Enrique de Diego.
En las Navidades de 2016, algunos vecinos de Villanueva de la Serena, Badajoz, vieron pasear por sus calles a un varón de 65 años, al que identificaron como Pedro José Ramírez. Había ido a conocer a sus futuros suegros, los Sánchez, una familia de clase media. El periodista no hizo vida social. No se paró, que se sepa, a charlar con nadie. En ese momento, el que ha sido definido por uno de sus críticos, José Díaz Herrera, como «el hombre más influyente en los últimos 30 años«, vivía una situación de cambio intenso, tanto en lo personal como en lo profesional, que en su trayectoria aparecen siempre confundidos.
El 29 de octubre de ese año, inmediatamente antes de sus paseos por las calles de Villanueva, había llevado el desayuno a la cama a su esposa, Ágatha Ruiz de la Prada, tres meses de matrimonio y treinta de convivencia, regresada de uno de sus numerosos largos viajes de empresaria y le había espetado con un tartamudeo corregido desde el muy acusado de su juventud, que había otra mujer en su vida y que la iba a abandonar. Ramírez balbuceó un resumen desalentador de su vida: «quizás me queden diez años y quiero ser feliz«. Ese «hombre más influyente en los últimos 30 años» no había sido feliz hasta ese momento. Acompañado siempre por el éxito profesional, su vida le parecía estéril y frustrada y quería rehacerla. Nada nuevo bajo el sol, que dice el Eclesiastés. Abderramán I en su lecho de muerte sólo recordaba tres días de felicidad. Pedro J, a lo que se ve, ninguno.
Ágatha Ruiz de la Prada, diseñadora de proyección internacional, nuestra Coco Chanel hispánica, que ha elevado el corazón a icono mundial de la moda con su «ropa feliz«, marquesa de Castelldosrius y baronesa de Santa Pau, interpretó que «esa tía» -referencia despectiva a la polémica abogada Cruz Sánchez– le había dado un ultimátum al periodista. Algo así, como ya es hora de que se lo digas…El día 28, Ágatha y Pedro J, con sus hijos Tristán y Cósima, y los perros que fueron a la peluquería, hicieron un reportaje de «familia feliz» para la revista Vogue, en el que periodista y diseñadora posaron «abrazados«. La redactora de Vogue planteó a Ágatha un posado fotográfico del matrimonio -tres meses- en la cama, que fue, púdicamente, rechazado.
Cruz Sánchez, la causa de ese viaje equinoccial de Ramírez de Logroño a Villanueva de la Serena, rechazó esa versión en una entrevista en la revista Vanity Fair, el 22 de noviembre de 2017, con la que había entrado en el mundo de las celebritys, que ella siempre había anhelado; todos los que la han conocido desde la juventud la definen como «ambiciosa». Según María Cruz, como fue bautizada, «el día más impactante fue el 29 de octubre del año pasado (2016), cuando Pedro, por su cuenta y riesgo, tomó la decisión de que su vida y, por lo tanto, la mía iban a cambiar». Insistía en dejar toda la iniciativa al logroñés: «Yo me enteré después de que sucediera todo. Cuando él tiene algo claro y toma una determinación, nadie puede torcer su criterio«.
