
Miguel Sempere.
No hay precedente en los anales de una nación, como sucede con España, que haya recibido como emigración a ladrones, asesinos, psicópatas, a los que ha dado la nacionalidad, el permiso de residencia o haya encumbrado a patentes mentes criminales a la condición de víctimas. La política de inmigración ha sido y es un desastre, llena de abrumadores complejos de culpa y de dosis estomagantes de estupidez y buenismo.
No deja de ser llamativo de que el nieto de un almirante de Pinochet se presentara por estos lares como un «sudaca» y repitiera, para los imbéciles de la izquierda y la derecha, que había estado en la cárcel por sudaca y no por psicópata y por haber dejado tetrapléjico a un guardia urbano.
Antes de que Rodrigo Lanza –mimado por el equipo podemita de gobierno del Ayuntamiento de Zaragoza- cubriera de sangre las calles de Zaragoza, otros dos «inmigrantes» chilenos intentaron volar la basílica de El Pilar, referencia de la identidad española y aragonesa. Francisco Javier Solar ‘Cariñoso’ y Mónica Andrea Caballero ‘Moniquita’ fueron condenados a cuatro años de prisión, cumplieron las dos terceras partes y en marzo de 2017 fueron expulsados de España quedando en libertad en Chile.
¿Por qué se les permitió entrar en España? ¿Qué aportaron a España salvo sufrimiento y gastos al contribuyente?
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