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Pashminagate: El silencio de la prensa o «España es un sultanato» y una cloaca

Redacción




Luis Bru.

Jaime del Burgo reconoce que «fue una equivocación eliminar mis posts». Bien mirado, estoy en desacuerdo, porque unas jornadas de silencio y el aparente miedo escénico de la retirada han generado más expectación.

No se trata de noticia de la prensa del corazón sino de la prensa generalista y de los informativos de las radios y las televisiones. A eso voy. Todos silente cual putas babilónicas, en cuyos prostíbulos con pretensiones de santidad se reclutan los periodistas, las furcias mediáticas, como las define el gran César Vidal, en «La gran traición» de Enrique de Diego se encuentran muchas claves de cómo funciona la mentira y el mercantilismo de la ponzoña mediática.

24 millones vieron el icónico tuit de la pashmina y, probablemente, Jaime del Burgo quedó sorprendido y abrumado de su poder, gracias a las redes sociales. De ahí la obsesión de los globalistas por controlarlas y amordazarlas, como hemos visto en la plandemia, la que el pashmiragate tiene muchas semejanzas.

Porque no es cuestión de la prensa rosa, Jaime del Burgo ha despreciado los requerimientos económicos que se le han hecho y no ha dejado correr el ultimátum de París Match porque ya es consciente de su poder y no le quiere poner precio a sus convicciones y a sus ideales, a la unidad de España y a la identidad de su querida Navarra.

A las furcias mediáticas las trata como se merecen. «¿El silencio de la prensa española?». Silencio espeso, compacto, contra toda deontología profesional. Y se responde a la pregunta retórica: «Demostraría que España es un sultanato». Y una escoria, Jaime, y una pocilga, Jaime.