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Las timo vacunas empeoran el cáncer

Redacción




Naveen Athrappully.

Según un reciente análisis revisado por expertos, las vacunas contra COVID-19 pueden desencadenar cambios genéticos en pacientes con cáncer que podrían contribuir al desarrollo ulterior de la enfermedad en esas personas.

La revisión, publicada en la revista médica Cureus el 17 de diciembre, analizó la relación entre las vacunas contra el COVID-19 y el cáncer. Una revisión de múltiples estudios llevó a los autores a concluir que ciertas vacunas contra el COVID-19 pueden crear un entorno que predispone a algunos pacientes con cáncer, incluidos los supervivientes, a la “progresión, recurrencia y/o metástasis del cáncer”.

La conclusión se basó en dos factores. El primero es la “hipótesis multi-hit” del cáncer, que sugiere que el cáncer es consecuencia de varias mutaciones genéticas.

El segundo son las “crecientes pruebas e informes de seguridad” en el Sistema de Notificación de Efectos Adversos de las Vacunas (VAERS, por sus siglas en inglés), que sugerían que algunos pacientes con cáncer que tomaron las vacunas contra el COVID-19 vieron empeorar sus afecciones.

“A la luz de lo anterior y debido a que algunas de estas preocupaciones también se aplican a los pacientes con cáncer infectados con SARS-CoV-2, animamos a la comunidad científica y médica a evaluar urgentemente el impacto tanto de la vacuna contra el COVID-19 como de la vacuna contra el COVID-19 en la biología del cáncer y en los registros de tumores, ajustando las recomendaciones de salud pública en consecuencia”, decía la revisión.

La revisión se centró en las vacunas de ARNm, Pfizer/BioNTech y Moderna, y en las vacunas vectorizadas con adenovirus, Johnson & Johnson y Oxford/AstraZeneca, ya que estos productos fueron los más utilizados en las campañas mundiales de vacunación contra el COVID-19.

Las vacunas de ARNm tienen el potencial de desencadenar una serie de mecanismos biológicos que podrían conducir a la progresión del cáncer.

Estos efectos se atribuyen a factores como la “acción proinflamatoria” de las nanopartículas lipídicas (LNP) y los efectos causantes de tumores de los antígenos de las vacunas, concretamente la proteína de espiga.

Las LNP son sistemas de administración de fármacos mediante nanopartículas que pueden utilizarse para introducir ADN y ARNm en el organismo. La proteína de espiga, que se encuentra en la superficie del virus del COVID-19, facilita la entrada del virus en las células sanas.

Las autoras de la revisión son Raquel Valdes Angues, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salud y Ciencias de Oregón, en Portland, y Yolanda Perea Bustos, del Departamento de Educación de la Generalitat de Cataluña, en Barcelona (España). Declararon “no recibir apoyo financiero” de organizaciones que pudieran tener un interés en su trabajo y no tener otras relaciones o actividades que pudieran haber influido en la revisión.

En el análisis se esbozaron varios efectos genéticos que las vacunas contra el COVID-19 podrían tener en las células cancerosas y, por tanto, repercutir potencialmente de forma negativa en la vida de los pacientes que padecen la enfermedad.

Linfopenia

La revisión señaló que la vacunación contra el COVID-19 se ha asociado con linfopenia, una afección en la que hay un recuento anormalmente bajo de linfocitos, un tipo de glóbulo blanco que ayuda al sistema inmunitario a luchar contra bacterias y virus extraños.

Los ensayos clínicos de la vacuna de Pfizer y AstraZeneca describieron una “disminución de los linfocitos plasmáticos entre 6 y 8 días después de la vacunación en el 45-46 por ciento de los participantes”.

“La linfopenia se ha asociado desde hace tiempo a un aumento de la incidencia de cáncer y del riesgo de neoplasias malignas”, señala la revisión. “Las alteraciones linfocitarias son frecuentes en pacientes con cáncer y tienen un fuerte impacto en el pronóstico y la supervivencia”.

Dado que la linfopenia contribuye a crear un entorno favorable a la progresión del cáncer, debe observarse “extrema precaución” a la hora de recomendar la vacuna contra el COVID-19 a pacientes con cáncer, “especialmente a los sometidos a tratamiento anticanceroso”.

Proteínas de espiga
La proteína de espiga presente en los coronavirus COVID-19 tiene dos subunidades funcionales clave: S1 y S2. La S1 ayuda al virus a infectar células humanas y se ha descubierto que afecta al mecanismo de crecimiento celular.

Mientras tanto, se ha demostrado que la proteína de espiga influye en un mecanismo que regula varios comportamientos celulares clave, concretamente las respuestas inflamatorias y el crecimiento celular. Cuando se activa en las células cancerosas, este mecanismo específico promueve la quimiorresistencia y la proliferación. En el microentorno tumoral, estimula la inmunosupresión.

