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Inmigración no es integración

Redacción




Javier García Isac. Director de Radio Ya.

No sé si será por cuestiones de edad, pero lo cierto es que cada vez descubro más cosas que o bien me irritan o bien no acierto a comprender. Una de ellas es la ropa deportiva en los aviones, en los supermercados, en los recintos deportivos cuando se asiste de espectador. Pareciera que el sujeto forma parte del equipo titular a punto de saltar al césped en cualquier momento. Tampoco soporto a todos aquellos que forman parte de lo políticamente correcto. Siempre con poses, con palabras grandilocuentes pero vacías, huecas de contenido real. Opinan sobre lo que desconocen. Un denominador común de todos estos individuos es su ignorancia osada. Sientan cátedra con sus frases hechas y fácilmente reconocibles. Generalmente es votante de izquierdas, con un aire progre un pelín pasado de moda, aunque de vez en cuando reconocen haber votado al centro reformista, como acto de rebeldía. Se sienten cómodos portando el diario “El País” y su infumable suplemento Babelia. Digo portado, y digo bien,  pues pocos son capaces de acabar el ladrillo que supone la mayoría de los artículos que conforman este panfleto.

Otro denominador común que caracteriza a estos osados es hablar de inmigración como algo que conocieran perfectamente, que forma parte del multiculturalismo y la riqueza de los pueblos, y sobre todo lo que menos soporto, es cuando intentan darnos lecciones de moral diciendo que nosotros somos un país de inmigrantes, como si el atún y el betún fueran lo mismo. Piensan que inmigración es integración y gilipolleces por el estilo. Todo muy naif. Todo con mucho tono pastel, todo muy en almíbar, pero muy alejado de la realidad.

Basta darse una vuelta por el metro de alguna de las grandes capitales europeas, como París o Londres, para comprender que inmigración no es integración. Por desgracia existen bolsas gigantescas de una inmigración no integrada, ni social ni cultural, en las afueras de estas ciudades, en los suburbios por donde el político o el amigo de lo políticamente correcto jamás pasean, jamás se pasa y jamás vivirá.

Queda muy bien hablar de integración, queda genial colaborar con alguna ONG de dudosa finalidad y credibilidad, queda brutal dar algún donativo para limpiar conciencias e incluso, asistir a conciertos de canta-autores trasnochados y que hace ya muchos años que dejaron de vender discos. Pero la realidad es otra bien distinta: guetos con una altísima tasa de absentismo escolar, inseguridad, de tráfico de drogar. Zonas extensas donde la policía no es capaz de entrar y donde las autoridades son incapaces de imponer el cumplimiento de las leyes.

Barriadas enteras donde se habla otra lengua y se profesa culto a otra religión; costumbres que chocan personalmente con el país donde se está y donde las nuevas generaciones, de esta inmigración no integrada, nacen en el odio al país y a los ciudadanos que les dieron acogida. Esta es la realidad que los políticos y los amigos de lo políticamente correcto se niegan a ver, se niegan a aceptar.

Estos analfabetos todavía se preguntan cómo es posible que fuerzas que llevan años avisando de este peligro, que fuerzas tachadas de populistas o extremistas, que fuerzas que trabajan sobre el terreno que ellos se negaron a pisar, tengan éxito en este momento.

Se piensan que con denominar a estos movimientos como xenófobos se acabó el problema. ¡Qué ilusos! Ni si quiera son capaces de comprender que su triunfo se debe a su inoperancia, a su dejadez de funciones y a creer que lo políticamente correcto es perjudicar a su conciudadano, favoreciendo una inmigración descontrolada y poco dispuesta a adaptarse, con más ayudas sociales y prebendas que a los propios; y que han conseguido que muchos se sientan extraños; se sientan extranjeros en su propia nación. Pobre argumento es utilizar la descalificación y el insulto para desmontar la verdad.

La mentira y la demagogia tienen las patas muy cortas; y por favor, aquel que siga creyendo que inmigración es lo mismo que integración que se dé  un rulo por el metro y luego nos lo cuente.