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La enormidad del crimen: Eliminar población

Redacción




Enrique de Diego.

Lo que abruma es la enormidad del crimen y la banalización del mal, de la que habló Hannah Arendt. Es el genocidio planetario jamás ideado, participan en él prácticamente todas las naciones, en una carrera desenfrenada y alocada por conseguir la inmunidad del rebaño, el 70% de la población, cuanto menos. Las voces de la sensatez y de la ciencia son silenciadas y puestas en la heroica y deslucida posición del disidente. Cabría esperar que las voces de Luc Montagnier, Geert Vandem Bossche, Byram Bridle, Peter McCullough, Robert W. Malone al dar la voz de alarma llevarán a paralizar una timo vacunación masiva que pone en peligro la supervivencia de la especie, como nunca antes se había producido, desde los tiempos bíblicos de Noé.

Es la inmensa enormidad del crimen y su carácter voluntario, mediante el miedo mediático y la imposición de un discurso único lleno de palabras que se han impuesto y nada significan, como solidaridad. Se practica a plena luz del día, con luz y taquígrafos, por los sanitarios con una inyección letal que extiende la proteína Spike por todos los órganos vitales del cuerpo. La primera consecuencia es un sinfín de efectos adversos que incluyen la muerte; la segunda, ya el conjunto de la población con su sistema inmunológico innato destruido, la aparición de nuevas variantes, más letales y agresivas, y la aparición de enfermedades autoinmunes en las que el cuerpo se ataca a sí mismo considerando a tal órgano el enemigo. Un genocidio brutal. Los genocidas se ríen de nosotros: la OMS dice ya que la timo vacunación no es la panacea y la farmacéutica Pfizer se dispone a solicitar de la EMA y la FDA permiso para un tercer pinchazo que rematará la faena emprendida.

Los datos del crimen resultan pavorosos; sitúan al genocidio en términos de hecatombe; la masacre en niveles apocalípticos. Según la Catedrática de Procesos de Diagnósticos Clínicos, María José Albarracín en la segunda fase morirán entre el 20 y el 30% de los timo vacunados. Según la Doctora irlandesa Dolores Cahill, profesora en la facultad de medicina del University College de Dublín, morirán todos. Según el Dr. Peter McCullough, que ha luchado contra el coronavirus con un equipo de 500 médicos, y podían haberse evitado el 85% de las muertes, «es el crimen de nuestras autoridades más horrendo». Millones, decenas de millones, miles de millones caerán en esta masacre de la mentira y la propaganda. Cualquier genocidio palidece ante este abrumador que hiela la sangre y el alma.

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Nunca se había planteado un genocidio contra la especie humana, el viejo sueño satánico. El genocidio más famoso perpetrado por el Partido Nacional Socialista Alemán costó la vida a seis millones de judíos. Comenzó el 22 de junio de 1941 con una guerra de exterminio contra Rusia; el 31 de julio de 1941 Goering transmitió a Reinhard Heydrich, delegado de Himmler y a quien Hitler llamaba «el hombre de corazón de hierro», la orden, sobre la autoridad de Hitler, de una solución total, gesamtlosung, y una solución final, endlosung. En la primavera de 1942 comenzó a ejecutarse. Las primeras masacres masivas por gas empezaron en Belzec el 17 de marzo de 1942. Este campo tenía capacidad para matar a 15.000 personas al día. Al mes siguiente comenzaron a funcionar Sobibor (20.000 persomas al día), Treblinka y Maidanek (25.000) y Auschwitz, la institución más grande de aniquilamiento de todos los tiempos. Las cifran casi desafían la credibilidad.

Hubo una gran cantidad de médicos SS implicados, como el famoso Dr. Mengele, ya experimentado en el crimen con el genocidio previo de los insanos crónicos alemanes y los incurables, una eutanasia que acabó con 70.000, tuvo que ser parado cuando dos eminentes eclesiásticos alzaron su voz de protesta, el obispo Wurm, de Wúrttemburg, y el obispo-conde Galen de Munster. Desde entonces, el genocidio de los judíos se llevó en secreto; la esposa de un oficial alemana que, por un error, entró en Auschwitz, fue eliminada. La guerra representó el advenimiento de una situación muy favorable para Hitler, el hundimiento de Alemania en el silencio y la oscuridad.

Los judíos fueron llevados en trenes de ganado manso, entre el silencio del mundo, que sólo fue consciente de la enormidad del crimen cuando los aliados liberaron los campos de exterminio. Los judíos siempre fueron engañados con la trampa de la esperanza para ser llevados al sacrificio más atroz. Los niños eran arrancados a punta de metralleta de los brazos de sus madres para ser asesinados.

El genocidio hitleriano judío palidece con el que se lleva a cabo ante nuestros ojos. La imaginación encuentra dificultades para asumir la matanza hecha con la colaboración de los sacrificados, practicada por el personal sanitario, siguiendo órdenes, como los médicos SS. La tremenda eficacia de la propaganda semejante a la de 1984, y fundamentalmente la televisiva, generando miedo catódico, dirigiendo a las masas en movimientos coordinados, aplauso a las 8, supuestos «megabrotes» del grupo de edad que toca timo vacunarse, perfectamente orquestada con un Goebbels moderno, seguida al retortero por las redes sociales, empeñadas en imponer la censura, con sus coros de «verificadores» como nuevos inquisidores, consiguen -en esta ocasión- que las víctimas del sacrificio propiacitario vayan por el propio pie, en su propio vehículo, citados por el sms o telefónicamente por su centro de salud, y acudan a a su hora, o se adelante la cita fatídica: «Madrid bate récords de autocitas entre 25 y 30 años: 107.495 en una sola mañana», publica Voz Populi.

Todos participan en la gran mentira genocida, todos los partidos, los sindicatos, las patronales, las grandes empresas, las instituciones científicas, los medios de comunicación, todos siguen los dictados de la OMS y Bill Gates, todos persiguen al disidente y las voces discordantes, que se atreven a denunciar el genocidio. Ahora no son los judíos, sino gentes de todas las razas, clases sociales y condiciones, de todas las nacionalidades. El genocidio es máximo, planetario, universal, horrible, y entraña el gran negocio de las timo vacunas, aprobadas de emergencia por la EMA y la FED, organizaciones corruptas, larga mano de las farmacéuticas. Todo obedece a un plan preconcebido, preanunciado por la OMS que profetizó una pandemia que acabaría con entre 50 millones y 80 millones, sueño corto para lo que se está perpetrando, Anthony Fauci, que dijo que sobrevendría en el mandato de Trump, y Bill Gates que, en 2015, amenazó con una pandemia global.

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El genocidio no es por el coronavirus, sino con la excusa, a propósito de, empezó con un genocidio protocolario de los ancianos tratada la enfermedad, por imposición de la OMS, como respiratoria, prohibidos los buenos tratamientos como la hidroxicliquina o ridiculizados como el dióxido de cloro, quemados los pulmones con respiradores que insuflaban oxígeno puro. Todo ha ido conducido las timo vacunas, al arma letal que produce efectos a corto, medio y largo plazo. Es un genocidio ubicuo, de las masas, para eliminar población, reducirla lo más posible, acabar con la especie, si fuera posible, para salvar el planeta, como dicen los calentólogos, para el gran reseteo, para imponer un gobierno mundial, ya que todos los gobiernos han fracasado, han naufragado. Todo obedece a un plan consciente y preconcebido en el que las víctima acuden voluntariamente a su propio sacrificio.

Como los judíos, hemos de sobrevivir para que el mundo sea consciente de la enormidad del crimen.

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