Dado que las vacunas contra el COVID-19 introducen proteínas de espiga en el organismo, “es imperativo vigilar las consecuencias a medio y largo plazo” de dicha vacunación, afirma la revisión.

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Comprometer la inmunidad
Los investigadores sugirieron que las vacunas de ARNm están “diseñadas para desactivar” la inmunidad innata del individuo.

El sistema inmunitario innato de los mamíferos se estimula mediante la activación de una clase de proteínas denominadas receptores de tipo Toll (TLR). Se sabe que los TLR desencadenan varias vías de señalización para la producción de diversas citoquinas que desempeñan un papel importante en muchas enfermedades, incluido el cáncer.

Las vías de señalización implican a los factores reguladores del IFN (IRF), críticos en varios aspectos de la respuesta inmunitaria. La revisión citaba investigaciones que mostraban que las vacunas contra el COVID-19 de Pfizer “disminuían significativamente” la producción de IFN de tipo I e IFN de tipo II.

Los TLR no sólo se expresan en las células inmunitarias, sino también en las tumorales, en las que pueden promover o inhibir la malignidad. También se ha descubierto que el IFN de tipo I es importante para controlar el crecimiento de los tumores y la respuesta a las terapias antitumorales.

La revisión señala que el papel “extremadamente complicado” de las respuestas TLR e IFN de tipo I en la biología tumoral “aconseja precaución” a la hora de utilizar ARNm sintéticos para aplicaciones terapéuticas.

Inflamatorio
Las nanopartículas lipídicas (LNP) utilizadas en las vacunas de ARNm han resultado ser “altamente inflamatorias” en ratones, según la revisión, que cita un informe.

La inyección de LNP provocó una “activación rápida y robusta de diversas vías inflamatorias”, así como la producción de varias citoquinas y quimioquinas inflamatorias en los ratones. Las citocinas y quimiocinas regulan las respuestas a lesiones e infecciones.

En el contexto del cáncer, la inflamación favorece el desarrollo de la enfermedad y promueve todas las fases de la tumorigénesis, es decir, la formación inicial de un tumor en un individuo.

“Alrededor del 15-20% de todos los casos de cáncer vienen precedidos de una infección, inflamación crónica o autoinmunidad en el mismo tejido u órgano”, afirma el estudio. “En tales casos, la inflamación promotora del cáncer es inducida y existe mucho antes de la formación del tumor”.

Esta inflamación extrínseca, es decir, la causada por fuentes externas, puede provocar inmunosupresión, es decir, una disfunción temporal del sistema inmunitario. Esta inmunosupresión puede crear el entorno propicio para el desarrollo de tumores.

“Dado que los LNP suelen acumularse en los tumores, debido a su mayor permeabilidad y efecto de retención (EPR), es de vital importancia proteger a las células cancerosas de los estímulos de estrés relacionados con la transformación, incluida la inflamación ….”, escribieron los autores.

Integración genómica
La revisión destacaba un estudio en el que se discutía la posibilidad de que ciertas partes del virus del COVID-19 pudieran sufrir “integración genómica dentro de las células infectadas”.

El estudio encontró copias del virus en células humanas y especuló con la posibilidad de que se produjera el mismo fenómeno una vez que las células humanas estuvieran expuestas a las vacunas de ARNm contra el COVID-19.

Otro estudio descubrió que un “retrotransposón” denominado elemento nuclear intercalado largo-1 (LINE-1) se veía afectado tras la exposición celular a la vacuna de ARNm contra el COVID-19 de Pfizer. Los retrotransposones son elementos genéticos que se replican e integran el ADN en nuevos sitios de un genoma.

La revisión especulaba con que el impacto de la vacuna de ARNm en LINE-1 podría “aumentar el riesgo de mutaciones en genes supresores de tumores y provocar daños sostenidos en el ADN de las células y tejidos a los que se dirige la vacuna”.

Los investigadores insistieron en que existe una “necesidad acuciante de claridad sobre la posible activación de LINE-1 inducida por las vacunas contra COVID-19 y COVID-19 y sus repercusiones en células cancerosas y/o precancerosas con altos niveles intrínsecos de expresión de LINE-1”.

Supresión tumoral

Un estudio de octubre de 2020 demostró que la subunidad S2 del virus COVID-19 “interactúa fuertemente” con las proteínas supresoras de tumores p53 y BRCA1/2, señala la revisión.

Proteínas como p53 y BRCA1/2 actúan como una “barrera importante” para la progresión tumoral. La posibilidad de que la proteína de espiga del virus pueda interactuar con la proteína supresora de tumores es fundamental, ya que tanto el ARNm como la vacuna vectorizada con adenovirus contienen el “material genético que ordena a las células huésped expresar la espiga”.

Los estudios sobre la vacuna de Pfizer han demostrado que se acumula en varios órganos a las 48 horas de la vacunación. Además, las nanopartículas lipídicas “se acumulan preferentemente” en el tejido tumoral antes que en el sano.

