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Los despedidos de la escoria woke de Relevo no dan pena, se lo tienen bien merecido

Redacción




El cierre definitivo de Relevo estaba cantado. En una redacción de niñatos salidos de las actuales universidades, no eran conscientes de cómo funciona una empresa. Vocento anda a la deriva desde hace mucho tiempo, con un ABC descabezado. Acumular pérdidas millonarias año tras años no es inversión, pues el periodismo está muerto. No hay publicidad, salvo la institucional. Las plataformas digitales no riegan con dinero, sino que se forran con el tráfico. En las redes sociales la mayoría de comentarios se alegran del cierre. Los trabajadores, alrededor de 65, piden humanidad. Ellos solos se han ido al guano con el biógrafo de Zapatero, Óscar Campillo, al mando. Un inútil que casi tumba el Marca. Relevo ha jugado a informar de deporte para difundir ideología woke. Solo hay que ver las gradas de los partidos de fútbol lésbico para saber que es un nicho sin interés, y lo que trasciende es algo inflado por subvenciones. Relevo no pudo funcionar ni entrar en esa rueda. Sus trabajadores se volvieron defensores a capa y espada de las causas de Ana Peleteiro o Jenni Hermoso. Llegaron tarde. Esa corriente dominante no cala en las redes, donde se busca algo diferente. Los lectores tan cansados ya no pagan por un producto peor que el que ofrece un tuitero. Jugar a periodistas incluye la tensión de los números. Parte de la plantilla encontrará acomodo en los chiringuitos de aquellos a los que han adulado. El fin de Relevo es solo el principio. Vocento no saldrá de números rojos. La prensa española es deficitaria en su totalidad.