Virginia Montes.
Las encuestas no acertaron, como era previsible, pues son instrumento del globalismo, y Donald Trumpm consiguió una victoria arrolladora -la tercera- que lo devuelve a la Casa Blanca. Pronto se vio que la victoria iba a ser arrolladora y los llamados estados indecisos cayeron una tras otro del lado de Trump, que gana también en voto popular y en delegados.
Además recupera la mayoría en el Senado y probablemente en la Cámara de Representantes. El partido demócrata entragado a la patraña woke afronta una grave crisis. Kamala era unn esperpento woke que se hundió en las sombras. Las minorías votaron por Trump: los latinos, asiáticos y los afroamericanos. Mientras por Harris votaron solamente los amigos de Diddy y las aborteras de Planned Parenthood.
Trump, que siguió la noche electoral junto al inglés Nigel Farage y el hijo de Bolsonaro, recibió exultante el mandato popular sin paliativos: «Esta va a ser la época dorada de EEUU. Es una victoria increíble para el pueblo de EEUU».
Después de superar dos atentados, el primero milagrosamente, Estados Unidos ha apostado decididamente por el cambio. En política exterior, Zelenski, el infame, está totalmente acabado y Ursula von der Leyen pierde pie.
Le tocará afrontar los importantes retos: repatriar a todos los inmigrantes que han entrado ilegalmente bajo la Administración Biden y sacar a Estados Unidos de la crisis económica que se ha ido labrando.
Pero, en cualquier caso, en la absurda lucha por el «alma de Estados Unidos» declarada por Harris, ha ganado el Bien.