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Reina de la Paz: “Queridos hijos, ¡los amo a cada uno de ustedes tanto como amo a mi Hijo Jesús!” 

Redacción




Sor Emmanuel Maillard.

Mis queridos amigos, ¡alabados sean Jesús y María!

1. El 25 de noviembre de 2023 la vidente Marija recibió el siguiente mensaje:

“Queridos hijos, que este tiempo esté entretejido de oración por la paz y de buenas obras, para que la alegría de la espera del Rey de la Paz se sienta en sus corazones, en sus familias y en el mundo que no tiene esperanza. Gracias por haber respondido a mi llamado.»

 

2. ¡Los niños saben!  Un sacerdote italiano, a la vez párroco y exorcista, me contó que una mujer le había pedido que bendijera al niño que llevaba en su seno, a lo que accedió muy feliz (PS 1). Esta bendición es fuente de grandes gracias, aunque pocas madres piensan en pedirla. Mientras la pronunciaba, el padre posó su mano sobre el vientre de la mujer y de inmediato el niño comenzó a saltar con fuerza, golpeando la mano del sacerdote como si quisiera tomarla para captar ávidamente toda la gracia que estaba recibiendo.

El magisterio de la Iglesia afirma que, desde el momento de su concepción en el seno materno, el niño recibe su alma de parte del Creador. Se trata verdaderamente de una nueva creación, tan hermosa que causa la admiración de los Ángeles. ¡Pero, aunque el cuerpo de este pequeñito sea diminuto, su alma ya está totalmente presente! Esta alma, apenas salida de las manos del Creador, está dotada de una gran sensibilidad ante las realidades divinas y en particular de una profunda “conciencia de amor”. Por supuesto, ni el cerebro de este niño ni su uso de razón están aún desarrollados para comprender, pero él ya está provisto de “antenas naturales” que le permiten percibir con agudeza ciertas realidades. Por ejemplo, el tipo de acogida que le reserva su mamá. ¿Está feliz de traer un hijo al mundo o está contrariada por este embarazo? ¡Las consecuencias de lo uno o lo otro serán muy diferentes para el porvenir del niño!

En el caso que les relato creo que el niño, gracias a su profunda conciencia de amor, percibió la cercanía de la gracia ofrecida por la bendición divina a través del sacerdote, al punto que su madre quedó conmovida. Este sacerdote me comentó que había tenido la misma experiencia en repetidas oportunidades.

 

3. Tiempo atrás, misionaba en la Isla Mauricio (en el océano Índico, cerca de la India), donde un empresario me pidió que hablara a sus empleados. Entre ellos había cristianos, musulmanes, budistas, hindúes, etc. y todos compartían en armonía el espacio laboral. Después de haberles compartido algunos mensajes esenciales de la Virgen, este empresario me pidió que rezara por quienes que así lo desearan. Casi todos quisieron permanecer para el tiempo de oración. Una vez finalizado, una mujer musulmana se me acercó y me pidió que rezara a la Virgen María de Medjugorje por el niño que llevaba en su seno.

Estaba orando por ella, por su niño y por un feliz nacimiento y, de repente, ella tomó mi mano y la posó en su vientre. De inmediato ocurrió lo mismo que me había relatado mi amigo sacerdote. El niño comenzó a golpear con fuerza con su cabecita contra mi mano y su mamá lo percibía al igual que yo. Esta experiencia fue para ella un gran regalo del Cielo y una ocasión maravillosa para regocijarse por la vida de aquel niño.

4. Jesús escondido en María. En estos días que preceden la Navidad, no puedo dejar de imaginarme al Niño Jesús en el seno de su Mamá. ¿Qué vivirían madre e hijo? ¿Qué experimentarían? Por supuesto, todo esto permanece en secreto. Pero vivir en el seno de María, la toda pura, la toda amante, la toda llena del Espíritu Santo, ¿no es acaso vivir el Cielo en la Tierra? Jesús nunca ha estado tan en seguridad como en el seno de María, así como el Hijo divino que es en el seno de su Padre! (PS  2)

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Durante su crecimiento físico en el seno materno, el niño “extrae” de la sangre de su madre todo cuanto necesita para formarse. Dulce pero eficientemente, se provee de los elementos que le son necesarios y vitales surtiéndose en la sangre de su madre de los minerales, las vitaminas, el oxígeno, las proteínas, glúcidos, lípidos, lactosa, Omega, etc. ¡Cuánta sabiduría desplegada en nuestra naturaleza!

Pero lo que el niño tomará de su madre va mucho más allá de todos estos elementos físicos. Misteriosamente, gracias a su conciencia de amor, vibrará con ella y percibirá lo que sucede en su corazón y en su espíritu. ¡Si las madres supieran la influencia trascendental pueden tener en su niño por nacer…!”

Y María, ¿cómo vivía la espera de su Niño escondido en Ella como en el más bello tabernáculo del mundo? Ella se brindaba por entero y no dejaba de orar, enteramente recogida ante el misterio divino que llevaba en sí misma. Desde el momento de la concepción de Jesús comenzó un diálogo ininterrumpido con Él, diálogo que continua hoy en día y se perpetuará por toda la eternidad. El Magnificat da testimonio de ello, cantado en casa de su prima Isabel apenas unos días después de la Anunciación.

Y nosotros, los hijos que Jesús le ha dado en la Cruz, ¿cuál es nuestra parte en la maternidad de la Virgen? Nosotros, que hemos nacido de una madre que tenía cualidades y defectos que le eran propios, con sus ternuras y faltas de ternura… Un mensaje nos aclara y nos maravilla. María nos dice en Medjugorje: “Queridos hijos, ¡los amo a cada uno de ustedes tanto como amo a mi Hijo Jesús!” Y también: “Queridos hijos, así como llevé al Niño Jesús en mi seno, de igual forma deseo llevarlos a cada uno de ustedes por el camino de la salvación”. (25-03-1990)

En una de sus homilías, san Bernardo de Claraval desarrolla este bello pensamiento: mientras estamos en la Tierra, aún no hemos nacido. Nacemos una vez que entramos al Cielo. En la Tierra somos llevados en el seno de María.

