Javier de la Calle.
El equipo de Rambla Libre tras una exhaustiva investigación, con los mejores medios técnicos del mercado, ha podido confirmar que las canciones de Taylor Swift dañan al sistema límbico del cerebro; están pensadas y programadas para dañar el sistema límbico.
Es la persona más influyente del mundo. El nombre de Taylor Swift aparece hasta en los lugares más insospechados. La CIA y la KGB exploraron en el siglo XX las opciones de batir al enemigo usando un enemigo invisibles como es el sonido. Los rusos pusieron en práctica la reproducción de ondas sonoras que sin ser la víctima consciente, afectan a su organismo con dolores de cabeza que derivan en otros problemas como vómitos o mareos.
Estados Unidos fue un paso más allá, y de inicio financió la grabación de canciones con letras favorables a los intereses del Gobierno, como la movilización para la Guerra de Vietnam. Los investigadores de la CIA no tardaron en determinar que la grabación de canciones en vibraciones concretas afectaban al funcionamiento cerebral.
Las operaciones de la CIA se realizaron junto a las discográficas. Republic Records, la actual discográfica de Swift, es un sello de Universal, una empresa de Vivendi. La compañía francesa tiene a Blackrock y Vanguard como dos de sus principales accionistas. Los fans de Swift recuerdan como algo heroico, casi hercúleo, que Swift tuvo que volver a grabar sus canciones después de cambiar de productora. En la regrabación de estas canciones hay leves cambios. Según el equipo de Swift se trató de arreglos para adaptarlas a su voz, que han gustado enormemente a las swifties.
En un detallado estudio de la Universidad de Harvard, se certifica que la música puede actuar la amígdala. En 2023, una persona tan interesada por el cerebro y conocedor de los secretos de la élite como Elon Musk dejó un críptico tuit en el que afirmaba sobre Taylor Swift: «Su capacidad para la resonancia límbica es asombrosa».
Musk dio en el clavo, pero ningún medio quiso tratar el secreto que esconde Taylor Swift, que probablemente ni ella sea consciente, pues son los ingenieros de sonido quienes controlan estos aspectos. El sistema límbico controla las emociones y especialmente la memoria. Esta reacción innata se ha observado en pacientes con Alzheimer, que responde a los estímulos de la música. Como Musk apuntó, las canciones de Taylor Swift son especialmente reactivas con el sistema límbico. El uso abusivo de la tecnología y sus efectos obligan a Swift a variar sus actuaciones en directo, principalmente decelerando el ritmo musical de sus piezas. El fenómeno swiftie tiene otros efectos para la salud, como el estrés al acudir a un concierto en directo o el impulso por cantar junto a miles de personas, que han derivado en casos diagnosticados de amnesia temporal.
En Rambla Libre hemos consultado al productor Alejandro Cabello acerca de la discografía de Swift, la cual divide en dos grupos. En su opinión, Swift no tiene una voz que sea especialmente atractiva para la grabación, más allá de una limpieza en la dicción. En su esquema musical, las canciones de Swift suelen utilizar sonidos repetitivos en el inicio, para ganarse la atención del oyente. Cuando Swift comienza su parte vocal, en opinión del productor consultado, las canciones de Swift están grabadas con múltiples pistas al mismo tiempo, que le permiten incorporar diferentes voces, que en muchos casos es la suya propia. Swift gusta de jugar con ruidos vocálicos, para llevar al oyente hasta el estribillo, en el que el cerebro, tras esperar su llegada, libera dopamina, en interacción con el sistema límbico.
Las consecuencias son múltiples, según la predisposición genética y la influencia de la música de Taylor Swift en cada persona. Desde trastornos afectivos a episodios de esquizofrenia, derivados de los picos de neurotransmisores durante las canciones. Esta variabilidad prolongada causa epilepsia, y a largo plazo amnesia. Los efectos sonoros también aparecen en oyentes que no entienden la lengua en la que canta Swift, al ser reacciones cerebrales derivadas de un estímulo auditivo.
«Los productores de Swift son genios, han sabido innovar», comenta Alejandro Cabello. Los tradicionales «puentes» con instrumentos han sido sustituidos, y Swift llega a solapar su voz, antes de que la canción entré en un vacío que se reinicia para llegar nuevamente al estribillo. Una parte clave y diferencial es el final de las canciones, los cuales no tienen segundos muertos, por lo que el oyente entra en un bucle en el que busca oír de forma continuada el estribillo.
