Redacción.
La invasión de Canarias es el experimento del exterminio de la raza blanca. Ese el objetivo que se esconde tras el palabro inexistente de ‘migrante’, que hace referencia a las migraciones de pueblos enteros invadiendo el territorio de otros pueblos autóctonos. Al frente, del Ministerio de Migraciones se ha puesto a un partidario de ingeniería social. José Luis Escrivá no esconde sus planes: a España tienen que llegar siete u ocho millones de sarracenos. Para ello, se les ha instalado en hoteles y se les da todo gratis, con viajes gratis a la Península. Un evidente efecto llamada gigantesco. El nivel de conflicto en Canarias es superlativo: reyertas, robos continuos. Las declaraciones de los políticos se mueven en su grado de culpabilidad consciente máxima: criminalizan a los canarios por sus actitudes pretendidamente xenófobas, dado que ellos sin culpables y tienen el pecado original, sin embargo, para los magrebíes y subsaharianos que llegan a cientos todos los días, todo es comprensión, situándolos en el papel de víctimas, contra todas las evidencias, expresando que son minoritarias las personas conflictivas, porque ellos carecen de pecado original. Es el diabólico plan de George Soros al que se pliega obediente su criatura Pedro Sánchez. Los canarios han sido abandonados al bandidaje y a la barbarie, a la miseria y, por último, al exterminio. Con lucidez, Enrique de Diego lo ha denunciado como el hecho más grave que sucede en España: los canarios afrontan en solitario la ingeniería social más perversa, su propio exterminio y el de sus hijos e hijas.