Editorial.
El proceso de degradación ha sido constante durante las últimas décadas, nombramientos y ascensos no ha sido por méritos, mediante escalafón, sino por la sumisión y el peloteo a los partidos. De esta manera, las fuerzas de seguridad se han ido alejando del pueblo al que sirven, o deberían servir, y no oprimir. Hay una relación chulesca y simia, propia de chulos de gimnasio, con los ciudadanos. Esta fatua prepotencia, que muestra una crisis de identidad, se ha puesto de manifiesto con especial incidencia durante el confinamiento anticonstitucional por la pandemia. Se ha tendido a exagerar las órdenes, a pisotear derechos y libertades, a dar la imagen de ser los rottweiler del sistema, de los políticos en este ensayo de dictadura. Los policías han funcionado a ladridos, poniendo multas de clara ilegalidad, como si fueran unos macarras, todo ello con grave deterioro de la confianza ciudadana en unos cuerpos de seguridad que no está a la altura de su misión en defensa de los derechos y libertades.
Como en el pecado está la penitencia, han sido tratados como unos vulgares pardillos descerebrados acudiendo como un solo hombre a poner el brazo para que les inoculara el veneno de muerte, como dice el Dr. Zelenko, el arma de bio terrorismo, como la describe el Dr. Peter McCullough, que les da dos años de vida, entre atroces enfermedades auto inmunes, con inmediatos efectos adversos, que en la Comandancia de Madrid han sido descritos, por ejemplo, como una «resaca que no termina». Un cansancio inusual y permanente, dolores de cabeza…que presagian males en el inmediato futuro. Han sido llevados al matadero en sus mandos en quien tanto confían y por los políticos a los que tan sumisamente obedecen. En la Guardia Civil, como en las SS, no existe información alguna o crítica al asunto. Sólo en que las SS eran los verdugos pero no las víctimas, aquí se entremezclan ambas papeles en una simbiosis perversa.
El mismo destino han sellado para sus familias, y para sus hijos, en el caso de que hayan seguido su ejemplo. No hay mayor ironía totalitaria. Los perros guardianes tratados como cobayas, como ratas de laboratorio, no víctimas de un experimento, que puede salir bien o mal, sino de un genocidio planetario. Cuando sean conscientes de la trampa a la que han sido sometidos, ¿qué actitud tomarán? ¿la del lacayo al que están acostumbrados 0 la de la rebelión como les exige su dignidad? Frente a la rebelión necesaria que se avizora, ¿la de los represores o la de compañeros de viaje recuperando el sentido de servidores del pueblo? Hacemos una llamada a la reflexión, porque el tiempo de las grandes decisiones se acorta.