En Villanueva de la Serena, aquellas navidades de 2016 nadie vio pasear juntos a Pedro J Ramírez y a Cruz Sánchez, como si no quisieran dar más que hablar y ser fotografiados. Los vecinos de Villanueva de la Serena, 26.000 habitantes, a 5 kilómetros de Don Benito, en la comarca de La Serena, lindando con la de las Vegas Altas, no consideran a Cruz «del pueblo«. Indican que su familia vino de Jaén y se fue a estudiar a Cáceres, donde se casó con un abogado de prestigio y buena familia, Juan Carlos Iglesias Toro. No se ha prodigado por Villanueva. Su hijo, Álvaro, sí que va todos los años a pesar las vacaciones con sus abuelos. No mantiene amistades. Es uno de los lugares de España donde sus recientes avatares sentimentales han sido menos seguidos. Sólo dos mujeres mayores la reconocen cuando se les enseña fotos de internet. Ágatha Ruiz de la Prada sí es conocida; sí levanta simpatías y sí se sabe de su sonado divorcio. Casi nadie sabe que «una del pueblo» se ha casado con Pedro J Ramírez. Aunque, insisto, no se la considera de la localidad. La madre confirma que llevan viviendo 40 años en el pueblo. Ramírez pudo comprobar que su ya suegro tiene la movilidad restringida y precisa una persona que lo cuida a diario. La madre levanta más simpatías que el padre. Algunos guardan buen recuerdo de Juan Carlos Iglesias Toro, el primer marido, y no se acaban de creer lo de los malos tratos. «Era un pedazo de pan«, dicen.
«Pudimos elegir la forma y el momento para contarlo, pero no la transcendencia», resumió a Vanity Fair, Cruz Sánchez; la citada revista ha definido el revuelo montado como «tsunami mediático de intensidad 10″. Parece que el solitario paseante de las Navidades de 2016 tampoco había medido la transcendencia. Resulta inquietante cierta percepción de que la vida sentimental de Pedro J Ramírez corre en paralelo con su vida profesional, desde los tiempos en que fue aupado, primero en la revista La Actualidad Española y luego en Abc por el numerario del Opus Dei, José Luis Cebrián Boné.
Las tres mujeres de su vida parecen pertenecer a tres etapas: Rocío Fernández, la de la lucha por abrirse paso; Ágatha Ruiz de la Prada es la del periodo exitoso de El Mundo y Cruz Sánchez, la de la aventura cenital de El Español. Hicieron pública su relación sentados delante del anagrama felino de El Español. “Me comprometí mucho antes con El Español que con Pedro, antes con el león que con su director”. Y, si hemos de creerla, se conocieron a comienzos de 2015, cuando Ramírez buscaba financiación para su nuevo proyecto y Cruz convenció a su cliente, el empresario colombiano Carlos Mattos de que invirtiera algo más de 900.000 euros. Eso le dio a Cruz, como representante, un sillón en el Consejo de Administración, y de ahí hasta quince meses después cuando comieron a solas…El compromiso de Cruz con El Español se eleva como uno de los factores clave de la relación: «nos despertamos a las cinco y media de la mañana y leemos El Español en una pantalla gigante frente a la cama. Estamos construyendo una vida en pareja, este es un proyecto en común».
Aquel hombre solitario, que tampoco había medido, azuzado por el corazón, la escandalera que se había organizado, no era ya el hombre más influyente, sino una persona que se sentía vetada por el sistema al que él había pertenecido y en el que se había movido con tanta soltura, compañero de pádel con José María Aznar, confidente con José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora vivía obsesionado con Mariano Rajoy -sólo hablaba de Rajoy, según Ágatha– y con Mauricio Casals, al que culpaba de su nula presencia en las televisiones.
Con nadie en Villanueva de la Serena cruzó palabra. Se le veía preocupado y taciturno. Las previsiones entusiastas de los primeros tiempos no se estaban cumpliendo. Aquella frase exultante pronunciada el 24 de febrero de 2005 de que «nunca se ha dado el caso de que un medio de comunicación fuera un éxito ya antes de nacer» se había demostrado un voluntarismo, como también la suposición de la consejera delegada, Eva Fernández, que llega a la redacción con siete tallas menos, de que El Español iba a valer «entre 100 y 120 millones de euros en los próximos cinco años«. Lejos de ello, las acciones en el Mercado Secundario se han desvalorizado el 70% y en una auténtica estampida de los pequeños accionistas que se entusiasmaron con la aventura, 406 han puesto a la venta 3.391 participaciones.
