Los aranceles anunciados por Donald Trump han generado una ola de nervios en la Unión Europea. Las políticas del hasta ahora socio prioritario de Bruselas chocan con la agenda woke. En Estados Unidos creen que el Viejo Continente será el más afectado, pero por no ceder en un cambio de políticas. Desde Washington tienen claro que será Alemania quien marque el rumbo de la Unión Europea. Los alemanes pasaron por las urnas hace dos meses, y sus políticos trabajan contrarreloj para cerrar una gran unión globalista. Un pacto que descontenta a parte de los votantes de la CDU, y los barómetros ya muestran un empate con Alternativa para Alemania. Al conocido problema de la inmigración, se suma principalmente el de la desindustrialización. La llegada de personas era frenada por el músculo económico alemán, que podía costear ayudas y generar empleos. La posición geográfica de Alemania le obliga a mirar a Rusia para obtener energía, elemento indispensable para activar su economía. Alemania se encuentra en una encrucijada: mantenerse fiel al globalismo o adoptar medidas lógicas para salvar su industria. Si las ventas alemanas siguen en caída libre, la Unión Europea perderá su motor, arrastrando al resto de países. El más dependiente de Bruselas, con una deuda desmesurada, es España. A un pensionista de Burgos o Córdoba le puede marcar su futuro en mayor medida el triunfo de Alternativa para Alemania que la llegada de VOX.