Enrique de Diego.
Eres el niñato woke, el hijo de papá consentido y mentiroso, el gatito de Newtral -mentira tras mentira, que cuando desmiente confirma la verdad- de Ana Pastor y ese personaje más falso y basto que un bocadillo de bellotas que es Antonio García Ferreras, dos vergüenzas del periodismo lacayo actual. Nepotismo de baratillo. Eres el desagüadero de toda la ponzoña globalista, el pringado a sueldo de la secta, Emilio Domenech.
Eres la degradación del periodismo, lleno de furcias mediáticas y de chaperos, no sabes de nada pero opinas de todo como si te hubieran dado cuerda soltando las chorradas, bravatas y estupideces que saben que les gustan a tus amos. Eres, al fin y al cabo, la mascotita de peluche de Ana Pastor, de esas que se comen los haitianos de Springfield, que te van a pegar un bocado monumental.
No eres el Carrascal de estos tiempor sombríos, no eres ni su antítesis ni su tesis, tampoco su síntesis; ni tan siquiera eres su parodia; eres un clown sin gracia; la cara dicharachera y al tiempo estúpida de esta dictadura cultural gnóstica, que ya se va.
Te equivocas siempre como cuando deveniste en payasete promotor del genocidio de las timo vacunas, con una frivolidad pasmosa -de la que darás cuenta, porque hay banalidades que matan- que tantas muertes ha causado y tanto dolor y afectará a la reproducción, aunque eso a ti te importa una higa, porque ya decidiste no reproducirte, conveniente discípulo de la bruja Quemala Harris que sueña despierta con eliminar población.
Evacúa tus chorradas al peso con desparpajo, tus días de gloria han pasado, eres verduras de las eras manriqueñas, un pedo sonoro y maloliente, evanescente, sólo que tienes mucha menos moral que el Alcoyano.