Desde luego, Ramírez había tomado la determinación de casarse con su nuevo amor y eso explicaba esos solitarios paseos por Villanueva de la Serena, localidad a la que la sesuda investigación La patata en España. Historia y agroecología del tubérculo andino, de Javier López Linaje, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC sitúa como la patria del egregio y delicioso invento de la tortilla de patatas. Y esa determinación era casarse con Cruz Sánchez, lo que haría prácticamente en secreto. No hubo fiesta, ni regalos, ni invitados, ni anillos, ni vestido blanco; sólo dos testigos y un notario.
Pero ¿quién era esa Cruz a cuyos padres había ido a conocer Ramírez y a la que sus convecinos no ponen cara y sólo insisten en que no es de aquí, que vino de Jaén y se marchó joven a Cáceres? La directora del departamento jurídico de violencia de género de la Federación de Mujeres Progresistas, un chiringuito del PSOE que capta cuantiosas subvenciones, afirma: «He dejado ese patrimonio maravilloso que es al anonimato y hecho esa renuncia por el amor que siento por él. Eso lo compensa todo«, de modo que «soy consciente de que me he casado con un personaje público y que ahora mi nombre está asociado a él».
¿Quién es Cruz Sánchez? ¿La que la prensa más amable ha bautizado como la «Amal Clooney española», solidaria y especialista en derechos humanos o la que Jesús Muñoz, que se siente víctima de sus artimañas jurídicas y a la que denunció como inspiradora de siete denuncias falsas, define como «destroza familias» y «cuya estrategia es aniquilarte«? ¿Acaso la que viaja a los campamentos de refugiadas sirias o la abogada de Lydia Bosch que acusó mendazmente a Alberto Martínez de abusos sexuales de su hija? La vida de Cruz Sánchez de Lara esconde algunos misterios y zonas oscuras. ¿Cómo se llama en realidad? ¿Cómo fue la sentencia que condenó a su primer marido a un año de cárcel por maltrato psicológico y sobre la que ha montado su propia épica? ¿Cuál fue su relación con el hijo del actor Alberto Closas? ¿Por qué su primer marido tomó la drástica decisión de no volver a ver a su hijo Álvaro? ¿Cuándo conoció a Ágatha Ruiz de la Prada a la que ha suplantado como el personaje de Anne Baxter en la película «Eva al desnudo»? ¿Por qué se la situado al frente de una trama de denuncias falsas en materia tan delicada como la violencia de género?
La actual esposa del periodista Pedro J Ramírez se ha reescrito a sí misma, ha tenido varias renovaciones, incluso cambios copernicanos, puede decirse, que ha reescrito su biografía, escondiendo algunos aspectos sombríos bajo un montón de escombros. Su primer marido le pagó una operación de cirugía estética para remodelarse las orejas. Una pionera del quirófano.
A lo largo de su trayectoria ha demostrado estar dotada para la escena y las relaciones públicas. La que Pilar Eyre, en un rasgo de lacayismo impropio de una periodista de raza como ella, ha bautizado como «la Amal Clooney» española, ha ido generando su propia imagen, la que consideraba más conveniente para sus intenciones y objetivos, siempre ambiciosos, pues la definición de «ambiciosa» es constante en las diferentes etapas de su vida. Si se escudriña debajo de esa trama de siglas solidarias bajo las que ha ido camuflándose -directora jurídica de violencia de género de la Federación de Mujeres Progresistas, vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Progresistas «Enriqueta Chicano«, Junta Directiva de la Asociación de Juristas «Carmen Cedeira«, responsable de los programas de Igualdad de la Fundación del Tenis Español, vinculada a la Asociación Española de Abogados de Familia, a la Asociación Española de Mujeres Juristas, a la Federation Internationale de Femmes de Carrières Juridiques, miembro del International Justice Watch, fundadora en 2010 de la ONG Tribune for Human Rigths- resulta difícil encontrar un contenido sólido tras las numerosas capas de celofán en las que se ha envuelto.
