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Mike Sala: El fracaso negociador de Echenique y el enigma Ciudadanos en la investidura fallida de Pedro Sánchez

Redacción




Mike Sala.

De momento, el pacto de investidura entre PSOE y Podemos ha fracasado. Pedro Sánchez solamente ha obtenido los votos de su partido y el de Miguel Ángel Revilla; un populista sardinero siempre dispuesto a dar la nota y que en Cantabria tiene muchos seguidores. De modo que Sánchez tiene ahora hasta el 22 de septiembre para lograr formar gobierno, o tendrá que convocar nuevas elecciones.

Si hay algo que Pedro Sánchez sabe muy bien es que pactar abiertamente con Podemos le ocasionaría, a buen seguro, un sinfín de problemas. Tener como compañeros de gobierno a los de Iglesias sería la peor publicidad a medio plazo que un gobierno socialista podría sufrir, porque los morados son, por encima de PP y PSOE, el partido que mejor encarna el engaño a sus votantes y la mentira continuada a sus bases. Hasta hoy los socialistas han sobrevivido en política siendo muy radicales pero disfrazándose de centro-izquierda moderada; una trampa en la que llevan cayendo décadas no pocos millones de votantes lanares. Pero encamarse con los podemitas, que se significan como comunistas y que  habitualmente van mucho más allá en su extremismo, supondría dejar completamente expuesto a todo un gobierno de coalición por las ocurrencias de Iglesias, Montero, Echenique o cualquiera de los anormales que forman la cúpula de esa banda y que acabarían por provocar la desbandada de los votantes socialistas, que culparían, y con razón, a Sánchez por no saber amarrar a sus socios. Sería un gobierno que perdería popularidad en cada encuesta y cuyos partidos se enfrentarían a unas nuevas elecciones con unas expectativas verdaderamente complicadas.

¿Quién es el verdadero culpable del fracaso del acuerdo PSOE-Podemos? Para mí, sin ninguna duda, Pablo Iglesias y su equipo de negociación. Un equipo que desde el principio comenzó este proceso con una premisa que defender sin hacer concesiones: Sánchez necesitaba desesperadamente a Podemos para mantenerse en el poder y gobernar. Y a partir de ese punto, los de Iglesias se han excedido en sus pretensiones desde el primer momento.

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Ignoro si Echenique, ese gran negociador y estratega que se mueve de un fracaso a otro con la agilidad que le permite el peso de su enorme orgullo, o los demás miembros del equipo, han mantenido esta estrategia de presión, a pesar de ser un fiasco desde el principio, envalentonados por la reiterada negativa de Albert Rivera a que Ciudadanos apoye al PSOE para gobernar. Una negativa que parecía poner en posición de mayor fuerza a Podemos para vender caro sostener a Sánchez en el gobierno. Pero es muy posible que ni Iglesias, ni Echenique, ni nadie del equipo morado, hayan tenido en cuenta que existían muchas posibilidades de que Sánchez, alertado por los barones del PSOE que aún conservan algo de inteligencia política, no haya tenido nunca la intención de pactar lealmente con Podemos para llegar a un acuerdo real. Recordemos que Podemos hoy es el apestado de la izquierda después de su descalabro de votos, y que vive una guerra interna que no garantiza en absoluto que el partido fuera a conducirse con un mínimo de estabilidad necesario para formar parte de un ejecutivo nacional.

En un horizonte no muy lejano sigue presente el factor Ciudadanos. Cierto es que ambos partidos, Cs y PSOE, están considerados como parte de la cantera de líderes a las órdenes de Soros  en España, sin perjuicio de un Partido Popular que, bajo la tutela del traidor Rajoy, viró de rumbo 180º, abandonando la singladura liberal hacia un Mar de los Sargazos progre y socialdemócrata cuyos resultados hemos sufrido en propia carne durante la legislatura y media que ese traidor presidio España.

El factor Ciudadanos es el que puede arrastrar en un futuro al Partido Popular a ceder el apoyo necesario para la investidura de Pedro Sánchez, y no debe descartarse esta posibilidad, porque el socialista sabe que para poder gobernar necesita primero un país estabilizado que no se tambalee acosado por las hienas indepes catalanas ni proetarras. y los de Rivera y Casado también saben que un gobierno socialista con Podemos, indepes y proetarras supondría una catástrofe social y económica de dimensiones difícilmente valorables. Además, no hay que ser un genio  -y Sánchez no lo es, porque no es más que un advenedizo con buena presencia-  para tener muy presente que los independentistas catalanes y vascos exigen pero nunca ceden, por lo que serían otros socios de gobierno que complicarían en exceso la vida a un Partido Socialista que, al igual que le pasaría con Podemos, perdería popularidad por las previsibles cesiones que se vería obligado a conceder a semejantes socios.

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Queda para el lector valorar otra posibilidad: que las negociaciones con Podemos hayan sido una comedia por parte del PSOE para escenificar una ruptura con la ultraizquierda con la que vender mejor a los españoles un posible acuerdo PSOE – Ciudadanos, incluso con el apoyo puntual del PP. Negociaciones que, quizás con la ignorancia de los de Pablo Iglesias en juego, jamás iban a prosperar porque los socialistas son muy conscientes de que en esta época en la que ya no existen mayorías absolutas y en la que los partidos pueden sufrir el peor castigo en forma de pérdida masiva de votantes, la compañía de lo más sucio de la política nacional supondría un enorme lastre difícil de soltar que podría llevar al PSOE a un desastre electoral incluso mayor que el protagonizado por el indeseable Rubalcaba.

En definitiva, creo que Pedro Sánchez ha acertado al renunciar al apoyo de Podemos y sus pretensiones. Que haya hecho lo correcto pensando en el bien de España, o que lo haya hecho tratando únicamente de protegerse a sí mismo y a su partido, ahora es lo de menos. Aunque, particularmente, yo tengo muy claro que la segunda opción es la más posible.