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Valle de los Caídos: Una utopía penitenciaria (1): Redención de penas por el trabajo

Redacción




Enrique de Diego.

La construcción del Valle de los Caídos con la presencia de presos –un tercio del total de trabajadores- formó parte una utopía penitencia: la redención de penas por el trabajo. Esa experiencia es la temática de una magnífica monografía de Alberto Bárcena, profesor del CEU, titulada “Los presos del Valle de los Caídos”, publicada por Editorial San Román (es el libro exhibido en el Congreso de los Diputados por el diputado Jorge Fernández Díaz en el malhadado debate sobre la profanación de la tumba de Franco).

Obras en el Valle de los Caídos. /Foto: fuenterebollo.com.

He de reconocer que he leído el libro en todo momento con interés, en bastantes ocasiones con sorpresa, en otras con estupor, y en no pocas con indignación, no por el libro, sino por la utopía penitenciaria que describe.

Por supuesto, los trabajadores presos del Valle de los Caídos no estuvieron en ningún campo de concentración o de exterminio, ni tan siquiera en trabajos forzados. Toda la mitología de la izquierda es una grosera mentira. La izquierda miente siempre, miente en todo, siempre sirviendo a sus intereses de poder y dinero. El libro me ha servido, como cuestión colateral, para comprobar la infinita frivolidad de José María Calleja, periodista por el que tenía respeto, pero que se despacha con que hubo centenares de muertos, en un clima de explotación y que encima fueron enterrados en el monumento que tuvieron que construir. Todo es mentira. La izquierda tiende a mentir con sal gorda en el conjunto, en lo central y en los detalles.

La monografía “Los presos del Valle de los Caídos”, de Editorial San Román, es un libro serio, objetivo, trabajado, basado en una tesis doctoral no plagiada como la de Pedro Sánchez, uno de esos mentirosos compulsivos que produce la izquierda, sino fruto de un trabajo concienzudo de 69 cajas de documentos guardados en el Palacio Real, y que estuvo escrudiñando y cotejando durante cinco años. Amén del análisis de bibliografía y entrevistas personales con testigos directos o familiares de presos.

Francisco Franco visitando las obras. /Foto: larazon.es.

No hubo allí ningún campo de concentración o de exterminio. Esos campos fueron una de las más sanguinarias aportaciones de la izquierda a la Humanidad, fueron puestos en marcha por Lenin, amplificados por Stalin y copiados por Adolf Hitler, que siempre se consideró de izquierdas y que lideraba el Partido Nacional Socialista Alemán. Esos campos tenían una función represora, o de exterminio como parte de Auschwitz o Treblinka, en el caso nazi, pero también formaban parte del sistema económica con trabajo esclavo. En tiempos de Stalin la población de esos campos no bajó nunca de 10 millones; el sistema fue bautizado por Alexander Solzhenitsyn como “Archipiélago Gulag”, porque formaban como islas sin contacto con el exterior.

Se estima que el índice de mortalidad de los campos totalitarios de trabajadores esclavos fue del 10% anual, aunque seguramente en Rusia fue más elevado, porque muchos de los campamentos estaban situados en las regiones árticas y subárticas. El canal entre el Báltico y el Mar Blanco, por ejemplo, fue realizado por mano de obra esclava con una elevada mortalidad.

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No hay la más mínima semejanza entre lo sucedido en los campamentos del Valle de los Caídos y ese mundo, por mucho que la izquierda haya intentado favorecer la vagancia mental para identificarlos como similares. Adelanto la primera conclusión de la cuestión que ha motivado mis momentos de lectura indignada: los presos del Valle, algunos culpables de crímenes horrendos fueron tratados como privilegiados, por encima del resto de la población española.

Obras en el Valle de los Caídos. /Foto: camineo.com.

La redención de penas por el trabajo fue la utopía penitenciaria del jesuita Pérez del Pulgar que se la transmitió al general Máximo Cuervo, quien ya entrado el año 1938 fue nombrado jefe Nacional de Prisiones. Francisco Franco compartió esta utopía y la alentó: “Es necesario liquidar el odio y las pasiones creados por la guerra pasada. Pero esta liquidación no debe realizarse de un modo liberal, con enormes y desastrosas amnistías, que son un engaño más que un gesto de perdón. Debe ser una actitud cristiana, alcanzada mediante la redención a través del trabajo, acompañada por el arrepentimiento y la penitencia”.

