Enrique de Diego.
Ciudadanos practica una eugenesia adaptada a los nuevos tiempos, de imagen, que lleva hasta la imposición por su entorno de que no se realicen fotos con Albert Rivera con nadie disfuncional o que no responda a criterios estandar de belleza; su estructura territorial es una mimetización de la estructura jerárquica y por delegación (en ningún caso por representación) del partido hitleriano. Y hay un dato más que establece una analogía entre Ciudadanos y el partido nazi: el culto a la personalidad.
Ciudadanos ha ido variando de posiciones de manera sustancial, no en cuestiones accidentales. El único elemento de definición del partido a lo largo de su corta historia -fue fundado en 2.006- es el culto a la personalidad de Albert Rivera. Nació afirmando que surgía «para hacer frente al ahogo que para el conjunto de la sociedad catalana suponen las políticas nacionalistas identitarias» y «por el vacío de representación que existía en el espacio electoral de centroizquierda no nacionalista». A las elecciones europeas de 2.009 llegó a presentarse con Libertas, una formación promovida por el multimillonario irlandés Declan Ganley, que había liderado la oposición al Tratado de Lisboa y cuyas tesis antieuropeístas eran notorias. En el último Congreso, Ciudadanos decidió abandonar la socialdemocracia fundacional para adoptar el liberalismo. Algo así como si el SPD alemán se hiciera liberal; la socialdemocracia y el liberalismo son adversarios antagónicos en toda Europa; Ciudadanos ha pasado, pues, por los dos polos.
La tentación totalitaria de Ciudadanos pasa por la sumisión y el culto a la personalidad del líder máximo, cuya imagen anula a la del partido y a la de los candidatos, y que fue la que se exhibió en las elecciones municipales de 2.015, en las que no se publicitaron los candidatos a alcalde. Esa tentación totalitaria está trufada de oportunismo. La cúpula de Ciudadanos se presenta a sí misma, internamente, como la detentadora de la propiedad de la marca. Un pequeño grupo –José Manuel Villegas, Carlos Cuadrado, Juan Carlos Girauta, Matías Alonso, Fran Hervías– forman una camarilla que detenta todo el poder, mientras al resto del partido le queda la función de coro de aclamaciones a cambio de un sueldo en el proceso de acceso al poder.
De esa manera, el debate ideológico ha quedado subsumido en el meramente táctico, marcado por el líder máximo y la camarilla, de forma que el culto a la personalidad sirve para difuminar las abrumadoras contradicciones. Así, Ciudadanos se presenta como un partido patriótico, al tiempo que, inserto dentro de las tesis globalistas y mundialistas, es un firme partidario de las políticas de eliminación de las fronteras y de puertas abiertas a los llamados «refugiados«, cuyo aumento del número de acogida es continuamente planteado.
Sin ideas, sin convicciones, sin principios, el único elemento constante y aglutinador de Ciudadanos es el culto a la personalidad de Albert Rivera.