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César Román Viruete: Entre el tonto del pueblo y el narcisista que se creía demasiado listo

Redacción




Enrique de Diego.

César Román Viruete tenía 22 años cuando el Instituto Cervantes lo expulsó como alumno de 1º de BUP (3º de ESO). Junto a sus conflictos político-sindicales de infiltrado falangista en Comisiones Obreras, el Instituto aducía sus numerosas injustificadas ausencias. Como dicen en mi pueblo, César Román no tenía estudios. Con 22 años y su 1.52 de estatura podía colar entre sus compañeros, pero es obvio que iba con mucho retraso. Un retrasado.

A lo largo de su patética y penosa vida, César Román no había conseguido sacarse el carnet de conducir y, por ende, ni tenía coche ni sabía conducirlo. Sus numerosas carencias formativas terminarían por pasarle factura el 5 de agosto de 2018 cuando tuvo que solicitar un taxi para trasladarse desde la Calle López Grass, número 28, en Vallecas, hasta la nave industrial que tenía alquilada en el barrio de Usera, con una gran maleta. El taxista cogió la maleta y pesaba mucho. Calculó que sesenta kilos.

Una cronología intensamente imputadora

La cronología es intensamente imputadora a César Román, un personaje violento y machista, con denuncias previas por violencia de género. El 4 de agosto, Heidi Paz fue vista en Perales del Río. El día 5 desaparece. Parte de sus restos van en esa maleta que presuntamente César Román intentará hacer desaparecer con sosa caustica y mediante un incendio provocado.

Heidi Paz.

La familia de Heidi Paz siempre ha tenido claro que el asesino es César Román. La prensa hondureña siempre se ha hecho eco de esa tesis sin ninguna duda, sin perderse en los esoterismos literarios del ajuste de cuentas.

El asesinato de Heidi Paz poco tiene que ver con la condición de mentiroso estafador compulsivo del que ha tomado notoriedad como el rey del cachopo. Es un crimen racista y machista. Y tiene móvil: en una postrer carta, Heidi muestra su voluntad de romper, de darse un tiempo, intenta tranquilizarle, que no la odie, ha tomado prestados 500 euros que le devolverá “cuando trabaje”, porque la antigua empleada estafada devenida en amante ha pasado a ser económicamente dependiente; le indica que estará bien e incluso se despide con “te amo” y un “AMOR MÍO”, con mayúsculas. Está acorralada y trata de ganar tiempo. Sabe que está con un hombre violento, un poquita cosa que con alcohol o drogas, de los que lleva abusando décadas, se torna una bestia estúpida. Lo ha hecho el 14 de julio en un bar de embajadores cuando tras una ingesta excesiva la ha emprendido con el local provocando desperfectos valorados en la friolera de 5.000 euros.

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Antonio Miguel Carmona reunido con César Román Viruete en un restaurante. /Foto: ramblalibre.com.

Un acomplejado narcisista

En términos humanos, César Román Viruete es un acomplejado narcisista. Y en términos psiquiátricos, un psicópata sin ninguna empatía con la víctima. Sus malos tratos a los animales se mueven en esa línea del psicópata: se ceba con uno de sus perros golpeándole con una barra hasta dejarle prácticamente muerto. Odia especialmente a las mujeres. Se ensaña con ellas tratando de mostrar superioridad. A una a la que le ha estafado encima la llama “estúpida” en su propia cara. En 2005, le presenta denuncia por malos tratos María Setefilla Ruiz.

Es un hombre inseguro con ataques de confianza desmedida, en medio de una profunda pérdida del sentido de la realidad y sin complejos de culpa. Es un amoral atrapado en su mitomanía. Haciéndose selfies, viviendo papeles inventados, buscando sus diez minutos de gloria, chamuscado a la mínima por el fulgor de la publicidad. Toda su vida es una mentira. César Román Viruete, el que no tiene estudios, el que ni tan siquiera tiene carnet de conducir, no tiene siete vidas, en propiedad, nunca ha tenido ninguna porque nunca ha sabido quién era.

Heidi Paz.

No iba a permitir que Heidi Paz le abandonara

Este tipo de personajes llevan muy mal el abandono, se sienten rechazados en el síndrome del tirano que ejercen con sus presas. Fue abandonado por su padre, educado por sus abuelos maternos. Su anterior esposa, Natividad, que participaba en sus fechorías y le daba cobertura, le abandonó. No iba a permitir que esa mulata hondureña de 25 años, una belleza que tenía planes para encontrarse con sus dos hijos de corta edad, le abandonara. Su mundo de quimera se le estaba viniendo abajo. Recurrió a sus tretas: que su familia denunciara su desaparición, así se intentaba buscar una coartada, pero no tenía carnet y tuvo que hacer el traslado de los restos de Heidi en un taxi.

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Algunas de las víctimas de sus fechorías, que aún tienen miedo de él, sospechan que César Román Viruete engañará al Grupo VI de Homicidios y a la jueza. No será así. No se coge a un mentiroso antes que a un cojo, al menos en este caso, pero tras tantas mentiras, su palabra no vale una higa: “Soy inocente. No he matado a nadie”, ha dicho este pobre narcisista buscando las cámaras como un imán, tras negarse a declarar ante la juez, pero esa declaración le incrimina no le absuelve, porque es un mentiroso compulsivo.

Heidi Paz Blunes. /Foto: laprensa

Quedan flecos en la investigación: ¿dónde están las piernas, los brazos y la cabeza de Heidi Paz? ¿Tuvo colaboración César Román Viruete para el descuartizamiento? No es descartable que, aguijoneado por su afán de protagonismo, el que nunca fue del rey del cachopo pero se lo creyó reclame su puesto en la macabra escena. Ya está perdiendo interés para pasar al anonimato de la cárcel.

Mientras tanto, alguien tendría que explicar porqué se tardaron tres largos meses en hacer unas pruebas de ADN y también porqué el médico forense confundió los restos de Heidi Paz, hondureña de 25 años, madre de dos hijos, toda una vida por delante, mulata, con los de una mujer caucásica.

Las andanzas de César Román Viruete han llegado a su fin. Los indicios de su presunta implicación en el asesinato de Heidi Paz son concluyentes. Es un caso casi visto para sentencia.