Enrique de Diego.
Abc no es difícil profetizar su cierre inminente porque ha perdido su identidad, su esencia. Es hoy una escoria globalista y ya hay demasiadas, no caben todas; todas esas escorias mantienen los mismos silencios y sostienen las mismas mentiuras. En la plandemia, con los confinamientos, con el aplauso a las 8 y con las timo vacunas, Abc fue uno más sin norte, atentando contra sus lectores.
Cuando yo ingresé en Abc atravesaba una grave crisis, pero no de identidad. y puso salvarse, a fuerza de trabajo y de exclusivas. Cuando uno ingresaba sabía a que se atenía, la línea editorial estaba clara: unidad e identidad de España, valores tradicionales, libre empresa, sentido común, defensa de los lectores a ultranza. Había una tradición de bien escribir, forjada por generaciones de los mejores escritores y periodistas.
Había ideas claras de qué se defendía y a quien representaba. No tenía cabida un engendro woke como Relevo, ni nunca se hubiera fichado como su director a un periodista tan marcado para el puesto de director como Óscar Campillo, el biógrafo de esa escombrera y ese desastre nacional de José Luis Rodríguez Zapatero. Una biografía hagiográfica donde esa nulidad parece un as del baloncesto y no el destructor de la nación.
La pérdida de identidad convierte a Abc en un cáscara vacía, en un galeón desarbolado, a la deriva, en una simple marca sin contenido, en las antípodas de su tradición. Esa deriva dolorosa se ha hecho con Vocento, pero la ha legitimado Catalina Luca de Tena, detentadores del linaje familiar, promocionando auténticos incompetentes como Joaquín Vila y José Antonio Vera Gil, que luego traicionaron al legado de Abc pasándose a La Razón, bazofia infecta.
Abc debe cerrar. No merece sobrevivir.