Luis Bru.
Pedro J Ramírez siempre ha buscado la influencia en los poderosos y el prestigio social en el común. Cuando fue despedido, por sus pésimos resultados, tanto económicos como en ventas, de El Mundo, Pedro J pudo optar por retirarse, a gozar de su finiquito multimillonario, escribir sus memorias o algún infecto libro sobre la revolución francesa, pero la prima dona vanidosa que es Ramírez no podía dejar de achicharrarse ante los focos y ser el perejil de todas las salsas.
Reproducimos algunos pantallazos que muestran el desprestigio social en el que está inmerso Pedro J Ramírez, y que lamentamos. No faltan los que aplauden a Federico Jiménez Losantos por haber prescindido de él, y que aseguran que el día que aparecía en el programa desconectaban.
Triste final para un vanidoso, que ya consigue reverdecer glorias pasadas, y que se hunde en el ridículo, sin el respeto del público. Obsesionado siempre por la influencia -siempre daba los ránkigs de los más influyentes- y el aplauso de un público al que desprecia, creyendo formar parte de la élite.
No hay en esta vida nada peor que hacer el ridículo, y él lo hace a cada hora, junto a su inefable Cruz Sánchez de Lara, que se cree guapa y joven, y la que se le pasado el arroz y tiene un culo como la plaza de las Ventas, en opinión generalizada de los entendidos. No son la pareja de moda, sino de chirigota. Y a él, con sorna, le recuerdan que iba investigar y «aclarar» la masacre de Atocha. Mentiras al por mayor.
