Enrique de Diego.
Cruz Sánchez de Lara es la antítesis de Ágatha Ruiz de la Prada. Ha secado a un cenital Pedro J Ramírez. Se inmiscuye en todo hasta ser de hecho la directora de El Español para lo que le falta un hervor. Periodistas con años de colaboración con Pedro J han abandonado la redacción dando un portazo al no estar de acuerdo con la línea editorial y las continuas exigencias e interferencias de Cruz, que no tiene ningún mérito periodístico, que va de marisabidilla hasta haberse convertido en vicepresidenta del Consejo de Administración y llevar una deleznable sección de ODS de la satánica agenda 2030 y marcar la nueva línea de Pedro J en la ideología de género, lo que Jesús Muñoz y la abogada de los famosos Teresa Pueyes califcan de línea feminazi.
Da la impresión de que el de Logroño no sabe hacer la o con un canuto y precisa alguien que le coma la oreja continuamente. Mientras Cruz, que de periodismo no sabe por dónde le viene el aire, que lo único que sabe es ser ultra sumisa a la corrección política, se levanta cada mañana, al decir de Javier Gómez de Liaño, pensando contra quien se querella sin justificación alguna.
Contra el prostrado Juan Carlos Iglesias Toro le salió bien a la vis litigante de Cruz Sánchez de Lara. Desmenuzando la sentencia del Juzgado de lo Penal número 1 de Cáceres, firmada por la juez María José Javato Ollero, con fecha 5 de marzo de 2.005, sobre la que se ha edificado la épica de mujer maltratada de Cruz Sánchez de Lara, directora jurídica de violencia de género de la Federación de Mujeres Progresistas, son más oscuros que claros en esa sentencia hasta parecer un monumental error judicial.
Por el protagonismo que ha ido adquiriendo como una de las más radicales abogadas feministas, defensora de la ideología de género, esa sentencia adquiere especial significado. Los malos tratos psicológicos, que denunció mucho después de haber firmado el divorcio y recibir una sustanciosa transferencia en la liquidación de gananciales, ambos de mutuo acuerdo, nunca fueron demostrados, no hubo ninguna prueba, sino supuestas pruebas periféricas.
El primer marido, Juan Carlos Iglesias Toro declara que “Cruz se lo inventó todo”. Iglesias Toro ha sido objeto de una auténtica persecución judicial instada por Cruz Sánchez de Lara. Actualmente tiene certificada “gran invalidez” y “dependencia 3”, se le ha extirpado buena parte del colon y del intestino, y tras cuatro años postrado en la cama tiene un pie equino, del que tendría que ser operado para intentar recuperar el andar. Iglesias Toro tiene claro que sus dolencias son “la consecuencia de tantos juicios que me ha planteado, de tantos disgustos. Todo lo pasado, lo estoy sufriendo ahora”.
Cruz Sánchez de Lara se ha presentado como una abogada preocupada por los derechos humanos y de una gran solidaridad. Al tiempo, ha sido denunciada porque sus clientes presentan denuncias falsas.
Se trata, por tanto, de un personaje de relevancia social, sobre el que es fundamental comprobar la coherencia entre sus ideas y su conducta. En su biografía se detectan numerosas mentiras sostenidas públicamente por la citada ex abogada, mul mala en el foro y en los escritos, tal y como afirma Jesús Muñoz y numerosos letrados que la han tenido como contendiente. También se considera la sentencia jurídicamente deleznable con absoluta supresión de la presunción de inocencia. Se aportan datos de que se trato de una denuncia oportunista.
En declaraciones a Vanity Fair, la propia Cruz Sánchez de Lara ha asumido el papel de un personaje público. “He dejado de tener ese patrimonio maravilloso del anonimato” y “soy consciente de que me he casado con un personaje público y que ahora mi nombre está asociado al de él”. Esa condición no se debe exclusivamente a su matrimonio con el periodista Pedro J Ramírez, sino a su misma condición de personaje que ha dado numerosas conferencias defendiendo las tesis de la ideología de género.
Lo que ha hecho Cruz Sánchez de Lara es suplantar a Pedro J, convertido en un personaje menor, de tebeo, de feria, temeroso e inseguro, que coquetea con la demencia senil, según sus colaboradores, que tiene numerosos lapsus, que ya El Español no es proyección de su personalidad sino de la de Cruz, al que sus autiguos amigos no le reconocen, que está para sopitas y pan caliente, entregado a la diabólica causa globalista.