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Ana Patricia Botín, simple empleada del globalismo Blackrock

Redacción




Lu9is Bru.

Ana Patricia Botín parece la rutilante presidenta del Banco Santander, pero eso es solamente una ficción. Ha de cumplir lo que se espera de ella: que aporte tradición y españolidad, feminismo en lo que reluce como si fuera una mujer hecha a sí misma, y toda la agenda woke del globalismo, el timo calentamiento global, renovables.

Ana Patricia Botín mantiene la ficción, coordina los invitados de la sección española del Club Bilderberg, con poca pericia y visión de la jugada, pues erró en su apuesta por Albert Ribera, un político mediocre que se hizo famoso por posar en pelotas, y volvió a errar al llevar a Lisboa a un decrépito Pedro J Ramírez, cuyo digital no lee nadie ni tiene ninguna influencia, y lo único que consiguió es que cogiera un monumetal cólico nefrítico.

Las muchas sombras sobre la muerte de su padre, Don Emilio Botín -con un matrimonio sólo en apariencia, con un nuevo amor con el que iba a casarse en meses, sin hablarse con su hija a la que consideraba un desastre para el Banco y, en fin, todavía no se sabe dónde murió, si es el chalet de Somosaguas, en el que no pisaba, o en su apartamento de la Ciudad Financiera- la acompañarán mientras viva.

Mientras ejerce de feminista woke, cuando lo suyo es fruto de la herencia, Ana Patricia Botín ocupa la presidencia del Banco Santander gracias a ser la poseedora del 0,21% de sus acciones, valoradas en 155 millones de euros.

Una minucia al lado del globalista fondo de inversiones Blackrock que es propietario del 5,426% de las acciones del Banco de Santander desde 2019. En este mundo distöpico, Ana Patricia Botín cumple su misión en la farsa: es una lacaya adiestrada del globalismo, es una fiel empleada o una sirviente de Blackrock.

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