Javier de la Calle.
La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ha anunciado una revolución en los sistemas de pago para acabar con la dependencia de Europa de plataformas estadounidenses y chinas como Visa, Mastercard, PayPal y Alipay.
En declaraciones recogidas durante el programa The Pat Kenny Show, Lagarde ha advertido que el control de las principales infraestructuras de pagos digitales está en manos de gigantes tecnológicos no europeos, lo que compromete la soberanía financiera del continente. «Nos hace vulnerables», ha señalado, insistiendo en que ha llegado el momento de que Europa desarrolle una alternativa propia que garantice su independencia tecnológica y económica.
El llamamiento de Lagarde se produce en medio de un renovado interés por completar la Unión de Mercados de Capitales (UMC), un proyecto largamente debatido dentro de la Unión Europea que busca consolidar un mercado único de inversiones y ahorro entre los Estados miembros. La presidenta del BCE sostiene que este avance permitiría fortalecer el acceso a la financiación tanto para empresas como para ciudadanos, al tiempo que aliviaría parte del peso que actualmente recae sobre la política monetaria.
Lagarde ha planteado que una verdadera integración del mercado de capitales podría actuar como antesala de una futura unión fiscal y ha estimado que esta transformación podría generar un valor añadido de hasta tres billones de euros anuales, aunque esta cifra procede de fuentes no oficiales. Informes más conservadores, como el del Servicio de Estudios del Parlamento Europeo (EPRS), calculan que el impacto acumulado hasta 2032 rondaría los 2,8 billones de euros, incluyendo más de 320.000 millones directamente atribuibles a completar la unión económica y monetaria.
En cuanto a la creación de una infraestructura de pagos autónoma, Lagarde ha reconocido que el camino será complejo. Entre los principales escollos se encuentran la necesidad de realizar inversiones iniciales colosales, las bajas comisiones interbancarias en Europa que reducen la rentabilidad del sector, y la dificultad de modificar los hábitos de usuarios y comerciantes, habituados a operar con las plataformas dominantes.
Además, desarrollar una solución europea implica superar retos técnicos como la interoperabilidad entre países, la ciberseguridad, la prevención del fraude y la integración con sistemas bancarios nacionales. A ello se suman los desafíos de gobernanza, ya que es esencial que tanto las instituciones comunitarias como los gobiernos nacionales trabajen en estrecha coordinación para garantizar la viabilidad del proyecto.
La presidenta del BCE ha definido este proceso como una «marcha hacia la autonomía», en la que Europa no sólo reduciría su exposición a actores extranjeros, sino que también ganaría herramientas para proteger su estabilidad financiera. «Necesitamos una oferta propia que nos represente y nos dé control sobre nuestra infraestructura económica», ha concluido Lagarde.