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A la vista de estos hallazgos, la revisión sugería un análisis detallado de las posibles interacciones entre el S2 y las proteínas supresoras de tumores p53 y BRCA1/2 tanto en los pacientes con COVID-19 como en los que han recibido la vacuna contra el COVID-19.

Dicho análisis es necesario para determinar si las interacciones proporcionan una “ventaja selectiva” para las células cancerosas o precancerosas, escribieron los investigadores.

Las mutaciones de TP53, el gen que proporciona instrucciones para fabricar p53, pueden provocar cáncer de mama, hueso, tejidos blandos y cerebro. Otros cánceres menos frecuentes son el de estómago, la leucemia y el cáncer colorrectal. El deterioro de la actividad del BRCA1 se asocia a cáncer de mama, ovarios, útero y próstata.

Beneficios “dudosos” de la vacunación
Los investigadores señalaron que han demostrado que las vacunas basadas en la proteína espiga del COVID-19 “tienen el potencial de interactuar con proteínas supresoras de tumores, promover la inflamación, activar vías oncogénicas y alterar el ajuste fino de la respuesta inmunitaria”.

“Estos mecanismos y vías de señalización desregulados subyacen a la mayoría de los tipos de cáncer”. Se necesita urgentemente una “evaluación más equilibrada de riesgos y beneficios” en relación con la vacunación contra el COVID-19 y las personas con cáncer o con alto riesgo de padecerlo.

Para las personas con respuestas inmunitarias deficientes, “los beneficios de la vacunación son dudosos, y se desconocen los riesgos acumulativos de los refuerzos sucesivos”.

Un asistente médico sostiene una bandeja de jeringas llenas de dosis de la vacuna de Moderna contra el COVID-19 en un centro de vacunación en Los Ángeles, el 16 de febrero de 2021. (Apu Gomes/AFP vía Getty Images)
Un motivo de preocupación es que la administración conjunta de tratamientos contra el cáncer y vacunas contra el COVID-19 podría preparar el terreno para “efectos tóxicos”. La revisión citaba un artículo en el que se descubría que, cuando se administraba a pacientes con cáncer la vacuna contra el COVID-19 de Pfizer, se producía un “aumento constante y variable de todos los efectos secundarios de la vacuna contra el COVID-19”.

“Por lo tanto, existe la preocupación de que el uso simultáneo de inmunoterapia y vacunas contra el COVID-19 potencie la respuesta inmunitaria del organismo, lo que daría lugar a un aumento de los acontecimientos adversos relacionados con el sistema inmunitario”, escribieron los investigadores.

La revisión señaló que entre el 7 de enero de 2018 y el 2 de julio de 2022, hubo aproximadamente 13,000 muertes por cáncer por semana en Estados Unidos, con picos en enero de 2021 y enero de 2022. Si bien las agencias de salud pública han admitido un aumento en las muertes por cáncer, en su mayoría han atribuido el exceso de muertes a la infección por COVID-19.

Aunque los picos de mortalidad por cáncer de 2021 y 2022 se correlacionan con los repuntes invernales de COVID-19, “también se producen después de dos importantes campañas de vacunación y refuerzos contra el COVID-19”, señalaron los investigadores.

“Como se ha señalado anteriormente, tanto las vacunas basadas en la proteína de la espiga del SARS-CoV-2 como las basadas en la del SARS-CoV-2 promueven la producción de espiga dentro de las células humanas, lo que, a la luz de lo anterior, podría facilitar la transformación maligna”.

Los autores señalaron que aunque muchas instituciones y expertos promueven las vacunas contra el COVID-19 como seguras y eficaces en pacientes con cáncer, “estas afirmaciones no están respaldadas”.

“Nuestra sugerencia es que los individuos con cáncer o antecedentes de cáncer reciban las vacunas genéticas contra el COVID-19 sólo si los beneficios superan claramente cualquier riesgo y tras una cuidadosa evaluación caso por caso”, decía la revisión.

“Lo más importante es que existe la posibilidad de que el riesgo de cáncer dependa de la dosis”. De este modo, sólo los individuos que han recibido varias inmunizaciones contra el COVID-19 pueden tener un mayor riesgo de padecer cáncer maligno.

“El éxito de las novedosas vacunas de ARNm contra COVID-19 ha creado un interés generalizado en la tecnología de ARNm como solución a algunas de las enfermedades infecciosas más mortíferas (es decir, la malaria, la tuberculosis y el VIH/SIDA) para las que se necesita urgentemente una vacuna eficaz y de fácil aplicación”, escribieron los autores.

Sin embargo, “los actuales problemas de seguridad deben resolverse con prontitud antes de que las nanomedicinas basadas en ARNm sigan transformando la forma de gestionar y prevenir las enfermedades en el futuro”.