2. ¡Los invitados de Teresa!
En su libro Historia de un alma, Santa Teresita nos cuenta secretos maravillosos acerca de su amor por Jesús y su manera de agradarlo. Podríamos imitar uno de sus descubrimientos, muy original por cierto, porque nos abriría a nuevos horizontes en nuestra manera de recibir a Jesús durante la Santa Misa (PS 1). A los 11 años, Teresa se preparaba para hacer su primera comunión. En cierta ocasión, sintiéndose muy pequeña y débil para recibir al mismo Dios en su corazón, ¡tuvo la brillante idea de valerse de invitaciones! En varias ocasiones, la vemos convocando en su interior a una especie de “comité de acogida celestial” para que Jesús se sintiera muy a gusto en ella y a encontrara allí a sus amigos más queridos. Humildad y audacia se entrelazan en su oración:
“No encontrando nada en mí que pudiera atraer la mirada del Buen Dios, me ofrecí a todos los santos para que me prestaran sus méritos. Le rogué a la Santísima Virgen que me presentara como su hija a Jesús, y a los ángeles y santos que ofrecieran por mí todo lo que debería haber ofrecido yo.”
¿Y por qué no pedirle a toda la Corte Celestial que nos comparta su alegría?
“Sintiéndome tan pobre y sin méritos, rogué a todos los santos del Cielo que vinieran en mi ayuda, y ellos acudieron a protegerme y a festejar conmigo el día de mi Primera Comunión”. “Invoqué a los ángeles y a los arcángeles, rogándoles que purificaran mi corazón y lo hicieran digno de recibir al Dios del Cielo”.
Cuando llegó el día tan esperado de su primera comunión, el 8 de mayo de 1884, no es sorprendente que recibiera un inmenso favor que iluminaría toda su vida: “¡Ah! ¡Qué dulce fue el primer beso de Jesús a mi alma! Fue un beso de amor, me sentí amada y también le dije: ‘Te amo, me entrego a Ti para siempre’. No hubo reclamos, luchas, ni sacrificios. Desde hacía mucho tiempo Jesús y la pobre Teresa se habían mirado y comprendido… Aquel día, no fue una mirada sino una fusión; ya no eran dos, Teresa había desaparecido como una gota de agua en el océano, y quedaba solo Jesús. Él era el amo, el Rey”. (Manuscrito A)
Teresita nos recuerda aquí que la comunión es el momento culminante de nuestra unión con Jesús. ¡Aprovechemos este magnífico ejemplo para vivir de manera diferente nuestras propias comuniones, preparándonos con amor y buscando hacer feliz a nuestro Huésped celestial! Antes de su primera comunión, Teresa hizo un número impresionante de pequeños sacrificios: ¡en tres meses realizó 818 sacrificios y 2773 actos de virtud (registrados en su libretita)!
Como la Misa con la comunión sacramental (en estado de gracia) es una de las condiciones para obtener la indulgencia plenaria durante el Año Jubilar, agradezco a Teresita por mostrarnos aquí el mejor camino. ¡Sí! ¡Tenemos en común con Teresita a todos sus amigos celestiales!
3. El 18 de marzo la vidente Mirjana recibirá la aparición anual de la Santísima Virgen. Al igual que a Jakov y a Ivanka, ya no se le aparece a diario. La Virgen le dijo que ese día (18 de marzo) sería un día importante en el futuro. No sabemos de qué se trata, pero no olvidemos que, más de una vez, María nos repitió: “Los estoy preparando para un Tiempo Nuevo”. Palabras todavía misteriosas que se aclararán con el tiempo. Será “un tiempo de paz que mi Corazón espera con impaciencia”, afirmó (25/6/1995).
¡Esta buena noticia no deja lugar al miedo!
4. El 19 de marzo celebraremos la solemnidad de San José, sin duda el más grande de los santos porque, tanto en el Cielo como en la tierra, Jesús y María le obedecen.
¿De qué manera Dios modeló tan cabalmente su corazón? Aquí hay dos aspectos principales de su santidad que pueden inspirar nuestros esfuerzos de reconciliación.
¡Perdonaba siempre! A través de los místicos, vemos que comenzó muy pronto a perdonar a su propia familia.
Antes del nacimiento de Jesús, José podría haberse preguntado cómo el Padre, siendo tan bueno, podía enviarlos a un viaje tan largo, a pie y en burro, en el frío, con su esposa embarazada. Perdonó a los habitantes de Belén que no los acogieron cuando buscaban un lugar digno para el nacimiento de Jesús. ¡Imaginemos la humillación que debió haber experimentado al ofrecerle a su esposa, exhausta por el viaje, una cueva insalubre!
Perdonó a Herodes, aquel rey déspota, cuyo maquiavélico plan los obligó a huir de noche a Egipto para salvar a Jesús de la masacre. Muchas veces podría haberse rebelado, tentado por el diablo. Pero siempre aprovechó las humillaciones para crecer en humildad. Fue frecuentemente incomprendido y despreciado por el pueblo de Nazaret; sin embargo, él siempre perdonó, continuando su camino bajo la mirada de Dios.
¡Es un hombre de paz! Perdonó a muchos de sus clientes que, conociendo su inmensa bondad, no le pagaban por el trabajo perfecto que había realizado para ellos. En estas condiciones, ¿cómo podía este padre de familia proveer el pan para María y Jesús? José es el hombre de la Providencia; sabrá socorrer a quienes lo invocan en sus necesidades. Él nos ayudará a purificar nuestro corazón de todo resentimiento y rencor hacia quienes nos hacen daño.
Se sometió siempre y de inmediato a lo que recibía de Dios en sueños o a través de su ángel de la guarda. No discutía, aunque no entendiera todo. Siguiendo su ejemplo, no esperemos comprender el plan de Dios para someternos a él. ¡Perderíamos tantas gracias!
¡En el Cielo el poder de San José es incomparable! Jesús dijo a la Beata Alessandria da Costa. 1904-1955. (PS 2): “Pídeme lo que quieras en nombre de quien, en la tierra, fue mi padre adoptivo. Pide y di a todos que me hagan peticiones en su nombre: Él puede obtener de mí en el Cielo lo que todos los santos juntos no conseguirían”.
¡Con motivo de su fiesta, invoquémoslo con confianza! Su oración hará llover ríos de bendiciones sobre nuestro mundo sufriente. ¡Lo necesitamos más que nunca! (PS 3) ¡Sus letanías son una oración muy poderosa!
5. ¿Sacar a un sacerdote del Purgatorio? Entre las obras de misericordia recomendadas con motivo del Año Jubilar, propongo la celebración de una misa por la liberación de un sacerdote en el Purgatorio, donde los sacerdotes sufren mucho. Este sacerdote estará deseoso de ayudar poderosamente a sus compañeros sacerdotes en la tierra que se hayan involucrado en caminos de pecado y muerte espiritual, a fin de que regresen de todo corazón a Cristo y a su Palabra. ¡Haremos así un bien inmenso a la Iglesia y al mundo!
Querida Gospa, no podemos imaginar cómo sería el mundo sin ti y sin tus intervenciones maternales a favor de los pecadores que somos. ¡Te agradecemos tanto por ello! Nunca te cansarás de amarnos y de demostrárnoslo de 1000 maneras. ¡Te suplicamos que pongas en nosotros la llama del amor que abrasa tu corazón!
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