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El crepúsculo de Losantos (13bis1): Losantos tiene la peor opinión de Cruz Sánchez de Lara

Redacción




Enrique de Diego.

Si las fiestas se conocen por sus vísperas, el día 28 de octubre de 2016, fue un día agitado para la diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada. Por la mañana atendió, junto a su esposo Pedro J Ramírez (se habían casado unos meses antes tras décadas de convivencia), y sus hijos Tristán y Cósima, a la revista Vogue en un reportaje de “familia feliz” que implicó llevar a la peluquería a los perros. Por la noche, Ágatha asistió a la Ópera junto a María Prado, esposa de Federico Jiménez Losantos. De manera incidental y retórica la funcionaria de la Comunidad de Madrid le preguntó a la marquesa de Castelldosrius qué tal estaba Pedro J. Ágatha respondió que desde que está en El Español está insoportable.

A la mañana siguiente, día 29, Pedro J le llevó solícito el desayuno –un café con leche y tostada con aceite- a la cama a la inadvertida Ágatha y le espetó sin muchos preámbulos que iba a dejarla, que había otra y resumió en un ejercicio irrestricto de egoísmo que “quizás me quedan diez años y quiero ser feliz”. Era echar sal sobre la herida abierta. Abderramán III, a la hora de su muerte, echó una mirada retrospectiva a su vida y sólo contabilizó tres días de felicidad. Pedro J hizo un balance aún más penoso que el del califa omeya y no contabilizó ninguno.

Federico Jiménez Losantos y Pedro J Ramírez. /Foto: extraconfidencial.com.

Esta escena de sublimación del adulterio con la abogada feminista Cruz Sánchez de Lara iba a tener efectos colaterales en la vida de otras personas y a resquebrajar la relación de más de cuarenta años entre Pedro J y Federico Jiménez Losantos. Éste fue jefe de opinión en Diario 16 cuando Ramírez era director, y desde entonces ha cumplido esa función: Pedro J ha sido siempre algo así como el director de Federico, el que le marcaba, para bien o para mal, las pautas y algunos desatinos. Pedro J pagaba al turolense muy bien sus colaboraciones en El Mundo, algo que siempre ha agradecido Federico. Durante tiempo la alianza de estas dos personas acumulando el poder de influencia de El Mundo y la COPE estableció una hegemonía, casi un monopolio en el ámbito informativo de la derecha social.

Los Ramírez, en la fiesta de Vanity Fair.

Tras recibir una indemnización multimillonaria por su salida de El Mundo, blindaje con su 1% de acciones por medio, Pedro J no se ha resignado a su galopante pérdida de influencia que para él es una droga más excitante que la “lluvia de oro”. El Español es un fracaso sin paliativos, como veremos. Losantos está convencido de que Ramírez ha perdido la cabeza con la pérdida de poder que tuvo y que ahora es un personaje de segundo nivel, al que tiene protegidillo. Su estrambótico matrimonio con Cruz Sánchez de Lara no le ha hecho ningún favor, no, desde luego, a ojos de Federico, que tiene la peor de las opiniones de la polémica abogada feminista, ni su empeño en presentarla en sociedad adornada de atavíos de un romanticismo cursi. Ramírez ha tenido el comportamiento de esos sublimes egoístas, con una fuerte tendencia moralizadora, que cree que los demás tienen el deber no sólo de aceptar sus decisiones, sino que además deben aplaudirlas, y que cuando no lo hacen, se muestran inmediatamente ultrajados.

Hay que decir en honor de Cruz Sánchez de Lara que supo aparecer en la vida de Pedro J cuando su cuenta corriente estaba en mejor estado. ‘Mi churri es un pez gordo’, decía por los despachos de abogados de postín, quien ha sembrado, como figura literaria, su camino de cadáveres; poco menos en el caso de su primer marido, postrado en la cama desde hace cinco años, a la espera de operarse de un pie equino, y quien culpa de todas sus desgracias a su primera esposa que lo sometió a una inmisericorde, y bastante injusta, persecución judicial. Toda esa historia, y la mitomanía de Cruz hacia Ágatha Ruiz de la Prada, está contada en mi libro “El triunfo de Ágatha Ruiz de la Prada”, a la venta en Amazon.

La única foto en la que aparecen juntas ägatha Ruiz de la Prada y Cruz Sánchez de Lara.

De la izquierda más delicuescente, la zapateril, pijo progre, estomagantemente adicta a la corrección política –estas navidades felicitó las fiestas vestida de Mamá Noël-, socialista, exdirectora jurídica de violencia de género de la pirámide de los chiringuitos feministas, la Federación de Mujeres Progresistas, no es extraño que Federico Jiménez Losantos la considere de lo peor del mundo. Una opinión bastante extendida y máxime tratándose de una deficiente abogada cuyas clientas han mostrado una compulsiva tendencia a presentar denuncias falsas, como ha documentado en Rambla Libre, Jesús Muñoz, una de sus víctimas, que consiguió zafarse de un destino fatal, que, sin embargo, se ha enseñoreado de su hijo, la parte más indefensa ante las locuras de su progenitora y las artimañas vomitivas de la abogada Cruz. Losantos se hizo una composición inmediata de lo que es ella, de lo que es Carlos Matto, cliente de Cruz a la que paga 3.000 euros mensuales, y a cuyo capital -900.000 euros- representa en el Consejo de Administración. Carlos Matto está reclamado por la Justicia colombiana por la presunta compra masiva de jueces y funcionarios en su conflicto de concesionario con la marca Hyundai.