Dentro de esa utopía penitenciaria, que se practicó en escala general, y de cuyos resultados no estoy en condiciones de establecer juicio, el Valle de los Caídos fue una de las experiencias:

  1. Para ir al Valle de los Caídos a trabajar había que solicitarlo por escrito, y Bárcena reseña varios casos en que se movieron influencias para conseguir ir destinado allí. Nadie iba forzado. No hubo trabajados forzados.
  2. Los trabajadores presos del Valle de los Caídos cobraban lo mismo que los trabajadores libres.
  3. Vivían en cuatro campamentos, adscritos a cada una de las cuatro empresas constructoras que realizaron en el proyecto. Esos campamentos eran poblados con Iglesia, dispensario médico y escuela. Es decir, pasaban de vivir en la cárcel a estar al aire libre en lo más parecido a un pueblo de la sierra.
  4. Las casas fueron primero de madera y luego eran rectangulares de piedra con chimenea.
  5. Los presos podían llevarse a sus familias a vivir con ellos y es lo que muchos de ellos hicieron.
  6. Se comía bien, con los problemas de abastecimiento habituales en la época, pero mejor que el resto de los españoles, pues tenían una cartilla de racionamiento individual más las colectivas.
  7. La vigilancia era mínima. Al principio, sólo tres funcionarios de prisiones. Y luego un destacamento de 18 guardias civiles. No había ningún perímetro vallado ni nada parecido. Ni las casas tenían barrotes ni nada parecido.
  8. Los presos tenían los mismos horarios y trabajos que los trabajadores libres, con los que convivían de igual a igual. Algunos tenían trabajos burocráticos o asistenciales, como el médico, practicante y maestro, que cobraban lo mismo que los de igual titulación y función fuera del Valle. Cobraban muy buenos sueldos, y eso que eran presos.
  9. En los poblados del Valle hubo matrimonios, bautizos y comuniones. Es decir, una vida familiar normal.
  10. Eran tratados como privilegiados, a pesar de sus horribles crímenes en algunos casos, de forma que los poblados se fueron convirtiendo en lugares de veraneo para las familias.
  11. Los estándares de higiene –contaban con sanitarios, algo no demasiado frecuente en los pueblos en aquellos años- eran elevados y sólo se menciona una plaga de gripe un invierno.
  12. La redención de penas era de seis días por día trabajado, lo que significa que patentes asesinos, autores de crímenes horrendos, que habían sido condenados a pena de muerte, luego conmutada por 30 años de cárcel, sólo cumplieron 5 años. Muy baratos y muy rentables les salieron los crímenes (veremos algunos casos en otro artículo).
  13. El número de presos trabajando en las obras del Valle de los Caídos osciló entre 550 y 800.
  14. Fueron numerosos los casos en los que tras cumplir las penas –cinco años, como máximo- que se quedaron como trabajadores libres, cobrando lo mismo y siguiendo en sus casas.
  15. Se licitaron varios servicios como peluquería y el muy importante de economato en el que los presos tenían acceso a “un poco de todo”, como dice una testigo, a bajo precio: el botellín de cerveza costaba 40 céntimos, cuando fuera estaba a 1,20 pesetas.
  16. Cuando terminaban sus condenas, el Consejo de Obras del Monumento Nacional a los Caídos les ofrecía –a todos- una casa gratis en Madrid. Algunos debieron hacerse ricos pues algunas de las casas se entregaron colindantes al Paseo de la Castellana en la zona del Hospital de la Paz. Es una época en la que había éxodo del campo a la ciudad viviendo con frecuencia en condiciones de chabolismo.
  17. Nadie murió por hambre, sino que hubo nacimientos. Durante 20 años que duraron las obras, durante 7 hubo presos trabajando. Obviamente, hay que tener en cuenta que muchos se reenganchaban como trabajadores libres. Las muertes en accidente de trabajo fueron casi milagrosamente muy bajas para tan magna obra. De los presos murieron seis, uno de los fallecidos lo fue por accidente de tráfico. El total de muertes en operarios fue de 14.
  18. En todo momento, los presos tuvieron la consideración de trabajadores que iban recibiendo en sus nóminas los beneficios de la legislación laboral de Franco: pluses por carestía de vida, cargas familiares, subsidio familiar, seguro de enfermedad, seguro de accidentes de trabajo, gratificaciones del 18 de julio y Navidad (pagas extraordinarias), vacaciones, horas extraordinarias, etc. Cuando se marchaban, recibían el correspondiente finiquito como si hubieran sido despedidos.
  19. Una parte de sus sueldos habían ido siendo ingresados en una cartilla de ahorros para que pudieran reiniciar su vida.
  20. En la escuela, cursaban estudios libres con exámenes en el Instituto de San Isidro 60 niños, tanto de los penados como de los trabajadores libres. En esos exámenes sacaron buenas notas. El libro reporta el destino de los 5 hijos del maestro, penado: 2 se hicieron médicos, 2 hijas estudiaron Magisterio, el quinto, cursó Comercio.
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En suma, los presos que trabajaron en el Valle de los Caídos tuvieron un trato privilegiado, igual al de los trabajadores libres, y bastante por encima de las condiciones en las que tuvieron que salir adelante la mayor parte de los españoles.