«Las canciones, a excepción de algún grupo, normalmente no focalizan en el inicio y el final, y centran todo en el estribillo, que repiten mediante puentes. Swift tiene claro que el inicio y el final marcan tanto como el estribillo», asegura Cabello. Las canciones de Swift son versátiles, y permiten que por su deceleración en directo sean cantadas por miles de personas. En fases de sus canciones, Swift no tiene reparos en hablar, lo cual suple a los tradicionales instrumentos que unen los estribillos.
«Estas características han terminado por explotar desde que firmó con Universal. Es evidente que en las composiciones se ha fijado un patrón a seguir que está funcionando», confirma el productor Alejandro Cabello. Un modelo que exporta a todos los aspectos de su vida, dirigidos y medidos por profesionales: en su perfil de Instagram, que supera los 283 millones de seguidores, todas las fotografías son publicadas en tonos blancos y negros, para transmitir una imagen alejadas de la tradicional festividad de los músicos, lo cual es un factor psicológico de gran importancia, que explica otra serie de patrones.
El dispositivo en el que se escuchan las canciones varía enormemente la experiencia del oyente. En la actualidad, plataformas como Spotify copan el mercado musical, con la reproducción en auriculares conectados a un teléfono. El uso de auriculares beneficia el uso de múltiples pistas que hace Swift. Los auriculares (sin entrar en las vibraciones de los inalámbricos), tienen efectos como el aislamiento del usuario. Seguidores estadounidenses de Swift han convertido sus canciones de una vibración de 440 hz a 432 hz. El paso de 432 hz a 440 hz se completó en 1939, y no se han estudiado en profundidad sus efectos.
El elemento en cualquier cantautor son las letras. Así consiguió Swift ganarse a millones de estadounidenses. Los fans de Swift conectan con ella al tratar sus canciones sobre vivencias en primera persona. La cantante expone una mente insegura, que atraviesa depresiones por sus devaneos amorosos, al tiempo que no tiene problemas en lanzas loas a las rupturas para empoderarse. Letras en las que se señala al alcohol como agente para evadirse.
«El equipo de Swift rastrea a la perfección los algoritmos. Los títulos están escogidos para que Google muestre la cara escogida», comenta el productor. Una multimillonaria como Swift pretende transmitir que sus problemas son los mismos que los de sus oyentes. Sus canciones están dirigidas a mujeres, principalmente en edad reproductiva, que confunden el empoderamiento con la inestabilidad, lo cual deriva en problemas psicológicos. Los fans de Swift ligan su devenir a la artista, y se han diagnosticado efectos similares a los del final de las vacaciones una vez se ha acudido a un concierto de la estadounidense.
Las canciones de Swift se han ido alejando de ritmos más alegres de sus primeros años, ha evocar la tristeza en sus últimos trabajos. En congresos de salud mental en Estados Unidos se ha abordado la influencia de Swift, y varios profesionales han apuntado a un efecto «mascullante», que aumenta la depresión del oyente, que se identifica con Swift para encontrar consuelo. Swift también contienen mensajes feministas o proLGTBI en sus letras, que claramente predisponen a su público por ideologías políticas de corte progresista.
La cantante juega con la ambigüedad, al decir que las letras evocan a partes de su vida. Las swifties encuentra un reflejo e identificación en Taylor, que ha admitido tener un desorden alimenticio. El fenómeno swiftie tiene una tarea pendiente: conseguir conectar con las personas negras, que no se identifican con Swift, así como sus ritmos les resultan distantes.
Interiorizar las letras de Swift, y normalizar las conductas que está ensalza, ha derivado en depresiones. La artista incluso ha mencionado el suicidio, un alto riesgo dada la permeable mentalidad de sus seguidores. La juventud de Occidente refleja que los casos de enfermedades mentales están en crecimiento exponencial, por lo que encumbrar a Swift como su mayor referente es un riesgo mortal.
Estados Unidos conserva su enorme poder para imponer su cultura en todo el mundo. Sobre esa base, la música de Swift ha sido exportada al resto de Occidente. Los medios sirven como altavoz, así como Internet, en un interminable efecto bucle. La música ha sufrido un cambio de paradigma: ahora no se publican clásicos, sino sencillos que se repiten durante un corto período de tiempo.
Taylor Swift es un coctel letal. Desde los efectos auditivos, que afectan al cerebro, a las letras, que son somatizadas por los oyentes. Fuera del escenario, Swift proyecta sus supuestos problemas, e incluso juega con esa tristeza con su imagen pública. Una combinación que debe frenarse, y revertirse por artistas que inciten a la superación y la alegría. La presencia de Swift en todos los lugares tiene explicación.