa en 2005 como ministra de Comercio Exterior, y posteriormente como ministra de Economía, Finanzas e Industria bajo el gobierno de Nicolas Sarkozy (2007-2011), la catapultó a la escena internacional. Sin embargo, su ascenso no estuvo exento de críticas. A pesar de su imagen de gestora competente, Lagarde carecía de experiencia en banca central cuando asumió la presidencia del BCE en 2019, un hecho que generó escepticismo sobre su idoneidad para el cargo.
Sus años al frente del FMI (2011-2019) también estuvieron marcados por controversias. Si bien algunos alaban su enfoque hacia políticas menos ortodoxas y su defensa de la igualdad de género, otros critican su gestión en crisis como la de Grecia, donde los programas de austeridad del FMI agravaron la recesión, con una caída del 30% del PIB. Asimismo, el préstamo de 57 mil millones de dólares a Argentina en 2019, basado en proyecciones económicas poco realistas, desencadenó una grave crisis de deuda en el país, evidenciando una falta de rigor en la evaluación de riesgos. Estas decisiones reflejan una tendencia a priorizar agendas políticas sobre el análisis técnico, un patrón que se repite en el caso Adidas.
El caso Adidas: Negligencia y favoritismo político
El escándalo más grave de la carrera de Lagarde es, sin duda, el caso Adidas, un episodio que expone su negligencia y su posible complicidad en un esquema de favoritismo político durante su etapa como ministra de Economía de Francia. El caso tiene su origen en 1993, cuando el empresario Bernard Tapie, amigo cercano de Nicolas Sarkozy, vendió su participación en Adidas a través del banco semipúblico Crédit Lyonnais por 318 millones de euros. Tapie alegó posteriormente que el banco lo había engañado, revendiendo la empresa a un precio muy superior y generando plusvalías que él no recibió.
Tras años de litigios, en 2007, poco después de que Lagarde asumiera el Ministerio de Economía, se decidió resolver el conflicto mediante un arbitraje privado, una medida inusual para un caso que involucraba fondos públicos. En 2008, este arbitraje otorgó a Tapie una indemnización de 403 millones de euros, incluyendo 45 millones por «perjuicio moral», una suma que escandalizó a la opinión pública francesa. La decisión de Lagarde de optar por el arbitraje privado, en lugar de seguir la vía judicial ordinaria, fue duramente cuestionada, especialmente porque el proceso benefició a un aliado político de Sarkozy.
Errores clave en el caso Adidas
Decisión de arbitraje privado sin justificación sólida: Lagarde aprobó el arbitraje privado a pesar de las advertencias de la Agencia de Participaciones del Estado (APE), que emitió seis notas en contra de esta vía por considerarla arriesgada para las finanzas públicas. Su elección ignoró los procedimientos habituales para casos que involucraban dinero público, lo que levantó sospechas de motivaciones políticas.
Falta de supervisión y delegación irresponsable: Lagarde afirmó que confiaba en su jefe de gabinete, Stéphane Richard, para gestionar el proceso, pero no leyó las notas críticas enviadas por sus propios servicios ni evaluó los riesgos de la operación. Esta delegación ciega resultó en una indemnización desproporcionada que costó millones a los contribuyentes franceses.
No recurrir la decisión del arbitraje: A pesar de que la suma incluía 45 millones por perjuicio moral, un concepto considerado exorbitante, Lagarde decidió no apelar la decisión, cerrando el caso de forma precipitada. En el juicio, admitió que no contempló recurrir porque «no era el único asunto en el que trabajaba», una excusa que refleja una alarmante falta de diligencia.
Relación cuestionable con Sarkozy
Durante un registro en su domicilio en 2013, la policía encontró una carta de Lagarde a Sarkozy en la que expresaba: «Utilízame mientras te convenga a ti, a tu acción y a tu casting […] Con mi inmensa admiración». Esta misiva sugiere una lealtad personal que podría haber influido en su decisión de favorecer a Tapie, un aliado del expresidente.
Consecuencias legales y reputacionales
En 2014, Lagarde fue imputada por negligencia en el caso Tapie, y en 2016, la Corte de Justicia de la República (CJR) la declaró culpable de negligencia que derivó en malversación de fondos públicos. Sorprendentemente, no recibió ninguna pena ni sanción penal, una decisión que muchos atribuyen a su estatus político internacional y al contexto de la crisis financiera global. El FMI, lejos de cuestionarla, reafirmó su confianza en ella, y su carrera continuó sin interrupciones, lo que generó críticas sobre la impunidad de las élites.
El arbitraje fue anulado en 2015 por la justicia francesa, y Tapie fue condenado a devolver los fondos, pero el daño a las arcas públicas ya estaba hecho. El caso no solo evidenció la negligencia de Lagarde, sino también un posible entramado de favores políticos que benefició a un empresario cercano al poder a costa de los contribuyentes.
Otros errores y críticas
Más allá del caso Adidas, Lagarde ha enfrentado críticas por su gestión en otros ámbitos:
Comentarios polémicos: Vogue describió a Lagarde como una figura polarizante, y sus declaraciones a menudo han generado controversia. En 2012, su comentario sobre la evasión fiscal en Grecia fue percibido como condescendiente, lo que le valió críticas por su falta de sensibilidad hacia las dificultades de los ciudadanos griegos. Asimismo, en 2015, elogió al fallecido rey Abdullah de Arabia Saudí por su supuesto apoyo a los derechos de las mujeres, ignorando las graves violaciones de derechos humanos en ese país.
Gestión en el BCE: Como presidenta del BCE, Lagarde ha sido criticada por rechazar medidas como la reestructuración de la deuda griega, y por su falta de experiencia en banca central, lo que ha generado dudas sobre su capacidad para liderar en un contexto económico complejo.
Privilegios fiscales: Como directora del FMI, Lagarde recibió un salario libre de impuestos de 468.000 dólares anuales, un beneficio que contrastaba con sus críticas a la evasión fiscal, generando acusaciones de hipocresía.