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Madrid no es Murcia: Quien tiene que dimitir es Ignacio Aguado

Redacción




Enrique de Diego.

Ciudadanos está empoderado desde las elecciones catalanas, que con inmensa frivolidad propició embarrancando a Cataluña en el conflicto, y con toda la jauría mediática haciendo méritos, golpeándose los pectorales como una manada de gorilas. Un problema interno de una Universidad está siendo presentado como un caso de corrupción.

Albert Rivera, nuestro pequeño Macron de pastaflora, se ha zambullido en las cenagosas aguas de la manipulación: “Si Rajoy quiere seguir tapando la trama de corrupción, habrá cambio de Gobierno”. Lo de la “trama de corrupción” es impostura y desmesura. Ya se sabe que Albert Rivera no es más que un oportunista y un charlatán de feria, apoyado por los sectores económicos más corruptos y degenerados.

Albert Rivera, cuando era provida. /Foto: m.forocoches.com.

El empoderado Rivera, cuya financiación es tan irregular que deberían ingresar en prisión de inmediato, con carácter preventivo, él, Villegas y Casado, y cuyas primarias son una ristra de pucherazos, se permite desde su inmensa vacuidad darle un ultimátum a Rajoy: “si quiere dignificar las instituciones, seguirá el PP”.

Es la vía o estrategia murciana: que el PP ponga otro candidato, como sucedió en el relevo de Pedro Antonio Sánchez, quien estaba imputado en casos de auténtica corrupción. Esa manada de gorilas en que ha degenerado la jauría mediática haciendo méritos para poner el cazo especula con que Rajoy dejará caer a Cifuentes e insiste en que su apoyo es débil. El apoyo de Rajoy fue claro en la Convención del PP, todo lo claro que se puede esperar de un hombre de liderazgo débil esencialmente como Rajoy. Desde Argentina, Rajoy ha apostado porque haya una solución con “celeridad” y ha criticado al nervioso Rivera: “si alguien amenaza o advierte debería explicar por qué lo hace”.

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Es obvio que Rajoy necesita a Rivera para sacar adelante los Presupuestos y, al tiempo, precisa al PNV cuya factura siempre es muy cara. Y, con ese arma, Ciudadanos ha sacado el conflicto de Madrid y de la Asamblea madrileña para nacionalizarlo entrando a la liza Albert Rivera como entra un caballo en una cacharrería, porque la jugada es altamente peligrosa para Ciudadanos, una marca que en cualquier momento puede explotar como un souflé y cuyas cuentas son una exaltación de la corrupción irrestricta, empezando porque todavía Rivera no ha explicado qué ha hecho con los millones que recibió del irlandés Declan Ganley en la operación de Libertas, cuando Rivera era próvida.

Rivera necesita a Rajoy mucho más que Rajoy a Rivera; Ciudadanos depende mucho más del PP, que el PP de Ciudadanos. Rivera necesita que Rajoy y el PP se hagan el harakiri, mientras él, que dirige un partido trufado de corrupción por los cuatros Villegas, queda como lo que no es, un regenerador, cuando es el personaje más deleznable de esta casta putrefacta. Y el harakiri el PP sería la dimisión del Cristina Cifuentes.

Eduardo Zaplana, Albert Rivera y José Bono.

Ciudadanos, los mamporreros de Podemos

Por el contrario, la muerte de Ciudadanos, el fin de un grupete de mediocres venidos de Barcelona, es el ridículo patético de convertir en presidente de la Comunidad de Madrid a Ángel Gabilondo, haciendo los de Ciudadanos –gente sin moral ni ética- de estrictos mamporreros de la formación tardocomunista y bolivariana de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, el que cobraba una beca de la Universidad de Málaga por rascarse los testículos como el capitán Garfio.

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Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, dos representantes de la inteligencia media. /Foto: 20minutos.es.

Ciudadanos tiene que explicar de una vez su nauseabunda financiación, en la que ha perfeccionado la peor de las corrupciones, la de financiarse de las instituciones, y mostrar toda la podredumbre que anida en Ciudadanos de Madrid. Madrid no es Murcia: quien tiene que dimitir es Ignacio Aguado.