Enrique de Diego.
Lamentable la mala compresnión lectora de dos abogados, Helena Bazán, y Manuel Pedro González López, que cualquier diría que les ha tocado el títilo en una tómbola. Parece una grave falla de los estudios de la Logse. Lo terrible del caso es que se trata de dos pretendidos repúblicos agresores de la libertad de expresión, lo cual es incoherente, y los sitúa como liberticidas al servicio del sistema, al que dicen combatir.
Helena Bazán fue la «secretaria particular» los tres últimos años de la vida de don Antonio García Trevijano, con el que convivió y tuvo una «estecha relación», según Juan Diego Trevijano, uno de los hijos de don Antonio. No tenía éste muy buena opinión de las artes en el foro del trepa Pedro González López, una nulidad con la toga y a las pruebas me remito.
Pidió medidas cautelares contra Rambla Libre para que se suprimeran dos artículos y la jueza, ni corta ni perezosa, ya se sabe que en Elche el respeto al artículo 20 de la Constitución deja mucho que desear, se las concedió y puso a la Policía Nacional, que no se ha visto en otra, a buscar nuestros servidores. Esto a don Antonio García Trevijano le hubiera resultado hiriente y escandaloso, tan ferviente él de la libertad de expresión, que llegó a liberar el llamado «sindicato del crimen» en su bizarra defensa. La Policía Nacional no dio con ellos, porque están a buen recaudo. Pero los dos ex repúblicos liberticidas se llevaron un soplamocos de la Audiencia Provincial por tal burrada jurídica y rechazó el latrocinio.
Helena Bazán, que pretende que quitemos su foto oficial con el logo del MCRC, que dice no ser un «personaje público» cuando ha sido «secretaria particular» de don Antonio, ha hecho declaraciones a la prensa nacional y figura en su testamento como la presidenta de la Fundación que no ha visto la luz, por su proteica incompetencia, según la versión unánime de varios patronos in pectore, se encastilló en la mansión de la calle Alondras en Somsaguas de don Antonio.
Escribí yo y lo mantengo, nada ofende más que la verdad, que «ejerce como propietaria sin título», e indico que el albacea se lo dijo bien claro. «tiene que abandonar la casa». Dice el abogaducho Pedro Manuel González López, con absoluta falta de compresión lectora, que «se la acusa de usurpación» y en otra ocasión digo que «okupa la mansión de Somosaguas», de donde, en una cadena de despropósitos, tiran más dos tetas que dos carretas, el letrado deduce que «la tacha de okupa, de usurpadora». Y se descubre a sí mismo, es decir, se hace la picha un lío, cuando define la mansión como el «hogar» de Helena Bazán. ¿Con que título, alma de cántaro»-
Luego recoge un párrafo escrito por mí: «En unas declaraciones ofrecidas a El Mundo, decía: «Me voy a quedar en la casa hasta que se cumpla la voluntad de don Antonio. De momento se ha puesto una alarma de seguridad, pero yo duermo allí para que nadie se lleve nada». Salvo ella». De donde, el letrado deduce manipuladamente y sin ninguna comprensión lectora que «directamente acusa a Doña Helena de sustraer bienes en la casa del fallecido don Antono García Trevijano». No me extraña que don Antonio tuviera tan mala, que digo mala, penosa opinión del letrado. Suelo utilizar el castellano con bastante precisión y ese «salvo ella» indica claramente que es la única sospechosa en caso de que falte algo, como ha ocurrido recientemente con el «Donatello», que patrono ha habido que preguntó a Helena Bazán y le respondió que está en la caja fuerte, que nadie ha visto, o la acusación de Roberto Centeno de que se han trasladado cientos de miles de euros al Movimiento Ciudadano de la República Constitucional, o el comentario acusación de Juan Diego que se ha vendido un cuadro, el Cranach, o la expresión de Jesús Murciego, antes del MCRC y ahora en Demos, que afirma que en un programa al que asistió estuvo lleno de «troles del MCRC llorando, ignorantes de lo que Helena cocina con la pasta del maestro».
No hay ningún objetivo desprecio a la verdad por mi parte. sino la sacrosanta obligación de informar de un tema polémico, lo cual está amparado por la libertad de expresión, agredida, y es lo penoso, por Helena Bazán y su penoso abogado. Don Antonio se revuelve en su tumba.