Si una simple madre tiene tanta influencia sobre el hijo que lleva en sus entrañas, ¡tratemos de hacernos una idea de lo que nos ofrece nuestra Madre Celestial cuando elegimos consagrarnos a Ella, es decir, pertenecerle por entero y vivir en Ella! ¡María pone a nuestra disposición todo lo que le pertenece! Su bondad, su amabilidad, su belleza, su paz, su amor, su ternura, su fuerza, su valentía, su luz, su pureza, hasta su intimidad con el Padre en la que Ella nos introduce…

San Luis María G. de Montfort proclamaba: “¡Oh! ¡Qué felices somos cuando le hemos dado todo a María… Somos todo de María y María es toda nuestra!” (§ 179 del Tratado de la Verdadera Devoción) y Santa Teresita: “El tesoro de la madre le pertenece al hijo”

Vivir en María es estar alimentado y protegido; así estamos a salvo de la mirada del enemigo y de sus ataques satánicos y él no puede destruirnos.

5. ¿Cómo podemos vivir en María hoy en día, en esta sociedad que ha elegido la muerte? Sus mensajes a lo largo de estos 42 años nos lo enseñan. Ante todo, es necesario que se lo pidamos, muy sencillamente: “Madre, haz que viva en tu seno materno, escondido/a en ti!”. También preguntémonos frecuentemente: “¿Qué haría la Virgen María en mi lugar en esta situación? ¿Qué le diría a tal o cual persona?

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¿Cómo puedo complacerla? Poco a poco, con toda nuestra buena voluntad, iremos ajustándonos al espíritu y al corazón de nuestra Madre. Esto permitirá que Ella nos guíe en todo y que incline nuestra voluntad hacia el plan único que Dios tiene para cada uno de nosotros. Se irá creando entre Ella y nosotros una magnífica intimidad y sortearemos los obstáculos de esta vida con plena serenidad. Avanzaremos tomados de su mano, en silencio, con seguridad, fortalecidos por su poder de intercesión en nuestro favor.

La Virgen María nos incorporará a su abrazo con Jesús, que es el primero de sus objetivos de sus venidas en Medjugorje. Esta invitación es para todos: “¡Todos ustedes son hijos míos!, nos dice.

6. ¿Alguien conoce al hermano Mihai (Miguel) Neamtu, de Rumania? (1924-2000)

Lo visité en su casa en 1999. Era un profeta poderoso, dotado de una gran intimidad con Jesús, María, los santos y los ángeles del Cielo con los cuales conversaba frecuentemente. Como Santa Hildegarda, había recibido ciencia infusa acerca de las plantas y sus virtudes terapéuticas. Su causa de beatificación ya ha sido introducida en Roma (PS 4). Antes de la celebración de Navidad deseo citar unas palabras suyas que me han conmovido profundamente y son motivo de regocijo.

Cierto día, con el padre Gherasim, el hermano Mihai se dirigía a un pueblo cercano para la celebración de la Misa, confesarse y comulgar. En el camino, se encontraron con Moisés y con Elías, aquellos que se dejaron ver junto a Jesús en el día de la Transfiguración.

 

Al llegar frente a la iglesia, Fray Mihai y el p. Gherasim quisieron entrar primeros, pero Moisés y Elías los detuvieron y les dijeron: “No, ustedes deben ingresar después de nosotros, porque nosotros, en el Cielo, somos más que ustedes”. Por lo tanto, después de haber participado de la Santa Misa, Fray Mihai y el p. Gherasim dejaron que Moisés y Elías los precedieran para salir de la iglesia. Pero ellos se opusieron y les dijeron: “No, ahora ustedes deben pasar antes que nosotros porque ahora son tan puros y santos como Jesús lo es en este momento en el Cielo”. Y el hermano Mihai, en su gran amor por Jesús subrayó con fuerza: “Quien se confiese y comulgue es en aquel mismo instante tan puro y santo como Jesús lo es en el Cielo”

Fray Mihai exhortaba a sus hijos espirituales a divulgar a todos aquel acontecimiento debido a su gran importancia para nosotros.  Estas palabras del fraile me han sorprendido y conmocionado grandemente. ¿Cómo, luego de confesarme y de comulgar, puedo ser tan pura y santa como lo es Jesús en el Cielo? Se lo he preguntado a varios sacerdotes y la respuesta de todos fue unánime: ¡ES CIERTO desde el punto de vista teológico! En efecto, cuando comulgamos (por supuesto, estando en gracia y sin apego deliberado a pecado alguno), Jesús nos transforma en Él mismo y somos como Él porque Él nos diviniza.

Ahora que nos preparamos para recibir al Niño Dios en nuestro corazón en Navidad, ¿cómo no desear hacer una buena y sincera confesión y luego comulgar fervientemente? ¿Cómo no desear vivir esta divina pureza de corazón que hará las delicias del Niño Jesús en nosotros y la alegría de su Madre?

Querida Gospa, ¡los tesoros que nos destinas superan ampliamente todo lo que podemos imaginar! Ayúdanos a aprovechar intensamente este tiempo de gracia y a vivir esta Navidad contigo, como la mejor de las Navidades, porque estás aquí con nosotros, Jesús está aquí, José está aquí y ustedes tres son bien reales… ¡Qué gran felicidad es estar juntos bajo la mirada del Padre que nos da a su Hijo!