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La descomposición del régimen del 78 ha contaminado a los tertulianos de los medios televisivos

Redacción




Miguel Bernad Remón. Secretario general de Manos Limpias.

Una regla de oro del periodismo es contrastar las noticias, oyendo a las partes en conflicto, e intentando buscar un término medio, lo más objetivo posible.

Todos los días vemos en las numerosas televisiones existentes, tanto públicas como privadas, como unos supuestos periodistas, llamados tertulianos, se dedican a pontificar sobre lo divino y lo humano, con la mayor ignorancia, y falta de cualquier principio ético y de profesionalidad, criminalizando a personas sin el mínimo rigor.

Se permiten el lujo, pues se consideran impunes (amparándose en una libertad de expresión sin límites), de calumniar, injuriar, vejar, menospreciar, etc., a quien les da la gana, o a quien les han ordenado que lo hagan, faltando a la verdad objetiva y material, y sin contrastar los hechos.

El cuarto poder, del que forman parte también tertulianos, jueces en activo (lo nunca visto), lejos de contribuir a transmitir a la sociedad una opinión mesurada, con un análisis serio, profesional y veraz de la realidad, transmiten unas opiniones totalmente sectarias, escoradas a babor, distorsionando la realidad objetiva de los hechos y de las personas objeto de sus críticas.

A ello hay que añadir que muchas “fuentes” de la información proceden de filtraciones interesadas, que están bajo el secreto del sumario, pero que debe de ser un “secreto” un tanto peculiar, pues todo el mundo sabe lo que contienen los sumarios…, excepto los propios interesados, y sus abogados defensores.

El mundo de la comunicación se ha contagiado de esta descomposición putrefacta del régimen del 78, y todo vale para descalificar (incluso con insultos soeces) a aquellos a quienes se considera censurables, pues sus opiniones son diferentes, o, simplemente, molestan al sistema…

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La impunidad con la que actúan algunos periodistas, máxime utilizando el altavoz o plataforma de los medios televisivos, contribuyen al deterioro de un poder, el llamado cuarto poder (a veces pienso es el primero, por su importancia), que incumple sistemáticamente los más elementales Códigos Éticos del periodismo, cuando el periodismo era una carrera y una profesión seria y respetable.

¡Claro que uno solo puede ser respetable cuándo se respeta a sí mismo!

Una última consideración es la referente al principio de presunción de inocencia, que en las tertulias televisivas es desconocida, cuando no violada sistemáticamente, con manifestaciones públicas que desprecian totalmente dicho principio, básico en un Estado de Derecho.

Las conocidas como “penas de telediario”, son una muestra más de la contaminación de los medios televisivos, tanto públicos como privados.