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El partido de Trump goza de buena salud

Redacción




Editorial.

Las magníficas crónicas sobre Estados Unidos que viene publicando Mike Sala constituyen un servicio a una opinión pública española desinformada que vienen reflejando un panorama de crisis nacional en el que un sistema corrupto pretende tumbar a Donald Trump de la presidencia, mediante un pucherazo de grandes dimensiones perpetrado por el Partido Demócrata mediante los sistemas informáticos de Domitiont y Smarmatics, con entrada masiva de votos falsos a favor de Joe Biden, mediante el voto por correo. Así sabemos las acusaciones de corrupción y pederastia hacia el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, presente en los vuelos de vicio con menores de Jeffrey Epstein, las trapisondas del líder republicano en el Senado Mitch McConell, las inquietudes del Estado de Texas insinuando la secesión y las declaraciones del teniente general Tom McInternay planteando la urgencia de que Trump declare el Estado de Insurrección y active los poderes presidenciales según las Órdenes ejecutivas nº 13.848 de 12-9-2018 y de nº 13.849 de 20-9-2018, de forma que pase a detener a los culpables del fraude electoral que pone en entredicho a la democracia más antigua del mundo situándola en un nivel tercermundista y constituye un golpe de Estado en toda regla con numerosos delitos de alta traición.

Donald Trump debe hacerlo, luego lo hará. Nunca ha escurrido el bulto, ni ha escondido la cara. Con su equipo de leales, estoy seguro de que maquina y dará un golpe sobre la mesa: no va  a permitir unos desalmados den un golpe de Estado y se acabe la ciudad sobre la colina del gobierno por el pueblo, para el pueblo, del pueblo. Tiene detrás a la inmensa mayoría moral de la nación, esa que el dio el triunfo en la primera elección y que se lo ha vuelto a dar abrumadoramente, en Ohio, donde quien gana es presidente, en Texas y en Florida; Texas, la arriscada, que amenaza con secesionarse porque no compensa estar unidos a unos tramposos. Trump no podía ganar limpiamente porque así lo habían decidido George Soros, Bill Gates, los Rothschild, los Rockefeller y todos los medios de comunicación del mundo, sus propietarios; soltaron el coronavirus para impedirlo, no fue capaz de vencerle; luego hicieron un montaje de encuestas, de voto por correo y montaron un fraude colosal, vergonzoso, en favor de un candidato senil y sobón de niñas.

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Trump tiene detrás su partido, con gente de todos los países. Es un antisistema, de un sistema corrupto,  a cuyos cabecillas hay que meterlos en la cárcel, en Guantánamo. No es del partido republicano, está por encima del partido republicano. No es un caudillaje, es simplemente gente que estaba ahí, dando la batalla, y de repente Trump se presentó, con fortuna propia, fuera de los aparatos partidarios, diciendo lo mismo que los patriotas, no plegándose a los medios, no libando sacrificios al Estado profundo, no siendo un político profesional, esa plaga, y la gente, para sorpresa de propios y extraños, conectó con él. Gentes que luchan por la democracia y la civilización, por la libertad y la supervivencia y que han encontrado una esperanza en medio de las tinieblas. El partido de los Juan Nadie de Frank Capra, los patriotas. Ese partido goza de buena salud.