Enrique de Diego.
Las del fútbol lésbico -llamarlas jugadoras, por mucha testosterona que tomen, es un insulto a la inteligencia, no llegan al nivel de un equipo de cadetes mediano- son un escándalo de aumento de la deuda pública en aras del globalismo. Hace cinco años recibieron una subvención de unos cuantos millones de euros -el chocolate del loro, pero es que el loro tiene obesidad mórbida- que este año termina y no debe renovarse. Si son tan buenas, que son unas petardas, deben vivir de lo que producen, y no, como dice la escoria del woke Relevo, se las debe subvencionar por la cara, porque son un icono del pútrido globalismo, patrocinada por Adidas, una empresa participada por Blackrock, el epicentro del mal.

Una sociedad que subvenciona al fútbol lésbico, malo de cojones, apuesta por su suicidio, apuesta por no reproducirse y por extinguirse. Hay que primar la natalidad, como ha empezado a hacer Hungría, y mandar a las del fútbol lésbico al baúl de los trastos inservibles y perjudiciales.