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Pedro Sánchez, la guerra que podemos haber perdido y la República de Weimar

Redacción




Enrique de Diego.

No puede considerarse que haga Pedro Sánchez las cosas a propósito, ni es legítimo echarle los muertos encima. De otro modo, no tendría sentido que tuviera a la mitad de la familia infectada, Begoña Gómez, su suegro y la madre del presidente. Tres ministras del Gobierno -pugnando a ver quién es más feminista-: Carmen Calvo, «les va la vida en ello», Carolina Darias e Irene Montero. Y luego el experto oficial, Fernando Simón. Moncloa debería ser declarada zona cero del coronavirus y ser desinfectado por la UME.

El presidente no contempló la gravedad del problema y actuó con notable imprevisión e imprudencia, porque la primera medida que hay que adoptar es cerrar las fronteras. Nosotros lo pedimos el 2 de febrero en un editorial que nos llena de autoridad moral. Cerrarlas con China, como hizo Rusia, y con Italia. Aislar al país. Comprendo que es una medida que no cabe en la ideología globalista de fronteras abiertas, en el que aquí entra todo el mundo sin ni tan siquiera hacer cuarentena. La tuvo que tomar el 14 de marzo.

Luego el Gobierno se empeñó en las manifestaciones del 8 M, en alentarlas y pomoverlas; fue un acto de suma irresponsabilidad, pero a ver quien, desde el PSOE y Unidas Podemos, se oponía a la locura feminista.

Más tarde, en pánico, no se podía optar por la vía de Corea del Sur, Taiwan, Singapur y Japón porque no había ni mascarillas, ni guantes de latex, ni test de detección rápida, y hubo que comprarlos ¡en China!, el foco de la infección, con todos los timos de ese mundo, que no son pocos. Pedro Sánchez no tiene la culpa; han sido décadas de deslocalización, en que hemos dejado la producción en manos de China; gobiernos del PP y del PSOE; Angela Merkel ha reconocido que es necesario recuperar soberanía, que ellos tampoco fabrican mascarillas.

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Así que se optó por la vía china, que es una tiranía comunista, y nos ha confinado como en Wuhan, y ahora se van a poner arcas de Noé para los infectados asintomáticos, que es el modelo chino. Y la gente ha obedecido. La OMS ha hecho elogios a los resultados españoles. Voy a reconocerle a Pedro Sánchez que está ralentizando los contagios y quitando presión sobre le sistema sanitario, los dos objetivos.

El día después, cuando hayamos doblegado al virus, y la gente sea consciente de que hemos perdido la guerra o ha obtenido Pedro Sánchez una victoria pírrica. Cuando la gente vea la tremenda devastación, sus empresas destruidas, sus trabajos perdidos, los autónomos sin clientes y, como me dice unos de ellos, «España se ha ido a la mierda»…Para ese momento has puesto en marcha dos conceptos retóricos: los «coronabonos»-un nuevo plan Marshall y unos nuevos pactos de La Moncloa. Para lo primero, se precisa la complicidad de Alemania, cuyas reticencias son máximas. Para lo segundo, el PP ya ha dicho que no.

Entra de lo previsible, Dios no lo quiera, que el otoño sea caliente, y haya una eclosión social, o por la vía de los indignados de Podemos, que primero ensayaran la renta mínima, o por la vía de las clases medias agrupadas en torno a Vox. O hacia el comunismo bolivariano o hacia el fascismo de orden y ley. Si esto sucede, hará bueno aquello de que peor es el remedio de la enfermedad. Los edificios estarán en pie como carcasas vacías, la devastación será tremenda, y entonces la gente se cuestionará las autonomías y los privilegios de la casta parasitaria. Has sacado a la Policía a tomar las calles y a las Fuerzas Armadas y le pueden haber cogido el gusto, sobre todo cuando la recaudación de Hacienda baje y no se puedan sostener a los funcionarios. Ya se habla de corralito y el día después puede haber un paisaje similar a la República de Weimar.