Javier de la Calle.
Cuando la corrección política no dominaba España, se podía usar el término mojabragas. El concepto de «Swifter» es la evolución de este, con origen en la tierra que más mal ha exportado, Estados Unidos.
En tiempos de redes sociales, la juventud está más sola que nunca. Y ahí aparece Taylor Swift. Su éxito es venderse como una chica normal, con los problemas psiquiátricos que el resto de peones del sistema. En ese momento, surge el efecto esperado: la mojabragas de turno se identifica con una multimillonaria. Error de bulto, con una explicación. Las niñatas desconocen que es Blackrock, aunque puedan buscarlo a través de su smartphone, pero el sistema prefiere que estén entretenidas cantando Shake it off.
Taylor no surgió de la nada. Pero la juventud identificada con ella cree que podrá alcanzar el éxito, si ella lo hizo luchando contra sus males. Pobres ilusas. A ella le da igual. Desde el jet la distancia con el mundo es sideral. ¡Más madera! El dinero fácil circula. Los padres siguen pagando viajes y entradas para sus conciertos. Es el fenómeno Swifter. El que mejor explica el vacío occidental.