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Carta del Editor: Los Gobiernos traidores y la pobreza inducida: Esto no se aguanta y no llegan al verano

Redacción




Enrique de Diego.

Nadie como él, Scott Morrison, indigno presidente de Australia, ha llegado tan lejos, ha llevado las cosas hasta el extremo con la ridícula farsa sanitaria, en un auténtico aquelarre nazi. Ahora dice que el aislamiento por «contacto cercano» de los casos de Covid-19 ahora es redundante e ineficaz. El totalitario ahora quiere desechar el mandato mientras el país busca pasar a una nueva fase en la que el covid-19 será tratado como una enfermedad endémica, como la gripe. El año pasado, el gobierno convocó al ejército australiano para reubicar a las personas en el Territorio del Norte con COVID-19 y sus «contactos cercanos» a campos de cuarentena o lo que la gente en su mayoría llamó los ‘ campos de concentración ‘.

La farsa ha concluido y ahora viene el tiempo del ajuste de cuentas con esta escoria de políticos que han atacado a sus poblaciones tratando de imponer una inyección con el veneno de muerte, que cuando pidió la aprobación Pfizer ya conocía no uno ni dos sino ¡158.000! efectos adversos, todos potencialmente letales, no un simple dolor de cabeza, ni un cosquilleo en el brazo. Vean ustedes las declaraciones de Albert Boula que son lo más parecido a una autojustificación y a cantar La Traviata. Mañana le dedicaré la carta a este asesino confeso.

Sucedió hace dos años: Anthony Fauci, a las órdenes de sus amos globalistas, y del alucinado genocida Bill Gates, decidieron soltar en Wuhan el coronavirus. Con abrumador aparato de propaganda sembraron el pánico en toda la Tierra. Entonces, en las UCIs de todo el mundo se practicó un gerontocidio. Se abandonó a los ancianos en las residencias. Se ofreció sedación. Conozco casos de personas que acudieron a la diálisis, fueron llevados a la UCI y masacrados. Luego, se engañó a las poblaciones prometiéndoles la solución milagrosa, el bálsamo de Fierabrás, que el desquiciado Losantos, que terminará en la cárcel, calificó de milagro del capitalismo: el veneno de muerte, llamado falsariamente vacuna.

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Todos los dirigentes occidentales, Pedro Sánchez en primer tiempo de saludo, secundado por la incompetente ministra de Sanidad, y los diecisiete caciques criminales, genocidas, con Alberto Núñez Feijoó e Isabel Díaz Ayuso, mostrando su personalidad de psicópatas, se aprestaron al asesinato. El que no se ponía la marca de la bestia perdía su trabajo. Ursula von der Leyen habló de hacer el genocidio obligatorio.

Hace dos años se confinó a la gente, se destruyó las economías, se sembró a manos llenas la pobreza y se provocó la inflación. Bajo la emotividad televisiva de los borregos se ha perpetrado la ruina de las sociedades, tomando medidas demenciales como cerrar el suministro del gas y el petróleo ruso y disparando los precios por el encarecimiento de la factura de la electricidad y el combustible, dos productos básicos. Provocando una desorbitada inflación de los productos alimentarios de primera necesidad. Los Gobiernos traidores llevan a sus sociedades a la pobreza inducida, mientras tiemblan ante la evidencia del crimen cometido, en una patética huida hacia adelante, que se los va llevar a ellos por el sumidero de la historia, ni permitiéndoles saborear el botín de sus fechorías.

Estos tiempos convulsos están preñados de presagios de revueltas, revoluciones y rebeliones. Las sociedades no van a aguantar más lo inaguantable, los platós de televisión no van a poder evacuar más ponzoña mentirosa. Los politicastros han cavado su propia tumba. La gente no va a soportar por mucho tiempo su buena vida ahíta de corrupción frente a la miseria de las proletarizadas clases medias, del rey abajo, toda la pútrida aristocracia de pasta flora de esta casta parasitaria, todos son culpables y todos van a caer. Esto no llega al verano, El CEO de Pfizer ha empezado a cantar. No será el único.