Pocas como Cruz Sánchez de Lara han encontrado en la ideología de género un lucrativo campo para la proyección personal y profesional. Pero, ¿cómo se llama? Porque Cruz Sánchez de Lara se ha reescrito tanto a sí misma, ha pasado tanto por el quirófano estético su biografía, que incluso ha cambiado su nombre.
La actual esposa de Pedro J Ramírez -la boda más vergonzante, el divorcio más sonado- nació, fue bautizada y registrada como María Cruz Sánchez Sorzano. De ese nombre ha desaparecido María y se ha añadido un de Lara, de resonancias nobiliarias en la historia de España. De sí misma ha dicho que «yo era una víctima de violencia de género porque me encontré un maltratador en el camino, pero antes ya era víctima de mi educación católica y tradicional, por la que se esperaba de mí que fuera una perfecta ama de casa«, explicó en 2010 en un acto institucional de la Delegación del Gobierno de Madrid con motivo del día internacional contra la violencia de género.
La nacida María Cruz Sánchez Sorzano ha mentido mucho sobre su vida, a veces eso ha provocado quebrantos y sufrimientos en quienes se han cruzado con ella; lo ha hecho constantemente, incluso con escenas polémicas en sede judicial, como veremos más adelante. Nadie esperó de ella que fuera una perfecta ama de casa. Se casó siendo estudiante de Derecho con un prestigioso abogado cacereño, Juan Carlos Iglesias Toro, quien le pagó la carrera y la introdujo en el despacho familiar de su padre. La que ha afirmado que no quiere jefes, y ha dado de sí la imagen de una mujer autónoma, fue estrictamente una mantenida económica de quien después, mucho después, denunció por maltrato psicológico. Durante toda la carrera, vivió de lo que aportaba al matrimonio Iglesias Toro. Aunque afirma que cuando se trasladó a Madrid pasó estrecheces económicas, el divorcio por mutuo acuerdo le aportó algo más de 66.000 euros.
Traumada, por lo que dice, por su educación «católica y tradicional» eso puede hacer inteligible la desaparición del María, referencia a la Madre de Dios, pero le queda aún el Cruz, referencia a la simbología cristiana por excelencia. Si bien Cruz es nombre tanto de hombre como de mujer.
Cuando se casó por primera vez, era aún María Cruz Sánchez Sorzano. Como tal figura, como administradora solidaria, en el Registro Mercantil en la empresa de telefonía móvil Elitel Extremeña Comunicaciones SL, cuyo objeto social es «instalaciones telefónicas, telegráficas sin hilos y de televisión, en edificios y construcciones de cualquier clase e intermediarios de comercio«. Empresa que no terminó bien, como veremos.
¿Por qué se cambió el apellido añadiendo el de Lara? ¿Le parecía Sánchez demasiado vulgar y plebeyo? Es un misterio que ha dado lugar a algunas leyendas urbanas. En su entorno jurídico ha llegado a especularse con que ese cambio de apellido se debiera a un interés en esconderse del «maltratador» con el que estuvo casada, pero esto es fácilmente desmontable: cuando bautiza a su hijo Álvaro, el Sánchez ya se ha embellecido con el de Lara, tanto en la madre como en el hijo. También se ha difundido que podría haber conseguido algún título nobiliario de la Unión Europea, pero la UE no tiene más aristocracia que la de los burócratas de Bruselas. Rambla Libre se ha puesto en contacto con el despacho Sánchez de Lara Abogados para conocer su explicación. La pizpireta secretaria ha quedado en pasarla el recado para que nos dé su versión. De manera osada, la secretaria ha aventurado: «Doña Cruz nunca se ha cambiado de apellido, siempre ha sido Sánchez de Lara«. Esto es falso. Aquí estamos esperando para desvelar ese misterio de la vida de Cruz. En su nueva condición de mujer pública, que ha abandonado el anonimato, es obligada la claridad.
Otros misterios de la esposa del periodista Pedro J Ramírez sí los hemos desentrañado y los iremos contando. Hemos iniciado la deconstrucción de Cruz.