Editorial.
El Partido Popular ha montado un carnaval bajo el nombre de Convención. No ha sucedido nada, no ha corrido fango los puentes de la corrupción, así que ni la más mínima autocrítica, hay un problema de secesión y golpe de Estado en Cataluña, pero el PP no tiene nada que ver, ninguna responsabilidad aplicando un estúpido artículo 155 sin intervenir ni tan siquiera los medios de comunicación públicos ni la educación adoctrinadora, y convocando unas elecciones deprisa y corriendo a la que podían presentarse los golpistas, ninguna renovación ni de las personas, ni de las ideas.

En ese carnaval, Pablo Casado va tan disfrazado de pelele de José María Aznar, que éste se ha visto obligado a hacer una pseudo frase histórica de «sin tutelas ni tutías«, que es una acusación manifiesta de que las hay. Reivindicación póstuma del inútil de Mariano Rajoy, que elevó la corrupción ideológica a niveles máximos, y que ha recomendado huir de «sectarismos«.
José María Aznar, encantado de haberse conocido y de mandar de nuevo y marcar el rumbo, ha abandonado su tesis de las tres derechas para enfatizar que la única derecha es el PP, la casa común, a la que todos deberían volver o votar. Un PP por el que no ha pasado el tiempo, satelizado de la corrección política con un pernicioso barniz liberal en el que Pablo Casado rinde culto a la semántica estúpida prometiendo una «regeneración inclusiva«.
El PP, que acaba de conquistar en la repesca la presidencia de la Junta de Andalucía, con una sangría de votos, ha exhibido un triunfalismo injustificado, ha tratado de escenificar el de los buenos tiempos, el de las mayorías absolutas, como una recreación de una época que ya no volverá.
El espectáculo ha sido denigrante y en momentos patético. La nota de color la ha puesto el portavoz de Tabarnia, Jaume Vives pidiéndoles que se afiliaran a Vox, aunque luego se ha matizado a sí mismo, lo cual es también muy del PP.