Jospe Sansano.
Si Vox tiene un rasgo distintivo, es su descarada hipocresía. Con una épica impostada, el partido verde ha querido convencer a sus votantes, que son cada vez menos según todas las encuestas, de que venía a cambiar la política española y a luchar contra los poderes facticos que amenazan España.
Sus mentiras, que hoy ya no soportan ni un soplo de hemeroteca, se cuentan por miles y se han desplomado ante la tozudez de hechos flagrantes, resultado perjudiciales ya no para la inteligencia más infantil, sino para los estómagos más curtidos. Por citar algunos ejemplos, basta recordar las consabidas subvenciones que no aceptarían y que hoy recogen por millones, las primarias amañadas, cuando no directamente prohibidas, las listas sembradas de cuneros y restos de fábrica del PP e incluso del PSOE, o la presunta rendición ante los poderes globalistas de su responsable en salud, el Dr. Steegmann, de quien recientemente se ha sabido que supuestamente percibió a través de sociedades, cuantiosas “ayudas” de las farmacéuticas cuyas timo-vacunas venenosas promocionó a costa de la salud de los españoles.
Sin embargo, de entre todas las promesas huecas y falacias que vox ha lanzado a sus crédulos votantes a lo largo de los años, persiste un relato al que lo más devotos recurren una y otra vez para justificar los innumerables maltratos e inconsistencias de sus líderes, con una fe cuasi religiosa ante la epopeya incuestionable de cómo Abascal y compañía, luchando cual espartanos contra los enemigos de la patria, levantaron desde cero, a sangre, sudor y fuego un partido que salvaría a España.
Como en cualquier dictadura, secta o grupúsculo en el que la razón es sustituida por fe y obediencia ciega al líder, se ha consolidado como la espina dorsal del culto voxero la figura de Santiago Abascal, de entre cuyas gestas y mitos, existe uno al que Vox recurre periódicamente por ser especialmente práctico: los mítines del 2015, megáfono en mano, sobre una caja de fruta.
Esta imagen resulta muy evocadora, pues no solo refuerza la heroicidad de su insumiso líder, sino que lo vincula directamente con los humildes orígenes del parido, al que hace deudor de sus posteriores e indiscutibles éxitos.
Aunque hoy Abascal es líder de una formación con 53 diputados, vive en una casa de 1 millón de euros, solo come en restaurantes de lujo y ya no atiende a nadie al teléfono, no es difícil escuchar a lo largo y ancho de la piel de toro historias contadas por alguno de los pocos afiliados que aún conserva Vox de sus primeros años, explicando cómo tenían que invitarle al menú del día en tal o cual población cuando los visitaba, porque no le alcanzaba ni para la gasolina de sus viajes. Alguno llegó incluso a regalarle unos zapatos, puesto que de recorrer los polvorientos caminos de España con su micrófono en ristre, Santi, que entonces se llamaba así porque era muy cercano, no tenía ni suelas.
Estas historias son bien ciertas y ayudan a consolidar la leyenda del líder luchador y humilde que tanto interesa a Vox cuando es preguntado por las cuantiosas retribuciones de su jefe. El diario.es publicaba en marzo de 2019: “Abascal y tres miembros de la dirección de Vox recibieron del partido en 2019 unas retribuciones «globales» de 256.028 euros”. Santiago Abascal, Enrique Cabanas, José Hidalgo Serrano y Joaquín Marcos Cruz, en el caso de que todos cobraran por igual (cosa improbable), percibirían a cargo de las cuentas de Vox 64.000 euros anuales cada uno, o lo que es lo mismo, unos 4.571€ mensuales sin contar con sus respectivos sueldos públicos.
Es aquí cuando el relato, el mito y la leyenda, se ponen en marcha y cumplen su papel, cuando resuenan aquellas historias de orígenes humildes, menú del día y zapatos raídos, que convierten cualquier sueldo, por abultado que sea, en una merecida recompensa. La realidad sin embargo, y para variar… es bien distinta y hace palidecer por mucho, los cálculos del diario.es en 2019.
Una vez más Rambla Libre trae en exclusiva el documento que Vox se ha esmerado en hacer desaparecer, en liquidar convirtiéndolo en un mero rumor, so pena de acabar con el aura de su líder. Una vez más, los hechos desmontan a Vox. Santiago Abascal Conde nunca fue un humilde luchador, sino más bien un tacaño o un cara dura, que comió, viajó y vivió holgadamente a costa de sus afiliados con un sueldo con el que muchos de ellos no podrían ni soñar, puesto que desde 2015, momento en el que es nombrado presidente de su partido, pasó a percibir 6137,70€ mensuales (73.652,40€ anuales). Suficiente, creemos, para muchos menús del día y al menos un par de deportivas.
El documento procedente de la antigua sección de trasparencia, ya desaparecida, de la web de Vox en 2015, y confirmaría además la historia, hasta hora alimento de los mentideros de internet, de que Abascal exigió a Alejo Vidal Quadras como precio por abandonar el PP, un sueldo mínimo de 6000€ a costa del partido. Todo un espartano, este Santi…