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Ágatha Ruiz de la Prada en Nueva York. /Foto: elperiodico.com.

Losantos no tuvo duda alguna en caer del lado de Ágatha Ruiz de la Prada a la que apoyó desde el primer momento y la ayudó a comprender la situación. La diseñadora no ha podido por menos de valorar que Federico la quiere muchísimo. Igual que valora que Pedro J está completamente descerebrado.

Si hasta ahora no ha habido diferencias insalvables en sus apuestas políticas, ahora la distancia es cada vez mayor. Ramírez ha convertido a El Español en un órgano de partido al servicio de Albert Rivera y de Ciudadanos y, en su calidad de consejero áulico del veleta naranja, es un firme partidario del cordón sanitario a Vox. Losantos, por el contrario, milita en la tesis de las tres derechas llamadas a confluir de José María Aznar, tiene una creciente cercanía hacia Santiago Abascal y abomina de cualquier referencia al cordón sanitario de marras. Trata a Ramírez un poco como el abuelo porreta y ha llegado a acusarle, de manera condescendiente, de creerse que es el que más manda en Ciudadanos. Están manteniendo las formas mínimas –Ramírez asiste los lunes al programa de Federico– pero la ruptura es total.

Hay una similitud entre los dos, entre estas dos vidas paralelas, cada vez más divergentes: ambos son muy malos empresarios. No se trata de una cuestión de matiz, sino de un problema metafísico. Por de pronto, ambos dos consideran sus empresas como proyectos sometidos a su vanidad irrestricta y a su megalomanía destructiva; es una especie de desfalco emocional de partida. Son empresas, en realidad, inviables. Ambos dos funcionan bajo los esquemas de jefes de una secta y tienden a pensar que sus seguidores han de pagar sus desvaríos y mantener su nivel de vida; se consideran, pues, legitimados para pedir y recaudar el dinero de los demás sin criterio racional de rentabilidad sino como la cuota de su adhesión. Y, por fin, también ambos tienden a ser incapaces de corregir errores, a asumir sus fracasos y tienden a hacer muchas trampas contables al solitario y eso les deja indefensos ante la manipulación de entornos aduladores y manipuladores.

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Al igual que Losantos, e incluso mucho más allá, Pedro J prometió dividendos rápidos en los mundos evanescentes de los yuppies; hizo promesas en firme y ninguna se ha cumplido. Dijo que al tercer año los beneficios serían rebosantes y sólo rebosan las pérdidas acumuladas. En 2017 reconoció 1.920.041,45 euros, pero esa cifra es incluso cuestionable. Su contabilidad empieza a ser una maraña de tejemanejes. Contabiliza como activos inversiones en empresas del Grupo y asociadas por 1.260.684 euros, más 358.320 euros en inversiones financieras a largo plazo y otros 300.000 euros en créditos a terceros. Casi 2 millones de euros, que pueden ser cuestionados como activos ficticios: no tiene Grupo y empresas asociadas, sino que ha comprado portales para acumular una audiencia que por sí mismo no consigue, y que algunos estudios sitúan en 3,5 millones de usuarios únicos. Además, también contabiliza como activa un impuesto diferido de 2.348.849,06 euros. Es decir, afirma que la Agencia Tributaria le debe ese dinero y que se lo puede descontar de impuestos en caso de obtener beneficios. Es decir, que alguien poniéndose estrecho y escrupuloso podría llegar a pensar que las pérdidas en 2017 fueron superiores a los 6 millones de euros.

Al igual que Libertad Digital, la empresa de El Español está mal planteada desde el principio. Así, su cifra de negocios, 6.647.377,07, no da ni para mantener la redacción que consume 5.551.403,86, más 2.221.735,76 de servicios externos. Un desfase de 1.125.762.

Por su fueran pocos los nubarrones, acumula ya una importante morosidad: le deben 3.550.290,09 euros en deudas comerciales; y, a su vez, el debe a proveedores 965.485,04 y tiene deudas con la Administración Pública por 857.799,06 euros. Y su peor talón de Aquiles es que puede hablarse de un completo fracaso en la política de suscripciones, que pretendía ser una de las dos vías de financiación. Los suscriptores aportaron en el año 2016, 825.875 euros y la cifra cayó a 676.791 euros en 2017, y se habla de fugas masivas tanto por la agresividad contra Vox como por la apuesta bizarra por la ideología de género, que contenta mucho a Cruz Sánchez de Lara, pero que provoca rechazo en muchos lectores antiguos que no son capaces de aceptar a Pedro J Ramírez como una persona de izquierdas.

Lo dicho: tanto Pedro J Ramírez como Federico Jiménez Losantos, tanto El Español como Libertad Digital, precisan parasitar con urgencia del Presupuesto público. Eso será su perdición y la de quienes pretendan satisfacer sus enormes necesidades de voraces sanguijuelas.