Miguel Sempere
Los primeros movimientos tácticos de Mariano Rajoy inducen a pensar en una locura con pérdida del sentido de la realidad. Por mucho que boten en el balcón de Génova las cuentas siguen sin salir. Y, por mucho, que insistan todos los medios terminales de Génova, Rajoy depende del PSOE para gobernar y nada más que del PSOE.
La posibilidad de un pacto con los cinco del PNV, dos canarios y Ciudadanos, partidario de eliminar los conciertos vascos, es nula. Y sólo plantearla no tiene sentido ni como intento banal de dar celos al PSOE. Sugiere un Rajoy falto de principios, corrompido por el poder.
Recapitulemos: este el mismo escenario que el surgido del 20 D, con lo que las elecciones han sido un despilfarro de dinero y de energías; entonces Rajoy se enrocó para evitar su desgaste y obligó a Pedro Sánchez a exponerse. Éste intentó el pacto con Ciudadanos más Podemos y fracasó.
Y lo que hemos hecho o nos han obligado a hacer es volver a la casilla de salida, al punto de partida, a ese debate de investidura para el que tampoco tiene apoyos suficientes. La realidad que ha puesto histérico a Rajoy es que sigue sin poder ser presidente del Gobierno, salvo que el PSOE condescienda y le deje.
Ninguna norma puede obligar en un sistema parlamentario a eso de respetar la lista más votada, porque el poder se le concede al más votado en el Congreso de los Diputados.
Los de Génova han estado, de nuevo, muy contentos y muy felices hasta que han echado números. Y estos ni salen, ni van a salir, por mucho baile de San Vito en la noche electoral.
Lo de que Rajoy amenace con un pacto con el PNV es de una insensatez melodramática. Los del PNV que llevan toda la vida en eso de la independencia y que llevan acelerando los últimos años, con menos ruido y a rebufo de los separatistas catalanes, se han mostrado condescendientes calificando de “muy difícil” el acuerdo.
Complicada digestión de la agenda del PNV
El PNV está dispuesto a dialogar con Mariano Rajoy pero su agenda es de complicada digestión, fuera de los brindis al sol. Por de pronto, reformas “profundas” como la cuestión de Cataluña y el País Vasco; es decir, la independencia o algo muy parecido y, en cualquier caso, atar las manos del Gobierno respecto al proceso secesionista catalán, el fin de los “ataques al autogobierno” vasco, sin concretar, y la derogación de la Lomce y la reforma laboral. El PNV es consciente de la dificultad para llegar a acuerdos con el PP en algunos de los puntos claves de su llamada «agenda vasca» como la política de paz y convivencia tras cuatro años de inmovilismo «nefasto» en la política penitenciaria o el reconocimiento del hecho nacional vasco. «El PP tendría que hacer un viraje muy importante y lo vemos muy difícil», han añadido fuentes populares, que entienden que el diálogo se complicaría aún más si los populares llegan a un acuerdo con Ciudadanos por su posición contraria al Concierto Económico y las diputaciones forales. De todas formas, el PNV considera que es al PP al que corresponde dar el primer paso y que también el PSOE deberá decidir si permite un gobierno «popular» o intenta hacer una alternativa de izquierdas.