El domingo por la noche, el Real Madrid se examinó en el Bernabéu después de su naufragio europeo. Enrique de Diego, en mejor forma que Mbappé, acertó al añadir Kalargi a Florentino Pérez. Si el equipo blanco tiene un presente negro por su pérdida de identidad, lo de su último rival liguero, el Athletic de Bilbao, es todavía peor. El Bilbao (por mucho que les moleste así se admiró al equipo en toda España) se impuso la política de solor fichar jugadores vascos. Su concepto de vasco se fue ampliando para deformar las rayas rojiblancas. La supremacía vasca del PNV cambió de color. La plantilla del Athletic no representa más que la realidad de las Vascongadas, donde al calor de las ayudas sociales se concentran inmigrantes sin oficio ni beneficio, que siembran el caos. De Venancio, Iriondo, Gainza, Panizo y Zarra, el Athletic ahora forma con los hermanos Williams, Boiro, Diallo o Maroan, además del argelino Berchiche. ETA sembró el caos con matanzas para reivindicar la independencia vasca. Esta podrá darse, pero en forma de califato. Sus herederos de Bildu así lo entienden: han abrazado el islamoizquierdismo, porque ETA, debajo de su violencia, era un grupo globalista, destinado a sembrar el miedo en España. Ya no hace falta. Los etarras cambiaron las armas por el coche oficial. Por el camino, la industria vasca desaparece. La identidad del RH positivo también. El PNV ha llenado las calles de sus votantes y de la burguesía vasca de aquellos que querían mantener en barriadas aisladas para ganar votos. La irrupción de Silvia Orriols en Cataluña no es más que un aviso de lo que puede estar por venir en Vascongadas.