Enrique de Diego.
Por fin se ha ido, retirado Rafa Nadal -Rafa Fatal, según el magnífico mote puesto por Colin Rivas-, un Rafa claramente avejentado, en el que son notorias las secuelas de la timo vacuna, de su pareja de dobles el tarado genocida Bill Gates. Incluso ha perdido el pelo, el que lucía poblada melena. Está calvo.
El deporte debe incluir notas de ejemplaridad y éste pedazo de carne con ojos es un lacayo del globalismo, ha vendido su alma al diablo; aprovechó el tirón de su popularidad para promover por activa y por pasiva la timo vacuna, especialmente entre los niños, y eso no tiene perdón de Dios.
En Australia afeó a Novak Djokovic que no cumpliera las normas, que están para cumplirse; argumentación penosa. Hoy Novak Djokovic, el único deportista de élite que ha estado a la altura de las tremendas circunstancias, está sano como una manzana, sigue en el circuito, es campeón olímpico. Toda una parábola.
Después de meter la pata hasta el corbejón, el único fututo que te queda es anunciar crecepelos.
Rafa Fatal es el ídolo caído de todos los borregos, gilipollas y subnormales tino vacunados. Patético.